Señor Presidente, Señorías, muchas gracias por la
invitación, y muchas gracias por tener la iniciativa de
abordar un asunto de tanta trascendencia para nuestras dos
ciudades como es el del reconocimiento de nuestras
singularidades en el seno de la unión Europea. Un asunto que
afrontaré procurando dar cuenta, de manera resumida, de los
aludidos condicionantes, así como de las necesidades y
razones que, según nuestro criterio, justifican el apelado
tratamiento singular.
Sin embargo, y siendo consciente de la ocasión única que me
brindan, y se me presenta, me van a permitir que me aproxime
al objeto de la convocatoria haciéndoles, a modo de prólogo,
partícipes de algunos aspectos de nuestra realidad, de la
realidad de Ceuta, casi siempre necesitada de divulgación.
Cumpliendo con esta pretensión debo comunicarles que, como
bien saben, Ceuta es parte de la España extrapeninsular; una
ciudad situada al otro lado del Estrecho, y que merece ser
calificada de atractiva. Atractiva por la generosidad con la
que la naturaleza la ha tratado; atractiva por la condición
de su gente, cálida y acogedora; y atractiva por ser un
lugar de encuentro donde se vive compartiendo por encima de
credos y razas; un lugar en el que la diversidad es motivo
de aprecio, y donde la historia ha dejado huellas que
acreditan, de manera irrefutable, su pasado.
Una historia rica y profunda. Por aportar solo unas breves
referencias, me permito significa las siguientes:
-Que los fenicios tuvieron en Ceuta una de sus factorías;
que debe su nombre a Roma, quien construyó una basílica
cuyos restos dan luz a uno de nuestros principales museos; y
que fue califal y andalusí, una época de esplendor cultural,
comercial y naval.
-Que entra en la era moderna en 1415, pronto se cumplirán
600 años, de la mano del reino de Portugal, a quien debe
fuero, carácter y símbolos; y que en 1640, tras separase
nuevamente las dos coronas, las instituciones locales
deciden mantenerse fieles a la española, obteniendo de
Felipe IV el título de Noble, Leal y Fiel.
-Que en siglo XIX los aires de libertad y constitucionales
cruzan, una vez más, el Estrecho, convirtiéndose la junta
local en ayuntamiento constitucional. Y las dos guerras, la
de la Independencia y la Africa, y con ellas hechos
heroicos.
-Y que ya en el siglo XX, además de haber sido, en su primer
tercio, plataforma logística para la proyección de los
intereses de España en el norte de Africa, vive idénticos
avatares a los del resto de la Nación hasta alcanzar la
senda de libertad, de progreso y de concordia que ha
significado nuestra Constitución de 1978; y la integración
en Europa; y la promulgación, en 1995, de nuestro Estatuto
de Autonomía.
Una historia que da fundamento a las principales esencias de
nuestra ciudad, entre ellas:
a) La de ser una prolongación de la península en el norte de
Africa; si se me permite la licencia simbólica, Hércules,
que plantó en Ceuta una de sus columnas, no nos separó,
antes al contrario, estableció un puente permanente entre
las dos orillas para el tránsito vital de la cultura, la
ciencia, el arte y el pensamiento, y sobre todo, los
sentimientos, que cuando cruzan el Estrecho en vez de
devaluarse se reafirman.
b) Su secular carácter de lugar propicio para la
convivencia. Ceuta fue pionera e impulsora de la libertad de
cultos y de la acogida a las comunidades judía, musulmana e
hindú.
c) El valor de la resistencia, como prueba el haber
defendido, durante el siglo XVIII, un asedio que duró más de
30 años; y
d) La principal condición: la ser y sentirse España. Un
sentimiento compartido por todos los ceutíes, por encima de
ideologías, credos y razas; un sentimiento que, en algunas
muy significadas ocasiones, sale a la calle para
manifestarse de manera entusiasta y rotunda; así fue en la
fecha inolvidable en la que los ceutíes tuvimos la dicha de
recibir a sus Majestades Los Reyes. Un día en el que los
ceutíes percibimos a pie de calle, en nuestro palacio
municipal y, muy especialmente, en nuestros corazones, que
el Rey, que su Majestad es, además de jefe del Estado, el
símbolo de su unidad y permanencia.
