Defiendo y siempre defenderé lo excepcionales que son los
Estados Unidos de América. Y lo haré le pese a quien le pese
y contra viento y marea, por muchos motivos de peso de los
cuales no estaría mal que aprendieran muchos políticos
europeos y españoles.
No se puede negar que América es el país más grande de la
historia en el mundo. Ha sido bendecido con libertades sin
parangón a lo del devenir humano, y esto ha sido y es motivo
de inspiración para personas y pueblos trabajadores y con fé
en su futuro. América , sin lugar a dudas, es excepcional.
El excepcionalismo americano viene apoyado por unas leyes
que reflejan el convencimiento de que los norteamericanos
disfrutan de ciertos derechos inalienables que provienen de
Dios, y que debido a ello, y que no han sido otorgados
graciosamente por gobierno alguno, son inalienables y no
pueden ser suprimidos en modo alguno. Esto hace de los
Estados Unidos de América una nación única, una nación que
representa, como decía el Presidente Ronald Reagan, “un
modelo y una esperanza para el mundo”.
Desgraciadamente, algunos políticos o han olvidado esto o
simplemente desconocen lo glorioso del pensamiento de los
fundadores americanos. En abril de 2009, el Presidente Obama
manifestó a un periodista en Estrasburgo, Francia: “ creo en
la excepcionalidad americana, del mismo modo en que sospecho
que creerá un británico en la excepcionalidad británica y
los griegos en la excepcionalidad griega”. Al decir esto, el
presidente dejaba implícito que la Excepcionalidad Americana
no es nada especial, sino más bien una especie de
romanticismo patriotero.
Los americanos no están de acuerdo con eso, y saben mejor
que nadie que esa excepcionalidad no tiene nada que ver con
ninguna vacía ensoñación nacionalista, sino con el profundo
convencimiento de que la bendición de Dios les ha convertido
en un pueblo más fuerte, más independiente y libre. Ellos
ven la história de América como una historia de tenacidad y
triunfo, no como algo que necesita ser permanentemente
reescrito .Evidentemente que se dan perfecta cuenta de sus
errores pero no lo achacan a la debilidad de sus principios
fundadores sino a la inherente imperfección de la especie
humana.
Y lo más importante, los liberales vemos América como algo
excepcional debido a que compartimos la misma creencia en la
dignidad y creatividad del individuo. Sabemos que es innato
para el ser humano el trabajar, el aceptar el riesgo y el
soñar. Entendemos que esas son virtudes que, junto con las
condiciones que proporciona la excepcionalidad americana,
permiten conseguir el desarrollo y la pujanza económica,
social y de progreso que otros países envidian. Los
supuestos “progresistas” lamentan no haber conseguido tales
logros.
Por supuesto que esos “progresistas” rechazarán la
existencia de una excepcionalidad americana. Les encanta
pensar en la constitución como un bloque de cemento donde
los burócratas acumulan más poder que el pueblo. Les
encantaría que no hubiera límites al poder del gobierno y,
les encantaría sacrificar la capacidad de obrar del
individuo, que ha convertido en excepcional a los Estados
Unidos, al omnímodo poder del Estado o de sus grupos
burocráticos corruptos que se convierten en avatar de
salvación colectiva.
Lo diga el presidente que lo diga, Lincoln lo dijo más claro
en su discurso de Gettisburg: “el gobierno del pueblo, por
el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la faz de la
tierra” (discurso de Lincoln en Gettisburg , 19 de noviembre
de 1863); y déjenme que sea lo suficientemente claro para el
presidente Obama o cualquier otra persona, los Estados
Unidos no son una nación como las demás, ni tienen parangón
o analogía con las naciones europeas. Su excepcionalidad se
basa en la grandeza de sus textos fundacionales que
delimitan perfectamente el papel del estado en relación con
los derecho individuales.
La verdad es eterna , y simplemente ignorando las verdades
de la Declaración de Independencia y de la Constitución no
conseguirán que desaparezcan del alma de los americanos y de
aquellos que las sienten como propias. Y francamente, hay
suficientes americanos, y suficientes amantes de la libertad
fuera de los Estados Unidos, que amamos a ese país y lo que
significa y apoya tanto como para no permitir que esa
excepcionalidad sea baqueteada en nombre del poder del
Estado
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