El pasado domingo me lancé al tour turístico habitual ya
que, para conocer las ciudades, hay que pasearlas y
andarlas, de lo contrario no te enteras y para opinar o
analizar hay que haber palpado las cosas sobre el terreno.
Me habían hablado en términos elogiosos del nuevo sendero de
Benítez a Benzú, inaugurado por el Delegado de Gobierno,
recordé haber visto unas fotos del Gato Carracao
inspeccionando el terreno y como ese felino político es muy
talentoso decidí alargarme. Y me topé con el primer
asentamiento típico de gitanos rumanos de la ciudad por lo
que exclamé educadamente ¡Hostia, rumanos aquí también!
Preguntándome en mi interior si ya habrían desembarcado los
albanokosavares y contábamos por tanto con una buena
representación de las mafias del Este, como en la Península.
Bajé cautelosamente a la playa donde se encontraba el
asentamiento y pregunté a una gente que andaba por allí
acerca de la zarrapastrosa macrochabola , buscando al tiempo
el depósito de hilo de cobre y la chatarra habitual en esos
enclaves. Pero, para mi sorpresa me informaron de que no era
una chabola sino ¡una granja de pollos! ¿Y que hace una
respetabilísima pero bastante precaria granja de pollos en
un lugar donde se supone que debería estar un paseo
marítimo?.
La curiosidad es malsana, el olor del enclave bastante
pestilente y con reminiscencias de fetidez de “auténtico”
asentamiento y el lugar parecía desolado, no observé ni a
una gallina ni tampoco trasiego de venta de huevos.¡Que
curioso! Se nota que los de Sanidad de esta ciudad tienen
unos criterios muy singulares a la hora de determinar si las
instalaciones de una granja cumplen con los requisitos
mínimos de la Unión Europea en cuanto a higiene y demás
inconvenientes de vivir en el siglo XXI en España.
¿Y “eso” se supone que forma parte del abolengoso proyecto
del nuevo paseo marítimo? Me cuentan que erradicaron los
bares y los chiringuitos de esa zona de playita, pero los
pollos, la peste de los pollos, el patético asentamiento de
los pollos y los vertidos de los pollos los debieron dejar
por huevos. O puede que la cochambrosa construcción
represente algún tipo de “simbolismo” o un mensaje de alguna
manera esotérico que se quiera lanzar a la población en plan
“esto es antes-se ve la chabola-y después-se ve la preciosa
Plaza de la Marina- de votar al PePé”. Como marketing me
parece de dudoso buen gusto, porque si bien en el lugar se
advierte un hedorcillo chabolista, tampoco en el resto del
sendero huele a Trésor de Lâncome. Aunque sí se agradece
alejarse unos metros, no por las gallinas y los pollos sino
porque la orografía presenta las características de un punto
de encuentro de ratas y especies afines.
¿Qué si hice fotos? Por supuesto, para enviárselas a mis
amistades con el lema “Vestigio arquitectónico pre-PePé en
Ceuta”. Tampoco va a ser todo el enviar fotos de los lindos
edificios del Paseo del Revellín con sus volutas de
escayola, ni de las casas decimonónicas, ni de los elegantes
ceniceros urbanos con el escudo dorado de la ciudad. ¿Qué
dicen?. ¿Qué donde están “esos” aristocratosos ceniceros
urbanos?. Pues digo yo que en los almacenes y mientras los
instalan siempre queda la alternativa de alargarse donde los
pollos a tirar la colilla del cigarro porque en esa
cochambre no creo que vayan a multar por ensuciar las
aceras. De hecho no hay aceras y produce muy mal vagío.
Porque se imagina uno que “allí” había un restaurantito
coqueto y pinturero, se lió el tsunami por la falla
Atlántica, llegó la ola, asoló el lugar y al retirarse dejó
esa ruina donde, que, con el tiempo, fue okupada por una
tribu de pollos y de gallinas que se dedicaron al trapicheo
ilegal con huevos, ante la impotencia de las autoridades y
la desesperación de los servicios sociales que se topaban
con la torva oposición de las gallináceas que, para irse,
reclamaban gallineros sociales “dignos” y zonas verdes donde
reciclarse en gallinas-picamierda ponedoras de huevos
ecológicos y no en patéticas aves nutridas con piensos
barateros.
Pero me ha conmovido (soy un ser sensible) toparme con el
chabolismo “a la ceutí” porque, confieso sinceramente, que
no me lo esperaba.
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