El sol brilla con fuerza a las
puertas de esta primavera magrebí, mientras si no fuera por
los abundantes minaretes que salpican los dispersos aduares
de la yebala bien pudiera uno encontrarse en la montaña
asturiana. La blanca caliza de las montañas y el verde que
festonea alegre las laderas, junto al azul intenso del mar
que cierra el horizonte hacen que la nostalgia y los
recuerdos vuelen raudos a la cima del “picu Pienzu”, cabeza
de la sierra del Sueve.
Para hoy domingo se esperan en todo Marruecos diferentes
manifestaciones que conmemoren el aniversario mensual del
“Día de la Dignidad” que marcó un antes y un después en la
historia del Marruecos contemporáneo. Sin embargo algunas
cosas han cambiado: el 20 de febrero una buena parte del
pueblo marroquí, me atrevería a decir que apoyada desde sus
hogares por una inmensa mayoría silenciosa, exigió
pacíficamente cambios estructurales en las instituciones del
país mientras, de forma significativa, expresaba sus
simpatías y apoyo a su joven soberano. Hecho diferencial al
de otros movimientos paralelos de la “Primavera del Jazmín”
en Túnez, Egipto y otros países árabo-musulmanes. En
Marruecos no se exigía un cambio de régimen, sino un giro
significativo en el marco político del país. Semanas más
tarde fue no menos llamativo el discurso de Mohamed VI a la
nación del 9 de marzo, como queriendo decir: “Amado pueblo,
yo he comprendido”. Está por ver, ciertamente, la concreción
exacta de los revolucionarios cambios prometidos por el
soberano pero, de llevarse a cabo y no lo pongo en duda,
marcarían un giro copernicano en la trayectoria del país
abriendo de forma efectiva las puertas a una auténtica
transición. De entrada y antes del verano veremos una
reforma profunda de la Constitución, mientras desde la
justicia a la economía pueden ver alterados sus cimientos.
En definitiva, un nuevo proyecto de sociedad capaz de
ilusionar las perspectivas de todo un pueblo. Quizás sigue
chirriando la permanencia como Primer ministro del
desprestigiado Abbas El Fassi, porque el actual gobierno no
tiene la menor credibilidad para abordar tanto las reformas
que se anuncian como la preparación de unas elecciones con
las debidas garantías previstas para 2012.
Hace ahora una semana, algunos medios tanto en Marruecos
como en España magnificaron ciertos enfrentamientos con las
fuerzas de seguridad en Casablanca y para hoy domingo se
esperan manifestaciones en buena parte del país exigiendo
cambios inmediatos. Se imponen algunas observaciones: la
primera es que el pueblo marroquí ya expresó en paz y
libertad sus opiniones, obteniendo una rápida respuesta bajo
la firme promesa de una dinámica en cadena de cambios
estructurales. Pienso que después del trascendental discurso
real del pasado día 9, Mohamed VI bien se merece un margen
de tiempo para abordar, con método y en orden, los cambios
que ha prometido, algunos incluso dejando a un lado ciertas
prerrogativas reales de las que venía disfrutando: desde
sumisas ceremonias no de recibo hoy día a una plena
autonomía para los gobiernos libremente elegidos. Intuyo un
clima de enfrentamiento para este domingo, no achacable en
el “debe” del régimen marroquí. Seré claro como siempre:
entre otras fuerzas oscurantistas, la “yamâa” islamista
radical de Justicia y Espiritualidad (muy extendida en Ceuta
y el resto de España, por cierto) está diseñando una
estrategia de la tensión para intentar poner al pie de los
caballos la dinámica reformista de Mohamed VI. No debemos
caer en la trampa. El Reino de Marruecos se merece, no ya un
respeto, sino una oportunidad. Porque buena parte de los que
quizás hoy salgan a la calle no tienen nada de demócratas...
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