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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE MARZO DE 2011

 
OPINIÓN / EL ALA OESTE

Defensa de lo excepcional de los
Estados Unidos de America

Por Juan Carlos Hernanadez


Defiendo y siempre defenderé lo excepcionales que son los Estados Unidos de América. Y lo haré le pese a quien le pese y contra viento y marea, por muchos motivos de peso de los cuales no estaría mal que aprendieran muchos políticos europeos y españoles.

No se puede negar que América es el país más grande de la historia en el mundo. Ha sido bendecido con libertades sin parangón a lo del devenir humano, y esto ha sido y es motivo de inspiración para personas y pueblos trabajadores y con fé en su futuro. América , sin lugar a dudas, es excepcional.

El excepcionalismo americano viene apoyado por unas leyes que reflejan el convencimiento de que los norteamericanos disfrutan de ciertos derechos inalienables que provienen de Dios, y que debido a ello, y que no han sido otorgados graciosamente por gobierno alguno, son inalienables y no pueden ser suprimidos en modo alguno. Esto hace de los Estados Unidos de América una nación única, una nación que representa, como decía el Presidente Ronald Reagan, “un modelo y una esperanza para el mundo”.

Desgraciadamente, algunos políticos o han olvidado esto o simplemente desconocen lo glorioso del pensamiento de los fundadores americanos. En abril de 2009, el Presidente Obama manifestó a un periodista en Estrasburgo, Francia: “ creo en la excepcionalidad americana, del mismo modo en que sospecho que creerá un británico en la excepcionalidad británica y los griegos en la excepcionalidad griega”. Al decir esto, el presidente dejaba implícito que la Excepcionalidad Americana no es nada especial, sino más bien una especie de romanticismo patriotero.

Los americanos no están de acuerdo con eso, y saben mejor que nadie que esa excepcionalidad no tiene nada que ver con ninguna vacía ensoñación nacionalista, sino con el profundo convencimiento de que la bendición de Dios les ha convertido en un pueblo más fuerte, más independiente y libre. Ellos ven la história de América como una historia de tenacidad y triunfo, no como algo que necesita ser permanentemente reescrito .Evidentemente que se dan perfecta cuenta de sus errores pero no lo achacan a la debilidad de sus principios fundadores sino a la inherente imperfección de la especie humana.

Y lo más importante, los liberales vemos América como algo excepcional debido a que compartimos la misma creencia en la dignidad y creatividad del individuo. Sabemos que es innato para el ser humano el trabajar, el aceptar el riesgo y el soñar. Entendemos que esas son virtudes que, junto con las condiciones que proporciona la excepcionalidad americana, permiten conseguir el desarrollo y la pujanza económica, social y de progreso que otros países envidian. Los supuestos “progresistas” lamentan no haber conseguido tales logros.

Por supuesto que esos “progresistas” rechazarán la existencia de una excepcionalidad americana. Les encanta pensar en la constitución como un bloque de cemento donde los burócratas acumulan más poder que el pueblo. Les encantaría que no hubiera límites al poder del gobierno y, les encantaría sacrificar la capacidad de obrar del individuo, que ha convertido en excepcional a los Estados Unidos, al omnímodo poder del Estado o de sus grupos burocráticos corruptos que se convierten en avatar de salvación colectiva.

Lo diga el presidente que lo diga, Lincoln lo dijo más claro en su discurso de Gettisburg: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la faz de la tierra” (discurso de Lincoln en Gettisburg , 19 de noviembre de 1863); y déjenme que sea lo suficientemente claro para el presidente Obama o cualquier otra persona, los Estados Unidos no son una nación como las demás, ni tienen parangón o analogía con las naciones europeas. Su excepcionalidad se basa en la grandeza de sus textos fundacionales que delimitan perfectamente el papel del estado en relación con los derecho individuales.

La verdad es eterna , y simplemente ignorando las verdades de la Declaración de Independencia y de la Constitución no conseguirán que desaparezcan del alma de los americanos y de aquellos que las sienten como propias. Y francamente, hay suficientes americanos, y suficientes amantes de la libertad fuera de los Estados Unidos, que amamos a ese país y lo que significa y apoya tanto como para no permitir que esa excepcionalidad sea baqueteada en nombre del poder del Estado
 

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