Los ceutíes nos sentimos orgullosos de nuestra historia, de
sus personajes ilustres, como son los casos de Al Idrissis,
uno de nuestros principales cartógrafos, de Enrique el
Navegante, fiel reflejo de nuestro carácter, o del Teniente
Ruiz, nuestro héroe del 2 de mayo; y de formar parte de una
España unida, plural, cohesionada y solidaria. Una
condición, como ha quedado dicho, esencial, cuya defensa
también se manifiesta en el empeño, cotidiano y anónimo, por
superar unos condicionantes y dificultades que nos
caracterizan. Empeño por lograr unos niveles de vida, de
calidad en los servicios públicos, de cohesión social, y de
oportunidades iguales a los del resto de España; empeño, en
definitiva, por evitar que las mencionadas dificultades
penalicen la residencia en nuestras dos ciudades y, de esta
forma, provoquen el desarraigo de la población. Para ello
sabemos que no estamos solos; para ello sabemos que podemos
contar con el apoyo solidario del resto de los españoles.
Los condicionantes y sus efectos
Efectivamente, Ceuta y Melilla sufren unos condicionantes y
unas dificultades singulares en el territorio común, ya que
a la extrapeninsularidad, a la escasez de recursos
naturales, y la reducida superficie, se une el hecho de ser
las dos únicas fronteras terrestres de España y de Europa en
el continente africano.
En mi opinión, la mejor manera de entender los efectos de
los mencionados condicionantes y dificultades es a través de
los ejemplos, algunos son muy ilustrativos:
a) La ciudad de Ceuta, que, como bien saben, es al mismo
tiempo entidad local y autonómica, no puede compartir los
costes ni, por tanto, mancomunar ningún servicio con ninguna
comarca próxima, ni recurrir a ningún ayuntamiento vecino en
situaciones de necesidad. Este es el caso, entre otros, del
servicio de extinción de incendios. Nuestra ciudad necesita,
y cuenta, con una plantilla de aproximadamente 90 bomberos,
cuando la media es de 30 funcionarios en municipios de
similar tamaño.
b) En Ceuta no contamos con ningún recurso hídrico natural,
salvo la pluviometría, que, por otra parte, ve limitadas sus
posibilidades de aprovechamiento por la reducida capacidad
de embalse. Como resultado, casi toda el agua que consumimos
procede de la desalinización, lo que supone soportar un
coste por metro cúbico de agua producida o captada tres
veces superior a la media nacional.
c) El reducido tamaño, y por tanto la no disponibilidad, en
términos de población, de una masa crítica adecuada, hace
que también se encarezcan, en comparación con el resto de
España y de manera exponencial, otros dos servicios
medioambientales básicos: el tratamiento y eliminación de
residuos y la depuración de las aguas.
d) La falta de suelo –las propiedad de Defensa y los
espacios de reserva natural suponen dos tercios de la
superficie total – derivan en enormes dificultades para la
dotación de equipamientos y para la construcción de
viviendas.
e) Y para terminar con los ejemplos de servicios típicamente
municipales: la limpieza viaria y la recogida domiciliaria
de basuras; un servicio cuyo coste por habitante duplica en
Ceuta a la media nacional, por razón de su compleja
orografía, de la alta densidad de población, incluida la
flotante, y del trasiego de la frontera.
