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melilla - LUNES, 21 DE MARZO DE 2011


vista de melilla. archivo.

homilía
 

El vicario de Melilla pide a los políticos compromiso, coherencia y a no mentir

Según Juan Manuel Barreiro, vicario episcopal en la misa en la que se celebró el 236 aniversario del fin del sitio que sufrió la ciudad por las tropas del sultán de Marruecos
 

MELILLA
J. Andújar

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Con la presencia de las primeras autoridades se celebró en la Parroquia de la Purísima Concepción la misa de acción de gracias en recuerdo de los que defendieron Melilla durante los cien días de sitio que sufrió la ciudad entre diciembre de 1774 y el 19 de marzo 1775, a manos del sultán de Marruecos. En su homilía, el vicario episcopal, Juan Manuel Barreiro, ante la cercanía de las elecciones autonómicas, enumeró las Bienaventuranzas del Político.

deben primar en los representantes públicos como la credibilidad, la generosidad, la coherencia, el compromiso, el escuchar al pueblo “antes y después de las elecciones” y no tener miedo a la verdad.

Tal como relata la historia, el 9 de diciembre de 1774 el sultán de Marruecos, Muley Mohamed Ben Abdal-Lah, al frente de cuarenta mil hombres, rodeó Melilla con el fin de asaltarla. Durante cien días, la ciudad fue objeto de duros bombardeos y de escaramuzas por parte de las tropas invasoras, que fueron repelidas por los habitantes de la ciudad. El asedio se prolongó por espacio de cien días, hasta la mañana del 19 de marzo de 1775, día de San José, momento en el que el sultán ordenó poner fin a la operación.

El sitio se cobró la vida de 105 defensores, entre soldados y desterrados, una mujer y un niño, así como 584 heridos. Los cuerpos fueron enterrados en “la bóveda de las Ánimas, Patio de Tahona, Bóveda de la Soledad y en los alrededores de la iglesia de la Purísima Concepción”. El rey Carlos III dictó que cada 19 de marzo se celebrase, con un oficio religioso, el fin del sitio en recuerdo a los defensores de la plaza. A la ceremonia religiosa de ayer acudieron, entre otros, el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, miembros del gobierno local y oposición, el comandante general César Muro Benayas y la secretaria general de la Delegación del Gobierno, María Elena Alonso Muñoz.

La ceremonia la ofició el vicario episcopal, Juan Manuel Barreiro. En su homilía, habló de la figura de San José, como “el hombre justo y servidor fiel, esperanza mesiánica, cumplidor, creyente, esposo de maría y padre adoptivo de Jesús”. “Familia, trabajo y fe son los tres pilares que lo describen” y que propugna la Iglesia. Juan Manuel Barreiro recordó que la onomástica de San José, patrón de los trabajadores, se celebra el 19 de marzo, una fecha también de gran relevancia para Melilla en la que se conmemora el asedio que sufrió a manos de las tropas marroquíes.

De aquel hecho dijo que la Historia conserva “el recuerdo de múltiples heroicidades, de sufrimiento terribles asumidos con valor, de un sinnúmero de privaciones y penalidades llevados con entereza, y de renuncia de los propio por el bien común; hechos que hicieron valer la resistencia de la población melillense comandada por el mariscal Sherlock que con buen criterio y atrevida estrategia militar, venció la resistencia de los atacantes que pusieron fin al asedio”.

Manifestó el vicario que Melilla se vive una época compleja marcada por la cercanía de las elecciones municipales, la crisis económica, problemas como el paro, la falta de valores, “el cansancio ético” o la situación geoestratégica de la ciudad, por lo que dijo que lo que se necesita es que aquellos llamados a representar a los ciudadanos ejerzan “el noble ejercicio de la política para alcanzar un futuro mejor para Melilla”. A modo de aliento a todos ellos, les ofreció “Las bienaventuranzas para los políticos” que diera a conocer el cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân, gran defensor de la libertad de expresión, muerto en 2002.

“Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad; el que trabaja por el bien común y no por su propio interés; el que se mantiene fielmente coherente; y el que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto de apoyo de aquélla, la defiende.

Bienaventurado el político comprometido en la realización de un cambio radical, y lo hace luchando contra la perversión intelectual y establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe.
 

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