Aunque teóricamente, hasta el
domingo, o el lunes, no es el comienzo, en la práctica,
desde el Viernes de Dolores ya estamos viviendo, a pleno
pulmón, lo que representa la fiesta más grande o la segunda
más grande del calendario cristiano.
Sin la Navidad, o sea el nacimiento de Jesús, el calendario
cristiano ni tendría sentido, ni sería nada, pero en
correlación con esto, sin la muerte y la “resurrección”-para
los creyentes – de Cristo, el cristianismo estaría agotado,
no habría llegado a su cima y no habría cumplido el objetivo
básico, en busca de la propia salvación del Mundo.
Así comenzamos, mañana, Domingo de Ramos, es una fecha
gozosa, la entrada de Cristo a lomos de una borriquilla,
prestada. El rey de reyes envuelto en la humildad, sólo en
eso, para luego, a lo largo de los días ir pasando por todo
tipo de escarnios y ser conducido de sacerdote a sumo
sacerdote, sin piedad y sin la protección de las fuerzas
imperiales, cuando más lo hubiera necesitado.
Todo ese recorrido, las idas y venidas, con andanzas de todo
tipo y estando deseosos los unos de condenarlo y los otros
de salvar a un hombre inocente, fue la tragedia, “en vivo”,
más grande que se ha dado en la historia de la humanidad.
Voy a dejar las creencias particulares de lado, en torno a
la muerte y la “resurrección”, para quedarme en la muerte.
Y no debió ser nada baladí cuando, al correr los años, en
tono de dolor y de piedad, o en tono de algo más festivo,
todos esos acontecimientos han movido y siguen moviendo a
una gran parte de la humanidad, de una forma regular cada
año.
Sólo este movimiento de personas, de todas las edades y de
cientos y miles de localidades, festejando o apiadándose de
lo que allí sucedió, justifica, por sí solo, el recuerdo que
sigue manteniéndose, el escándalo de Cristo en la cruz.
La Semana Santa está entrando, los muy creyentes viven con
intensidad lo que cada paso representa. Los creyentes, pero
menos, se duelen de aquella trágica muerte y festejan, desde
sus creencias el que Cristo haya muerto, pero haya
“resucitado”.
Ahora bien, de los que se habla poco, en todas estas fechas
es de los que más duramente intervinieron en la “masacre”,
especialmente se habla poco del sumo sacerdote.
Y hay una explicación, aquella iglesia, como muchas otras
iglesias, tiene como principal telón de fondo la economía
que se gestionaba en torno al Templo, economía que se
dejaría resentir si Cristo seguía “espantando” de allí a
posibles negociantes.
Por eso, especialmente por eso, más que por las creencias,
Cristo murió y como en aquella zona del Imperio, Roma el
principal interés que mantenía era el puramente económico,
con unas gentes complicadas que vivían al margen de todo lo
que era el Imperio, aun estando dentro de él, por eso, digo,
nadie quiso meterse en el meollo de aquel problema y con eso
nos ha legado lo que estamos viviendo estos días.
Días de piedad, pero de vacaciones, de recogimiento y con
muchas fórmulas para pasarlo bien. Y no son contra sentidos,
es lo que representa y lo que es, el recuerdo de una muerte,
en la que el dinero fluctuaba por allí y el deseo de que con
aquel dramático ejemplo las gentes tomen conciencia de lo
que son y de lo que deben ser.
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