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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE ABRIL DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui: más iluminado que nunca
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A mí me gustan mucho las series policíacas hechas por los estadounidenses. Por lo tanto, suelo verlas cada vez que puedo. No hace falta decir que llevo un saco de años sentándome ante el televisor cuando percibo que la serie puede ofrecerme el suficiente entretenimiento como para que yo acceda a dejar de hacer otros menesteres que también puedan agradarme.

Las series policíacas, realizadas en Estados Unidos, me sirvieron en su momento para darme cuenta de algo que se repetía con frecuencia en los filmes y que no ha dejado de suceder. En bastantes ocasiones, el violador, por ejemplo, era rubio y de ojos azules; cuando el delincuente era negro, y blanco el detective que lo perseguía, la cosa estaba clara: el jefe de la policía también era negro. Lo cual, sabiendo que en la sociedad estadounidense hay ciudadanos de origen polaco, irlandés, italiano, africano o hispánico, contribuía a no dar una visión negativa de las minorías.

Era la mejor manera de poner fin a las recordadas películas del oeste, en la que los indios caían abatidos a montones bajo los aplausos frenéticos de la chiquillería y de no pocos adultos convencidos de que sólo había una raza por encima de todas las demás: la blanca.

Años atrás, leyendo un ensayo sobre identidades, comprobé que yo había entendido perfectamente las razones que el cine, a través de las series policíacas, tenía para que los asesinos fueran blancos, ojizarcos y rubios, los delincuentes negros, los policías blancos y negros sus jefes.

Era una forma, por medio del tirón del cine, de tratar de quitar fuerza a los prejuicios raciales, étnicos o de otro tipo, con más o menos fortuna, pero sin duda con la idea de que ningún americano se sintiera ofendido por lo que veía u oía. Mensaje loable, aunque a veces contribuyera a provocar efectos contrarios entre personas que no estaban dispuestas a comprender lo que estaba pasando.

Pues bien, actualmente, y a pesar de que el cine sigue enviando mensajes a fin de favorecer la convivencia, mucha gente, presa del vértigo, renuncia a comprender lo que está pasando. Se niegan a aportar su contribución a la emergente cultura universal porque han decidido definitivamente que el mundo que los rodea les desagrada en extremo.

Son personas que sienten la tentación de encastillarse en su papel de víctimas de cuantas cosas ellas creen que son contrarias al mundo que han vivido, hasta hace nada, y en el cual se han sentido poderosas. Personas que no dudan en proclamar que se sienten expoliadas, y nos dicen que sufren muchísimo, y, claro, muchas de ellas reaccionan pintándonos un futuro estremecedor.

Vayamos con el siguiente ejemplo: Aróstegui, debido al mucho padecimiento que dice ocasionarle las divergencias entre las dos culturas que conforman nuestra realidad social, no tiene el menor inconveniente en divulgar que él y Mohamed Alí son los únicos capaces de fusionarlas. Y, metido ya en faena, nuestro hombre no se para en barras. Y asegura que Alí y él están preparados para meter en cintura a Mohamed VI. Pues la dramática realidad es que en Ceuta sólo se hace aquello que tolera el Rey de Marruecos, independientemente de que coincida, o no, con nuestros intereses, afirma Juan Luis. Mohamed VI debe estar ya reunido con sus asesores. Con el canguelo a cuestas. Ante lo que se le avecina.
 

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