Oír decir que nuestra propia
policía es apabullada, en nuestro país o en nuestras tierras
por un grupo de indocumentados de fuera de aquí, nos deja
perplejos.
Y nos deja perplejos, porque si alguno de esos policías
encuentra a un pobrecito español que se está acercando a un
gallinero, de donde roba un par de gallinas, lo primero que
se hace con ese españolito es conducirlo a las dependencias
policiales, aunque su “robo” no llegue a 50€. Esto es, por
una nadería, a los nuestros se les hace pagar y no pasarlo
muy agradablemente, cosa que está bien si eso se corresponde
con acciones de otro tipo de calado con los de fuera.
Por tanto, lo que me parece mal, muy mal, es que varios
policías, tres, cinco o media docena resulten lesionados al
ir a frenar a unos cuantos indocumentados en la frontera.
No hay quien pueda tolerar esto y no hay quien lo quiera
comprender, porque comprender esto implica reconocer que
tenemos un país de pandereta, con las leyes más permisibles
para los indocumentados de fuera y con los policías y, a
veces, la Guardia Civil más intransigente con los de casa,
especialmente con quienes nada malo habían hecho. Y vuelvo a
recordar el acceso al barco de las once y media de la noche,
del día 23 de febrero, cuando tuve que soportar no sé si el
mitin o la bronca del guardia civil veterano que estaba en
el control de entrada al puerto, para pasar a la zona de
embarque.
Recuerdo que todo mi “delito” estaba en llevar el cristal de
la ventanilla del coche cerrado. Diez minutos antes me
acababan de notificar el fallecimiento de la esposa de mi
único hermano, y es en lo único que iba pensando, con toda
la documentación en regla, naturalmente. Así son las cosas y
comprensible fue el agente, a su manera.
Pero volviendo a lo que íbamos, veo en nuestra edición del
pasado martes que:” al menos seis subsaharianos pretendían
entrar a la carrera en territorio español perseguidos por la
policía marroquí”.
La cosa está clara, allí lo primero que les habían puesto, o
impuesto, era un orden, el del propio país y luego, más
tarde, todo el reconocimiento de sus derechos.
Aquí parece que se actúa al contrario, hay que guardar y
defender sus derechos, con lo que si la propia Policía o la
Guardia Civil se ve con problemas, esos problemas son ellos
los que los sufren y nadie se los va a mitigar.
Estos inmigrantes, huyendo de la policía de Marruecos,
lograron llegar hasta el puente internacional, donde fueron
frenados por la Policía y la Guardia Civil. El resultado de
todo:”cinco agentes lesionados”.
Hubo en éste, como en otros muchos casos, colaboración entre
la Policía Nacional y la Guardia Civil en el intento de
entrada, a la carrera, por parte de cuatro subsaharianos,
que pudieron ser atajados por esa colaboración entre los dos
cuerpos de seguridad.
Hasta aquí las carreras, los intentos de entrada de gente,
desde fuera, pero ese “freno” a la entrada de los
inmigrantes costó caro, porque uno de los agentes, según
parece, sufrió una luxación de un hombro al intentar detener
a uno de esos subsaharianos.
Esto, como ya he dicho otras veces, es el verdadero paraíso
para gente que llega desde fuera, que no se sabe a donde va,
de donde viene, que no se conocen sus antecedentes y que,
como aquí somos muy buenos, recogemos todo lo que llegue del
exterior. Qué así sea.
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