Lógico que estemos tramando para
instalar una mesa de recogida de firmas, el texto a firmar
extremadamente levantisco y salpicado de una única
reivindicación: “Queremos a nuestro toro en el Monte Hacho”.
Están desde el pasado diciembre en facebook, me refiero a
los de la “Iniciativa por la implantación del todo de
Osborne”, plataforma que aglutina a todos aquellos que
deseamos llevar a cabo la exaltación de la españolidad de la
ciudad. Aspiración legítima mantenida durante años y que
vino a encontrar eco en Melilla, por aquello de
“adelantada”.
¿Que por qué Melilla tiene el título de “adelantada”? Pues,
amen de por haber tramado, conspirado, buscado, encontrado,
comprado y transportado “nuestro” toro por otra razón
políticamente “incorrectísima”, más, infinitamente más que
“muy” incorrecta ya que se “adelantó” al Alzamiento Nacional
que en el resto de España fue un 18 de agosto de 1936 y en
Melilla un 17 de agosto del mismo año. Pero “eso” no se
puede contar, ni recordar, ni decir, ni tan siquiera pensar.
No existe. Así que, de adelantamiento nada, si un caso algo
de premura, una pizca de aceleración y un algo más de
iniciativa que nosotros. Por lo del astado.
Y es que Imbroda es mucho Imbroda y ha colocado al de
Osborne en lugar bien visible, reivindicando y proclamando
españolismo con eñe de España y redaños con otra eñe también
muy española.
Por ello los facebukeros de la Plataforma echan la hiel de
rabia, recuerdan que “aquí” hubo un toro en San Amaro y
quieren investigar quien se llevó a nuestro toro, cuales
fueron las circunstancias que motivaron su desaparición y si
fue algún amigo de lo ajeno quien se apropió de él y lo
birló de pésima manera. Lógico que estemos tramando para
instalar una mesa de recogida de firmas, el texto a firmar
extremadamente levantisco y salpicado de una única
reivindicación: “Queremos a nuestro toro en el Monte Hacho”.
Pero no deprisa y corriendo y de cualquier manera, sino en
condiciones e infinitamente superior al astado melillense,
es decir, que la silueta de nuestro símbolo patrio debe ir
bordeada por luces de manera que, desde toda Ceuta y desde
la mar, se refleje cada noche la sombra iluminada del toro.
Y no solo eso, sino, ya que lo venimos solicitando con
reiteración, adornar la testuz del animal con una virgulilla
de la eñe de España entre la cornamenta.
Resaltar y ennoblecer cada denominación con nuestra graciosa
y airosa virgulilla autóctona es algo que hemos pedido
machaconamente a través de este diario y no nos han hecho ni
puto caso. Lo que viene a significar que, las Autoridades no
están por “reflejar el clamor popular” y eso es mala cosa
porque, sin caer en el populismo puro y duro, su miajita de
populismo siempre es muy refrescante y da idea de la
cercanía y hasta del apareamiento intelectual entre los
ciudadanos y aquellos que nos gobiernan. El pueblo y la
Plataforma anhelamos esa representación que enlaza con la
tradición táurica de la Iberia Vieja, llevamos la imagen
impresa en nuestra memoria histórica, acoplada en los genes,
tatuada con fuego en el ADN celtíbero, que es el nuestro y
es el latido de nuestra irrenunciable y no manipulable
Historia de España.
Pero los “Poderosos” pueden alegar que no hay presupuesto
para instalar simbologías entrañables que nos producen un
contento colectivo y si esta es la respuesta la nuestra será
que haremos colectas y cuestaciones, nos rascaremos el
bolsillo, mendigaremos si es preciso en nombre de la
Tradición con mayúscula y de los Cojones con más mayúscula,
para conseguir legalmente que nuestro deseo se materialice.
Y recalco “legalmente” porque, si a algún listo facebukero
aparece con un camión sospechoso y un astado poco fiable en
cuanto a su origen y que presenta la inquietante
característica de llevar las patas aserradas mientras que en
Melilla se lía una revolución porque les han robado a su
toro con nocturnidad y alevosía, entonces no tendremos más
remedio que dudar sobre la procedencia y avisar a la Policía
Judicial.
Queremos un toro con papeles y con certificado de origen. Y
también instalarlo celebrándolo con una verbena donde haya
agua, azucarillos y aguardiente. Y un barquillero que venda
barquillos con canela. Y un organillo que toque chotis y
pasodobles. ¡Cuanto contento! Y ese sentir es importante,
porque, si la felicidad es casi inalcanzable como estado
continuado, mil instantes de contento sí son factibles y es
obligación moral y ética de los Gobernantes el luchar por
ofrecer al pueblo ocasiones de contento.
Y también es obligación irrenunciable hacer caso a la peña
taurina de facebook.
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