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OPINIÓN - VIERNES, 8 DE ABRIL DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ser fea no es una tragedia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Un hombre educado jamás le debe decir a una mujer fea, siempre y cuando la mujer no sea tan mal educada como para humillar a un hombre llamándole caimán. La directora del periódico añejo se ha ganado el derecho a que se le considere periodista y fea, además de bajita; lo cual tampoco es una tragedia.

Luis Manuel Aznar, que no sé qué cargo tiene en el periódico añejo, es un tipo que tendría que cuidar mucho lo que escribe cuando tiene una historia que le impide decir ni pío. A mí, y lo digo tal y como lo siento, Luis Manuel me ha caído siempre la mar de bien. Pero él, debido a que es un tipo sometido a la voluntad de un… disparate femenino, nunca ha conseguido dar la talla en ningún aspecto.

La tercera persona del citado periódico, cuyo nombre no voy a mencionar porque tengo un miedo atroz (!) de nominarla en esta página, es de las que cuando se le adjudica una cita de Quevedo se pone muy nerviosa y acude rápidamente a los tribunales. ¿Por qué será?

Los tres personajes han dado en la manía de arremeter cada día y fiestas de guardar contra el editor de este periódico. Y lo hacen por razones de todos conocidas. Es decir, tratando de defender el honor de quien ya ha tenido tiempo de recuperarse del trauma que le dejó un día llorando por los rincones. Y al que yo asistí con muy buenas intenciones.

Si yo estuviera suficientemente loco, no tendría el menor inconveniente en ir contando cuanto viví a la vera del editor del periódico añejo cuando éste andaba sumido en un mar de confusiones en todos los sentidos. Sin embargo, y no sé por qué causa, permanezco callado y tratando por todos los medios de evitar el relatar una historia que viví intensamente y que no dejaría en muy buen lugar al hombre que sigue manejando a tres tontos: Echarri, Aznar, y un tercer personaje que no es más tonto porque los del GIL le hicieron creer que era una lumbrera ceutí.

Y la lumbrera vive convencida de que Antonio Sampietro fue el primero que se dio cuenta de lo mucho que ella valía. Cuando en cualquier otro sitio hubiera sido tenida por la mierda que cagó la Trini.

A la lumbrera, de momento y por razones que pueden estar sometidas al deseo de no adelantar acontecimientos, la voy a dejar sin nombre. Mas día llegará en el cual la defina de manera que ni siquiera Quevedo, gloria de nuestra literatura, hubiera podido referirse a ella. Y lo haré sin un ápice de odio. Sin ningún tipo de rencor. Sin fobia. Lo haré, créanme, con la sonrisa en los labios y explicando como llegaban hasta mí los gemidos de una satisfacción digna de la mejor compenetración entre hombre y mujer.

En fin, que a mí, cada vez que desde el periódico añejo se dude de cómo se llevan las cuentas de la Asociación Deportiva Ceuta, con ánimo de confundir al personal, no me temblará el pulso para salirles al paso a los que tratan de deteriorar la imagen de José Antonio Muñoz. Con quien suelo discrepar en muchas ocasiones. E incluso pongo mi empleo a su disposición cada dos por tres. Si bien, tras conocerle, me puedo permitir el lujo de airear lo siguiente: es mejor persona que todos los demás editores de medios de esta ciudad. Eso sí, mañana puede ser que nuestras diferencias hagan posible que este espacio se quede en blanco.
 

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