No podía ser de otra forma, con lo
que la desconvocatoria de la huelga se ha convertido en la
noticia, agradable, de la semana pasada.
Es un paso más para frenar la ruina de este país al que, por
una razón o por la contraria, no se le permite levantar la
cabeza y eso se nota cada día más.
Y se nota, y un poco más cada jornada que pasa, porque ahora
que “el ladrillo” está en punto muerto y la gran industria
no es lo nuestro, precisamente, uno de los focos que quedan
y que nos puede mantener en pie es el turismo, que incluso
el interior se iba a ver muy afectado por esa “gamberrada”,
no podemos tildar de otra forma, que la insensatez de
alguien se atrevió a programar.
No he podido, por menos, de mirar, otra vez, el calendario
tan nefasto de la huelga que ya no será y dan, realmente,
escalofríos pensar lo que eso hubiera podido suponer, tanto
en los primeros días, ahora en Semana Santa, como en los
finales, en el mes de agosto. Hubiera sido el KO a lo poco
que queda para ir subsistiendo.
En abril, ahí a la vuelta de la esquina, no se conformaban
con amagar, más bien al contrario, daban y remataban para
dejar un recuerdo para la historia de lo que son capaces de
hacer unas cuantas personas que pueden, con muy pocos, en
escena, parar la vida normal de un país.
Así pues, los días 20, 21, 24, 25 y 30 de abril no tendremos
problemas para viajar, en avión, desde Málaga a Melilla,
desde Sevilla a EEUU, o desde Barcelona a Palma de Mallorca.
Pero si eso era fuerte y rompía todos los esquemas que
rodean la Semana Santa, con lo que se cargaba, por completo,
la propia Semana Santa, no le iba a la zaga lo programado en
mayo que, especialmente, dejaba Madrid aislada en todas sus
fiestas, en los días en los que media España se dirige a la
capital del Reino: los días 2, 14, 15 19 y 20.
Aquí no había compasión, respeto, ni vergüenza con lo que es
Madrid y lo que implica para el resto de España. Y no se
tenía en consideración por parte de gentes, en un porcentaje
muy elevado, que pertenecen a AENA gracias al dedo o al
enchufe de algún padrino, en su momento.
Lo de junio, salvo el día 30 no era lo más “dañino”, porque
junio es un mes sin movimientos y sin nada especial, en esos
días 13 y 23.
Y ya para cerrar, julio y agosto no implicaban una huelga a
la usanza, implicaban un auténtico pulso al Gobierno, en sus
momentos más débiles, para dejar el país incomunicado con el
exterior, para que las islas se queden solas y para que, ya
que ellos tienen asegurados sus puestos de trabajo, los que
dependen de los servicios del verano, bares, restaurantes,
transportes y otros servicios, se quedaran de vacaciones
completas.
Eso ha quedado parado, de momento, pero debe servir para que
PP y PSOE, o PSOE y PP, que tanto monta, se unan de una vez
y programen, para ciento y un días, con unas leyes serias y
contundentes, la prohibición de que cualquier grupejo, sea
del gremio que sea, que puedan paralizar el país, por sí
solos.
Y es que van dos amagos, en muy poco tiempo, primero los
controladores y ahora los de AENA que nos hacen ver que
tenemos una estructura de papel de fumar que se puede
romper, cada vez que un grupo se una y se decida darle
“jaque mate” al gobierno de turno. Ahora la Semana Santa
será lo que debe ser, sin huelga.
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