El mundo es deseo y el deseo es
vida.
La vida es deseo y el deseo es humano.
Los deseos mueven a la humanidad.
Y la humanidad se mueve en los deseos.
Todo es deseo de ser y de ser algo.
El día que nada sea, nada se deseará.
Lo mejor del deseo es haber vivido
el sueño y haber despertado al amor.
Sólo el amor, cuando se sabe amar,
hace florecer la sonrisa del alma,
lo más que uno puede desear para sí.
Agotarse en el amor, fortalece por dentro,
se transforman los deseos en vivencias,
y si uno vive como desea, piensa cómo vive.
Sin embargo, el que no vive para el amor,
el desánimo le alcanza,
porque amar es vivir en los deseos,
y uno tiene derecho a vivir sus aspiraciones.
Hágase el deseo, pues, aliento y alimento,
que los actos de cada uno, son actos de todos.
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