Cuando Tierno Galván, “El viejo
profesor”, fue nombrado alcalde de Madrid, dejó la impronta
de su intelectualidad en aquellos bandos auténticas obras de
arte de la Literatura. Además pronunció una frase que se
hizo popular: “Como decíamos ayer…”.
Cuentan que en cierta ocasión acudió a visitarle el manda de
turno, quedándose asombrado al comprobar la existencia de un
crucifijo en la mesa del despacho del alcalde de Madrid, que
sabido era su no creencia en esas cosas de la religión. El
manda no pudo resistir la tentación y le preguntó, a Tierno,
qué hacía aquel crucifijo en la mesa de su despacho.
Ante la pregunta, el viejo profesor, levantó la vista y
mirando fijamente al manda de turno le respondió:”a mí no me
molesta para nada. Así qué no se por qué razón tengo que
quitarlo del lugar que ocupa en la mesa del despacho”.
Naturalmente, la inteligencia y la preparación cultural de
Tierno Galván, no es extrapolable a la mayoría de los mandas
que tenemos en la actualidad cuya preparación, en la mayoría
de los casos, deja mucho que desear sean de un bando u de
otro, que eso me da igual a donde pertenezcan por sus ideas,
Por esa falta de preparación, en comparación con Tierno, es
por lo que la mayoría de los mandas, destruyen o intentan
destruir algunas de las cosas importantes, porque la han
llevado a cabo los contrarios. Cuando lo ideal sería,
mantener lo mejor de cada una de esas cosas e intentan
mejorar la parte que no esté bien.
Pero, aquí en éste país de nuestras culpas, lo más
importante es acabar con lo que los contrarios a sus ideas
hayan llevado a cabo, y así nos crece el pelo.
Pasa lo mismo que con los nombres de las calles o a quienes
ponemos esos nombres, dependiendo de quienes sean los que
gobiernen. Cómo si al quitar tal o cual nombre, se hubiese
cumplido un objetivo que le da más prestancia a la calle a
la que hemos cambiado el nombre. Soberana estupidez, porque
la calle, seguirá siendo la misma calle que era, sin haber
cambiado en absoluto por el trueque de nombres.
Pasa exactamente igual que con el sistema educativo, donde
tantos fracasos escolares se están dando y donde, por
supuesto, los chavales salen con menos preparación cultural
que las que tenían no hace muchos años.
Me pasa igual que con las calles, me importa tres pepinos
quienes hicieran el sistema educativo que tan buenos
resultados estaba dando. Y si a algo no se ajustaba al
régimen actual, se cambiaba mejorándolo. Desde luego habría
menos fracaso escolar.
Viene todo esto de cambiar los nombres de las calles o
ponerles nombres según quienes gobiernen, a que por fin se
ha hecho justicia en nuestra tierra al proponerse darle el
nombre de una de nuestras calles a Alfonso Sotelo Azorin,
uno de los mejores alcaldes que ha tenido nuestra tierra.
Perteneciese al régimen que perteneciese, a los hombres hay
que juzgarlo por la labor que realizaron durante su mandato
y Alfonso, entre otras cosas, fue el precursor de la llegada
de la UNED, La Gran Vía y las instalación de las playas
artificiales. De todo ello, hoy, los ceutíes, nos sentimos
orgullosos.
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