Cuenta como es la ciudad y todos le entienden. Expone los
logros y todos se congratulan, porque lo hace con sencillez
y con un orgullo con tintes del terruño, un orgullo que no
es altivo ni vanidoso sino que presenta cada paso adelante.
Los Presidentes de las Autonomías, protocolariamente, han de
representar a nivel nacional a sus ciudades o comunidades.
De ellos depende y mucho la proyección de las comunidades o
ciudades que encabezan, ya que ejercen funciones que entran
en el ámbito de la diplomacia pura y dura. Son “la imagen de
marca”, algunos con escasísimo predicamento, como los
sucesivos presidentes andaluces (dos para ser exacto a cual
peor) y otros de reconocida popularidad, ahí están Esperanza
Aguirre ó Juan Vivas, conocidos en toda España y cuyas
imágenes son ampliamente valoradas en todas las encuestas.
¿Prodigio de marketing?. No, simple eficacia.
No vamos a repetir para no resultar cansinos “lo de las
encuestas”, ni tampoco el hecho de que Vivas tenga la
costumbre de arrasar en las valoraciones. Sencillamente es
eficaz y tiene estrella donde otros (eres) van más que
estrellados. Pero el “ser eficaz” no es el famoso “huevo que
se echa a freír” sino que responde a logros y a resultados
concretos como consecuencia de la realización de actividades
determinadas. Es el concepto “acción” en estado puro, así
nuestro Presidente parece multiplicarse y tener el don de la
ubicuidad, estar en todas partes, en todas las Convenciones,
en los Congresos, en Sevilla, deleitando en el elitista foro
de La Razón que es un ágora, no de Sócrates, sino de los
personajes más ilustres y relevantes de la política española
actual. Todo el que “es” y a quien “se considera” en el
hermético clan intelectual de los políticos con futuro
inmediato de éxito fulgurante, “tiene que estar” en el
exclusivo foro de La Razón. Si nunca “llega a estar” es que,
simplemente, no “es”. He ahí las luces y las sombras, los
gozos y las crueldades de la carrera de los hombres
públicos. A quien se excluye es que está acabado y muchos,
ni en el mejor de sus sueños, serían invitados ni a
participar, ni a debatir, ni tan siquiera a sentarse en las
últimas filas.
Juan Vivas ha estado, Embajador plenipotenciario,
“vendiendo” la marca Ceuta con arte y con artimañas, con
ponderación y con pinceladas de ingenio, con rigor
expositivo y sin parrafadas tediosas. ¿Encantador de
serpientes imbatible en las distancias cortas? Bueno, celos
y recelos despierta en sus adversarios, pero esos mismos
adversarios coinciden en que es un magnífico comunicador y
que sabe transmitir y llegar. A todos los niveles. En el
exquisito foro de La Razón, en las multitudinarias
Convenciones cuya presencia despierta el alarido colectivo
“¡España, España!” por lo que este Presidente significa y
también paseando tranquilamente por las calles y saludando a
fulano y a mengano porque les conoce. Cercanía en el trato y
cercanía en la exposición de su mensaje político, claro,
directo, tipo “el dardo en la palabra”, conciso y
sustancialmente ágil.
Cuenta como es la ciudad y todos le entienden. Expone los
logros y todos se congratulan, porque lo hace con sencillez
y con un orgullo con tintes del terruño, un orgullo que no
es altivo ni vanidoso sino que presenta cada paso adelante
como un logro común de todos y de cada uno de los
ciudadanos. Diserta sobre necesidades concretas y las
presenta como retos a superar y metas a alcanzar. Pide para
su ciudad, ejerciendo de Embajador y de correa de
transmisión de los anhelos, de los deseos y de las esperanza
de ese gazpachuelo ceutí llamado “crisol de culturas” donde
cada componente que va a la olla del puchero es importante,
indispensable, necesario y valorado, porque juntos y
revueltos dan al guiso “el punto exacto”.
Palma de Mallorca, Bruselas, Madrid, Sevilla, el abolengoso
foro de La Razón. Este Presidente va abriendo consulados de
ceutadictos allá por donde pasa, cuenta realidades, se
entusiasma con logros y sueña con objetivos. Y allá donde
aparece asienta la delegación ceutí y hace conocer y acerca
España a España y los españoles a los españoles. Donde
aparecen Vivas y su bigote, está sonando la marca de la
ciudad. Donde proponen Vivas y su bigote, se aceptan las
propuestas. Y aunque no somos el bigote de Vivas, “sentimos”
que estamos todos y que nuestro Embajador está “dando la
cara” por nosotros y por nuestro futuro. Y como es de ser
bien nacidos el ser agradecidos, una elegante frase de
gratitud y de reconocimiento, siguiendo las más estrictas
normas de protocolo de la Escuela Diplomática con sede en
Madrid, para este ilustre representante ¡Que viva el viajero
bigote de Vivas!. Porque siempre está.
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