Mención especial merece el análisis de las consecuencias que
se derivan de ser, nuestras dos ciudades, fronteras entre
dos mundos con abismales diferencias de niveles de vida y de
protección social. La primera de estas consecuencias, la
presión migratoria. Ceuta y Melilla experimentan la presión
migratoria en casi todas sus variantes:
a) La de origen subsahariano, asiático y magrebí que utiliza
a nuestras dos ciudades como tránsito para pasar a la
península, lo que obliga a un extraordinario despliegue en
orden a garantizar la seguridad de los respectivos
perímetros fronterizos, y al mantenimiento de dos centros de
estancia temporal de inmigrantes, en ocasiones sometidos a
tensiones que trascienden al conjunto de la ciudadanía; y
b) la de carácter transeúnte, la que procede de las
localidades próximas del país vecino, personas que pasan
todos los días las fronteras para buscarse la vida o
satisfacer otras necesidades vitales; a este respecto, el
ejemplo de la asistencia hospitalaria es probablemente el
más elocuente, pero no el único; en el ámbito de los
servicios que son competencia de la Ciudad Autónoma, cerca
de un 15% de los usuarios de las prestaciones sociales
básicas son residentes en el vecino país; y el 80% de los
gastos de atención a menores, que se cifra en una cantidad
cercana a los 10 millones de euros al año, son originados
por menores extranjeros no acompañados. Un esfuerzo que pone
en evidencia el carácter solidario de ceutíes y melillenses,
por cuanto que estos mismos recursos podrían destinarse, de
manera alternativa, a cubrir en nuestras ciudades
necesidades sociales de la población residente, que también
son muchas y muy acuciantes.
Al amparo del señalado hecho fronterizo se sustenta un
asimismo singular actividad económica que para Ceuta supone
un relevante renglón comercial, tanto por lo que hace
referencia a los turistas procedentes del país vecino como,
y muy especialmente, por lo que concierne al denominado
comercio transfronterizo, que se estima moviliza un volumen
de 266 millones de euros al año. En cualquier caso, una
actividad comercial que, conviene aclarar, beneficia mucho
más, muchísimo más, al país vecino que a Ceuta, en renta, en
empleo, y en suministros básicos. Baste significar que, de
esta actividad comercial y de otras oportunidades de empleo
que nuestra ciudad ofrece, en las localidades próximas del
país vecino viven cerca de 17.000 familias, sin computar los
efectos indirectos o inducidos.
Relaciones económicas y comerciales que las instituciones
ceutíes y los agentes locales desean normalizar y potenciar
mediante el establecimiento de una aduana comercial en el
paso fronterizo; una aspiración que, por razones obvias,
sería beneficiosa para ambos lados de la frontera; pero que
sabemos que no es nada fácil, más bien todo lo contrario,
muy difícil, porque el comportamiento de las autoridades del
país vecino demuestra un nulo interés por favorecer vías de
colaboración y complementariedad en el campo económico y
comercial. Los ejemplos son igualmente concluyentes.
La comentada imposibilidad de ampliar el mercado a través
del país vecino, e incluso de abaratar determinados
abastecimientos procedentes del mismo, como es el caso de
los áridos, unido a la antes referida extrapeninsularidad,
implican, en la práctica, el estrangulamiento de la
actividad productiva local, cuyo desarrollo se enfrenta a
dos muros infranqueables: de una parte, la mencionada
actitud negativa de las autoridades del país vecino para
enfocar las relaciones económicas desde la óptica de la
complementariedad, la normalización y la cooperación; y, de
otra, la barrera de tener que soportar el precio del
transporte marítimo más caro de España y de Europa. Unas
limitaciones que explican por qué la actividad productiva
tiene tan poco peso en el producto interior bruto de Ceuta,
y por ende, por qué sufrimos de manera endémica una altísima
tasa de paro, característicamente inelástica en relación con
la situación económica general.
El Régimen Económico y Fiscal especial y el balance de la
integración en la unión europea
Para dar respuesta a los expresados condicionantes, y a sus
efectos, tanto en Ceuta como en Melilla, la presencia de las
administraciones públicas y de las inversiones de esta
naturaleza son sensiblemente superiores a la media del resto
de España, y además nuestras dos ciudades cuentan con un
régimen económico y fiscal especial respecto del que resulta
oportuno comentar algunos de sus rasgos característicos:
a) Se trata de un fuero tradicional. A Ceuta se le reconoce
la condición de territorio franco en 1863, existiendo otros
precedentes históricos de exenciones fiscales y arancelarias
de parecida naturaleza.
b) No convierte a nuestras dos ciudades en paraísos
fiscales. Ni lo hemos sido nunca, ni lo somos, ni lo
queremos ser.
