Un hombre educado jamás le debe
decir a una mujer fea, siempre y cuando la mujer no sea tan
mal educada como para humillar a un hombre llamándole
caimán. La directora del periódico añejo se ha ganado el
derecho a que se le considere periodista y fea, además de
bajita; lo cual tampoco es una tragedia.
Luis Manuel Aznar, que no sé qué cargo tiene en el
periódico añejo, es un tipo que tendría que cuidar mucho lo
que escribe cuando tiene una historia que le impide decir ni
pío. A mí, y lo digo tal y como lo siento, Luis Manuel me ha
caído siempre la mar de bien. Pero él, debido a que es un
tipo sometido a la voluntad de un… disparate femenino, nunca
ha conseguido dar la talla en ningún aspecto.
La tercera persona del citado periódico, cuyo nombre no voy
a mencionar porque tengo un miedo atroz (!) de nominarla en
esta página, es de las que cuando se le adjudica una cita de
Quevedo se pone muy nerviosa y acude rápidamente a
los tribunales. ¿Por qué será?
Los tres personajes han dado en la manía de arremeter cada
día y fiestas de guardar contra el editor de este periódico.
Y lo hacen por razones de todos conocidas. Es decir,
tratando de defender el honor de quien ya ha tenido tiempo
de recuperarse del trauma que le dejó un día llorando por
los rincones. Y al que yo asistí con muy buenas intenciones.
Si yo estuviera suficientemente loco, no tendría el menor
inconveniente en ir contando cuanto viví a la vera del
editor del periódico añejo cuando éste andaba sumido en un
mar de confusiones en todos los sentidos. Sin embargo, y no
sé por qué causa, permanezco callado y tratando por todos
los medios de evitar el relatar una historia que viví
intensamente y que no dejaría en muy buen lugar al hombre
que sigue manejando a tres tontos: Echarri, Aznar, y
un tercer personaje que no es más tonto porque los del GIL
le hicieron creer que era una lumbrera ceutí.
Y la lumbrera vive convencida de que Antonio Sampietro
fue el primero que se dio cuenta de lo mucho que ella valía.
Cuando en cualquier otro sitio hubiera sido tenida por la
mierda que cagó la Trini.
A la lumbrera, de momento y por razones que pueden estar
sometidas al deseo de no adelantar acontecimientos, la voy a
dejar sin nombre. Mas día llegará en el cual la defina de
manera que ni siquiera Quevedo, gloria de nuestra
literatura, hubiera podido referirse a ella. Y lo haré sin
un ápice de odio. Sin ningún tipo de rencor. Sin fobia. Lo
haré, créanme, con la sonrisa en los labios y explicando
como llegaban hasta mí los gemidos de una satisfacción digna
de la mejor compenetración entre hombre y mujer.
En fin, que a mí, cada vez que desde el periódico añejo se
dude de cómo se llevan las cuentas de la Asociación
Deportiva Ceuta, con ánimo de confundir al personal, no me
temblará el pulso para salirles al paso a los que tratan de
deteriorar la imagen de José Antonio Muñoz. Con quien
suelo discrepar en muchas ocasiones. E incluso pongo mi
empleo a su disposición cada dos por tres. Si bien, tras
conocerle, me puedo permitir el lujo de airear lo siguiente:
es mejor persona que todos los demás editores de medios de
esta ciudad. Eso sí, mañana puede ser que nuestras
diferencias hagan posible que este espacio se quede en
blanco.
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