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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ha llegado el momento de los jugadores de la ADC
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El domingo pasado, en la Miscelánea semanal, recordé cuando Rafael Alcalde Crespín, más conocido en el mundo del fútbol por el hipocorístico de Crispi, llegó a esta ciudad para ser entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta. Y que, cuando apenas llevaba unos días en la ciudad, le dijo a José Manuel Gallardo, entonces redactor deportivo de un medio local –digo entonces, porque no sé si ahora es ya redactor jefe-, que deseaba verme para comer juntos y hablar de ciertas cosas pasadas, concernientes al mundo del fútbol. Pues bien, hoy he creído conveniente extenderme.

Quedamos citados en Casa Navarro. Y fue allí, en ese restaurante, donde comer pescado es una delicia, sitio en el cual Crispi le contó a JMG un hecho en el cual él no salió bien parado debido a que yo me negué rotundamente a que se le contratara como futbolista en un equipo que era entrenado por mí.

Llevaba Crispi una recomendación del que era en aquel momento el periodista que más poder tenía en el fútbol español: José María García. Y, por si fuera poco, Miguel Vidal, otro periodista de los que hacían uso y abuso de micrófono, tratando de intimidarme por si acaso yo no daba el sí.

Crispi, en un alarde de sinceridad, le contó a Gallardo de qué manera afronté aquel problema, que no era moco de pavo, y remató la faena alabando mi manera de tratarle a él. Con la verdad por delante. Es más, Crispi me permitió recordar lo que le dije: “Mire usted, Crispi, para mí sería muy fácil dar mi consentimiento a su fichaje y así ganarme la voluntad del poderoso García y su correveidile MV; pero nuestra economía es mala y, además, no es usted la clase de jugador que yo necesito para ocupar una plaza en el medio campo. Antes prefiero a un juvenil de los que vengo viendo”.

Y Crispi cogió sus bártulos y se fue de la capital a la que había llegado total y absolutamente convencido de que recomendado por El Butano era imposible que yo me opusiera a su contratación. Pues los directivos, dado el miedo que le tenían al gran señor de las ondas, estaban dispuestos a firmarle.

A pesar de esa conversación, Crispi entendió que seguía expuesto a mis críticas por ser entrenador de la ADC. Y aseguro que fue capaz de soportarlas con una profesionalidad digna de encomio. Desde entonces procuré no tener más contactos con los entrenadores que fueron llegando a esta tierra. Con unos, porque más que entrenadores parecían señores revestidos de un poder omnímodo; con otros, porque decían y hacían cosas que me causaban hilaridad; y, desde luego, porque no me daba la gana de hablar con ellos. Y mucho menos con los directores técnicos.

Con el último, es decir, con Julio Peguero, que acaba de dimitir por cuestiones familiares, hablé en dos ocasiones -más bien para complacer a alguien- y comprendí que era persona muy pagada de lo suyo.

Con Goikoetxea y Carretero, en cambio, cada vez que acordamos reunirnos para pegar la hebra de cuanto se encarte, me siento la mar de bien. Así que mi mayor deseo es que la ADC se clasifique en el sitio que le otorga el derecho de jugar la siguiente fase. Lo deseo de verdad. Y espero que los jugadores dejen los remilgos a un lado y se involucren en una tarea corta y apasionante.
 

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