c) Es plenamente compatible con el derecho comunitario. De
forma tal – esta es otra de las especificidades económicas
de nuestras dos ciudades – que Ceuta y Melilla están
integradas en la Unión Europea pero no forman parte de la
Unión Aduanera; y
d) En cuanto a su contenido, junto con la mencionada
condición de territorio franco aduanero, este se concreta,
de manera así mismo resumida, en: la no aplicación de la
imposición indirecta estatal, tanto general como especial;
la existencia de bonificaciones y deducciones en la
imposición directa, IRPF y sociedades; la vigencia de un
tributo local propio que en la actualidad grava las
importaciones, las operaciones interiores y los servicios, y
que constituye la principal fuente de financiación de los
servicios que la Ciudad tiene encomendados; y la aplicación
de bonificaciones en las cuotas a la Seguridad Social para
los trabajadores y empresas pertenecientes a los sectores
del comercio, la hostelería, el turismo y la industria. Un
incentivo, este último, relativamente reciente, por cuanto
data del año 2003, y que ha sido, en lo que hace referencia
a sus efectos en el empleo, la medida más importante
adoptada durante los últimos 25 años en el ámbito del
régimen económico y fiscal especial de nuestras dos
ciudades.
Un régimen especial que se mantuvo sin prácticamente ninguna
variación con ocasión de nuestro ingreso en la Unión
Europea, entonces Comunidad Económica Europea; una decisión
que, cabe presumir, se tomó por considerar que la nueva
situación, a pesar del cambio radical que suponía, no
impediría que el señalado fuero especial pudiese atender
satisfactoriamente los objetivos que, insisto, lo
justifican: contrarrestar, de manera eficaz, los efectos
que, tanto en la cobertura de los servicios públicos como el
desarrollo económico, tienen los condicionantes que
singularizan a nuestras dos ciudades.
Aún cuando forma parte del pasado, considero oportuno,
atendidos los fines de esta comparecencia, hacer un poco de
memoria. Un ejercicio que nos permite recordar que el primer
impacto de la comentada integración en la Unión Europea no
fue nada beneficioso para la economía ceutí, y ello por dos
razones:
a) Le dio la puntilla a un modelo basado en la
excepcionalidad que suponía un territorio franco aduanero a
tan solo 20 kilómetros de distancia de un ámbito
marcadamente proteccionista; un modelo en el que sus dos más
notables manifestaciones eran la economía del bazar y el
avituallamiento a buques; y
b) Puso en jaque a la principal fuente de financiación de la
ciudad, entonces ayuntamiento, al considerarse por las
instancias comunitarias, y por los tribunales nacionales,
que el anterior arbitrio discriminaba a las importaciones en
beneficio de la producción interior.
Además, y de manera casi simultánea, se producen otros
acontecimientos que agravan aún más el panorama: la
aparición de Gibraltar como un competidor comercial mucho
mejor situado para atender a la demanda peninsular que
buscaba ventajas fiscales comparativas; la drástica
reducción de los efectivos militares; y la confirmación del
peligro que suponía la cada vez mayor dependencia de la
hacienda local de la evolución del comercio transfronterizo.
Con el paso del tiempo, las cosas cambian, y de manera
sustancial; así:
a) Aparecen las ayudas procedentes de Europa bajo la forma
de fondos estructurales y de cohesión. Unas ayudas que
alcanzan su máximo histórico en el periodo 2000/2006, con
una media anual de ayuda de 22,4 millones de euros.
b) Se toman medidas para fortalecer y garantizar la
suficiencia de la hacienda local, concretamente en los años
1996 y 2001, en los que, respectivamente, se refuerza el
anterior arbitrio municipal con los impuestos especiales
sobre las labores del tabaco y sobre los hidrocarburos,
además de con el extinto ITE; y se establece un mecanismo
legal para garantizar la recaudación del nuevo tributo al
margen de la evolución que experimente el tantas veces
referido comercio transfronterizo. Dos medidas que en estos
momentos representan, en cuanto a su repercusión fiscal, más
del 40% del presupuesto corriente de la Ciudad, y que
reportan una cifra cercana a los 90 millones de euros
anuales.
