Un día antes de perder la vida, la madre de Enrique, que
vive en la residencia para personas mayores de Nazaret,
había ido a visitar a su hijo. “Sentía pasión por él,
siempre ha dicho que faltara quien fuera menos su hijo”,
afirmaba una prima del fallecido que trabaja en residencia
donde se encuentra los padres de la víctima. Por ello, los
familiares no pudieron contarle la forma en la que le habían
arrebatado la vida a su hijo mayor. “Le hemos dicho a mi
madre que ha muerto de un infarto”, explicaba la hermana
pequeña de Enrique, Carmen, quien vive en Algeciras. “Aún
así, se encuentra muy afectada. La hemos tenido que sedar y
no quiero imaginar cómo reaccionaría si se enterara de la
verdad”, añadía.
Ante las puertas del tanatorio, Carmen, que había viajado a
Ceuta esa misma mañana tras enterarse de lo ocurrido, no
podía reprimir las lágrimas al recordar el carácter de su
hermano: “Cuando veía a una mujer cargada con bolsas, la
paraba y le preguntaba dónde vivía para llevarle las
compras. Si se cruzaba a una persona en silla de ruedas, se
ofrecía a llevarle. Así era él”.
Mientras, en el interior, su madre no podía despegarse del
cristal que la separaba de su hijo. “Sólo pide irse con él”,
decía su hermana, muy preocupada por el estado de salud de
su madre, de ochenta años. Al padre, todavía no le habían
contado nada. “Padece del corazón y no sabemos cómo le va a
afectar la noticia”, añadía.
Ella sólo podía mostrar su desconcierto. “No entiendo cómo
pudo pasar. Esa forma de morir..., a manos de un asesino
traicionero, porque lo hizo por la espalda, cuando el no
podía defenderse”, se lamentaba.
Enrique era muy conocido en la ciudad porque conducía un
taxi desde 2004. Pero a finales del pasado año, el
Ayuntamiento le retiró la concesión para dársela a otra
persona. Desde entonces, el fallecido luchaba para que le
devolvieran el que se había convertido en su único medio de
subsistencia después de que dejara la Guardia Civil. A este
mismo Cuerpo pertenece uno de sus dos hijos, el otro inició
carrera militar.
Ahora, el fallecido, que acababa de cumplir los 56 años,
vivía con su hermana mediana en la casa familiar. Ambos eran
separados y se habían quedado en la vivienda después de que
sus padres ingresaran en la residencia.
Tras velar el cuerpo, la familia espera la llegada de uno de
los hijos de la víctima para poder enterrarle.
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