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OPINIÓN - LUNES, 21 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Una fuente que se agota
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Cuando he visto que, hace tan sólo tres días, el obispo de Ceuta ha ordenado a un sacerdote y a un diácono, me pareció que se volvía a encontrar “terreno húmedo” en una tierra que, poco a poco, se va agotando o agostando.

Y no es que Ceuta haya sido, a lo largo de la historia, una de las ciudades que más sacerdotes haya dado, pero aun así ya hacía tiempo, no recuerdo cuantos meses, posiblemente más de un año que aquí no se ordenaba ningún sacerdote.

Y ¡ojo! Que no es aquí, únicamente, que es una tónica que en el último medio siglo ha ido menguando, hasta el punto de que aquello que era frecuente, la ordenación al final del curso, o en un momento dado, que ya era normal cada año, en ciudades como Ávila, Palencia, la propia Salamanca y otros cien lugares más, ahora se ha convertido en una ceremonia, casi condenada a la extinción, de no cambiar mucho la sociedad y las costumbres.

¿Falta de vocaciones o entrada en lo que es la realidad?. Posiblemente, esto último, una vez que la sociedad ha entrado en una dirección casi opuesta a lo que era la de los años 50 y anteriores del pasado siglo.

Y no sé si en ello han influido “los hijos” o ha sido el rumbo distinto que han tomado los padres, más realistas y más protegidos por la organización de la sociedad hoy, que hace más de medio siglo.

Eso de las “vocaciones” era una palabra, a veces, muy gastada de significado y que pocas veces tenía más alcance que en la propia palabra, porque la realidad era, y ha sido, pero ya no es, que muchos padres mandaban “al crío”, con 8-9 o 10 años, al seminario, sin que el chiquillo supiera qué era aquello y cuando se había querido enterar ya era todo un “mozo”, con alguna de las órdenes recibidas y por el miedo o la hipocresía a salir de allí, si no le gustaba, hacía que llegara a ser cura, no por obra y gracia del Espíritu Santo, sino por el deseo de sus padres, que así se verían protegidos en la vejez.

Es lo que hubo y ya no hay, con lo que el cambio en las propias ordenaciones ha existido en la raíz del hombre, yo de ahí no voy a pasar ahora.

En los últimos 40 o 50 años, el transfuguismo “de los hábitos” a otro tipo de vida ha sido inmenso, y no es que fueran peores los que salieron que los que han seguido, es que unos, posiblemente, fueran convencidos de que se encaminaban hacia algo que les agradaba, porque sentían lo que estaban haciendo, y otros estaban dentro, sin que nadie les hubiera pedido cuentas para ello, con lo que una vez dentro veían que era un problema, por todas partes, el poder dejarlo.

Tengo muchos amigos que han estado dentro y ya no están, incluso algún familiar muy cercano, y tengo otros amigos que ya con una formación sólida, con su porvenir asegurado, se decidieron a entrar en el sacerdocio.

Ni unos son los buenos y otros son los peores, ni a la inversa, pero lo que sí es cierto es que los que entraron, “por su propio pie”, sin que les empujara nadie, fueron convencidos. Los otros, los que estuvieron y lo dejaron, porque aquello no les convencía, tuvieron la dignidad de reconocer que se habían dejado engañar, o que ellos mismos se engañaron, pero que no podían seguir con aquella farsa.

Ahora bien, y me reafirmo en lo que dije antes, las familias de los que lo dejaron, al menos en principio, no lo aceptaron de buen grado, porque sus cálculos habían fracasado. No sé si la Iglesia, hoy, sabe el camino que debe marcar para que la “fuente de las vocaciones” no se agoste o no se agote.
 

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