Gracias a las señaladas fuentes de financiación, la ciudad
recupera el tiempo perdido y, en consecuencia, renueva y
moderniza la trama urbana y los equipamientos de toda
índole; resuelve problemas crónicos de naturaleza
medioambiental, como son los casos de la cobertura integral
del ciclo del agua y del vertido de los residuos sólidos
urbanos; mejora la calidad de los centros hospitalarios, de
los educativos, y de los servicios locales, hasta
equipararlos a las medias nacionales; aumenta el nivel de
protección social; pone en valor el patrimonio histórico,
natural y cultural; y amplía las infraestructuras del
transporte, entre otras realizaciones.
Al mismo tiempo, el esfuerzo inversor llevado a cabo permite
que se reduzca en 11 puntos la diferencia que en renta per
cápita existía con la media nacional, que ahora son
prácticamente iguales; que se hayan producido 4.800 altas en
la Seguridad Social en los últimos diez años, con un
crecimiento relativo superior al del resto de España; y que
la hacienda de la ciudad haya podido cubrir los déficits de
los servicios transferidos al amparo del estatuto de
Autonomía, e implicarse económicamente, y de manera notable
dadas las acuciantes necesidades, en áreas de gestión que no
entran dentro de sus competencias. Son los casos de la
educación, el empleo, y de los servicios sociales.
Por tanto, y en resumen, un balance positivo de la comentada
integración en la Unión Europea, por el beneficioso impacto
que las ayudas recibidas han tenido, pero también, y de
manera muy significada, por otras dos razones de mucho peso:
porque la incorporación a Europa ha reportado a nuestra
ciudad estabilidad, confianza, y seguridad; y porque ha sido
buena para España, y todo lo que sea bueno para España es,
sin duda alguna, bueno para Ceuta.
Un apoyo por parte de Europa que debe continuar por ser
vital para poder seguir acometiendo la tarea de remediar los
déficits que, en infraestructuras y equipamientos, todavía
persisten, pese al esfuerzo realizado; y porque la pérdida o
la caída de las referidas ayudas tendría efectos muy
perniciosos en el producto interior.
En cualquier caso, el referido balance positivo en materia
de equipamientos y de servicios públicos, no nos debe hacer
olvidar que ni los aludidos efectos beneficiosos de la
integración en la Unión Europea ni tampoco el contenido del
régimen económico y fiscal especial, han sido suficientes
para atender eficazmente el otro gran objetivo: vencer las
barreras que, como antes decía, estrangulan y dificultan el
desarrollo de la actividad productiva y la creación de
empleo en nuestras dos ciudades. Para ello se necesita más;
para ello se necesita afrontar, con audacia y determinación,
la actualización y perfeccionamiento del mencionado régimen
especial, lo que, a su vez, supondría cumplir con el mandato
recogido en nuestros Estatutos de Autonomía.
Una revisión del REF que, más que impedir, anima a
reflexionar igualmente acerca del mantenimiento de la
condición de territorio franco aduanero; por tanto acerca de
la posible incorporación de nuestras dos ciudades a la Unión
Aduanera Común. Una decisión que, en todo caso, debería
estar supeditada al cumplimiento de dos condiciones: que la
misma sea compatible con el resto de peculiaridades
fiscales; y que no perjudique a las actividades que, de
manera tradicional, vienen llevándose a cabo al amparo del
actual estatus arancelario.
Peticiones
En fin, Señor Presidente, Señorías, estas son, a grandes
rasgos, las peculiaridades y las necesidades que, en nuestra
opinión, justifican un tratamiento singular por parte de la
Unión Europea para nuestras dos ciudades. Un tratamiento
específico de características parecidas al dispensado a las
regiones ultraperiféricas, que debe tener dos consecuencias
ineludibles y, quizás inmediatas:
a) El mantenimiento, y si es posible, el incremento de las
ayudas que ahora se reciben, con independencia de cual sea
la evolución del PIB per cápita en términos comparados con
el resto de la Unión. A estos efectos debe tenerse en cuenta
el precedente del vigente periodo de programación, donde se
consideró, para un incremento de las ayudas, nuestra
singular condición fronteriza; y
b) El reconocimiento y autorización, en lo que proceda, de
las ayudas de Estado e incentivos que sean precisos para
contrarrestar eficazmente los efectos que, en los servicios
públicos, en la actividad económica, en el empleo, y en la
cohesión social, tienen los tantas veces mencionados
condicionantes estructurales.
Pero, Señor Presidente, Señorías, con ello no basta. Si de
verdad se quiere prestar atención a las difíciles y
complejas circunstancias que en nuestras dos ciudades
concurren; si de verdad se quiere cumplir con la obligación
de propiciar la igualdad de todos los españoles en niveles
de vida, en calidad de los servicios públicos, y en
oportunidades de empleo; con independencia de que vivamos en
nuestras dos ciudades autónomas, en la península o en las
islas; resulta imprescindible, e insustituible, la decidida
acción de los poderes del Estado.
Al servicio de los expresados objetivos, con base en los
argumentos que he tenido la oportunidad de exponer en esta
comparecencia, y desde la más sincera y absoluta lealtad
institucional, las dos ciudades hemos planteado, y
defendemos, un conjunto de medidas que, en resumen, se
corresponden con:
1.- Compensar a las dos Ciudades por los mayores costes que
en los servicios transferidos ocasiona el hecho fronterizo y
la extrapeninsularidad.
2.- Establecer los mecanismos que sean necesarios para
garantizar unos precios iguales a los del resto de España en
los servicios básicos de abastecimiento de agua, depuración
de las residuales, tratamiento y eliminación de los residuos
sólidos urbanos, y suministro de energía.
3.- Intensificar los esfuerzos en cohesión social y en la
lucha contra las condiciones de marginalidad.
4.- Ampliar las bonificaciones y deducciones en sociedades y
en el IRPF, al objeto de incentivar la inversión y el empleo
y favorecer la residencia.
5.- Consolidar y ampliar el régimen de bonificaciones en las
cuotas a la Seguridad Social, de conformidad con los
acuerdos que al respeto han sido alcanzados.
6.- Revisar el IPSI, con la finalidad de que, sin perder su
función fundamental de garantizar la suficiencia financiera
de las haciendas de nuestras dos ciudades, sea, al mismo
tiempo, un instrumento que favorezca la mejora de la
competitividad del tejido productivo local, y en particular
del comercio.
7-. Abaratar el precio de los transportes marítimos y
aéreos, para evitar que estos precios sean barreras
insalvables para el desarrollo de nuestras dos ciudades; y
8.- Considerar a los puertos de nuestras dos ciudades como
infraestructuras vitales para satisfacer aprovisionamientos
básicos y para la comunicación con el resto de España,
reconociéndoles, por tal motivo, un trato especial en el que
no prime el criterio común de viabilidad y racionalidad
empresarial.
De cualquier forma, y participando de las difíciles
circunstancias económicas y presupuestarias que a todas las
administraciones nos ha tocado vivir, también queremos dejar
constancia de nuestro compromiso con la austeridad y la
contención del gasto, procurando, a estos efectos,
optimizar, hasta el límite de lo posible, los recursos
disponibles.
Despedida y cierre
Para terminar, y reiterando mi agradecimiento, tanto por la
invitación como por la atención prestada, me van a permitir
que les traslade dos últimas convicciones:
Una, que Ceuta y Melilla necesitan de la ayuda solidaria del
Estado y de Europa para afrontar y superar las difíciles
circunstancias que, en forma de condicionantes
estructurales, en nuestra dos ciudades concurren. Una
petición que planteamos a quien puede, pero, sobre todo, a
quien estoy seguro de que quiere.
La otra, que Ceuta y Melilla merecen ser ayudadas, porque
representan un ejemplo de vocación permanente de servicio a
España, y un modelo de convivencia basado en el aprecio y
respeto a la diversidad cultural y étnica, en el imperio de
la ley, en la supremacía de los valores democráticos
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