La lectura no es fácil. Quien ama
la lectura sabe perfectamente que ama un ejercicio difícil.
Un ejercicio que exige el compromiso de todas las
facultades. En mi caso, puedo decir que mi pasión por leer
ha dejado mi vista casi arrasada. Y no crean que esté
tratando de darme pote si les digo que mi amor por la
lectura me lleva hasta leerme los artículos de Iván
Chaves.
Lo escrito últimamente por Iván ha sido de suma calidad. Uno
más de los brillantes artículos que le vienen publicando en
un periódico que, al no estar subvencionado (!), subsiste
gracias a las muchas personas que están suscritas al medio.
Personas que, sin duda alguna, andan todas caídas de boca
por cómo Chaves maneja el castellano. Personas que notan una
mejora en todos los aspectos a medida que se acerca el día
en el cual lo escrito por quien fuera niño prodigio de la
política, ve la luz. Es más, cuando se publica ‘A los Cuatro
vientos’ resulta imposible hallar un ejemplar en ningún
punto de venta. Y es así porque leer a Chaves se ha
convertido en una gozada.
La fama de Iván Chaves como escritor ha subido como la
espuma. Es decir, su prosa y sus ideas han alcanzado ya suma
brillantez. Y gracias a él, quién lo iba a suponer, el medio
donde colabora se ésta haciendo de oro y ello le permite ser
el único medio independiente que hay en esta ciudad. Los
demás, y sobre todo El Pueblo de Ceuta, cuentan con
escribientes que solamente insultan porque son viles y lo
son porque están sometidos a la voluntad de Juan Vivas.
Eso sí, nuestra voluntad está recompensada por medio de
grandes cantidades de dinero.
El Aróstegui que yo conozco y el que nos vende el PP. Es el
título de lo escrito el martes pasado por quien se ha
convertido en una delicia de escritor: Iván Chaves. Con una
cabeza donde al paso que va me imagino que va a tener muchas
dificultades para cobijar en ella tanta inteligencia, tanto
estilo, y tantos conocimientos gramaticales; a fin de que le
sigan saliendo bordados los enunciados, las secuencias y los
párrafos de unos escritos donde se dan la mano la ética y la
estética.
Verbigracia: “Pero a Juan Luis de verdad lo conozco desde
hace diez años. Recuerdo que cuando acudimos a la primera
reunión de una ejecutiva del PSPC, los que no estábamos
empezando a encargando (sic) de las políticas de juventud,
Juan Luis tuvo un detalle que nos llamó mucho la atención”.
No me digan que no es el párrafo más perfecto que hayan
podido leer en muchos años. Digno de premio por la mejor
sintaxis y por el empleo de dos gerundios que juntos forman
un invento de vocablos que hacen imposible no caer en la
tentación de pedir la medalla al mérito literario de la
Ciudad –si no existe, hay que crearla-, para Iván Chaves.
El resto del escrito cuenta ya con exposiciones
extraordinarias, aunque carentes del enorme interés
despertado por el susodicho párrafo. Aunque sería una
injusticia no reseñar la siguiente escena que nos cuenta
Iván -hermosa, sentimental y llena de apetencias de servir a
los más pobres-. La de cuando su padre recibía los sábados a
Aróstegui. Y ambos, sentados a la mesa de camilla, charlaban
de cómo hacer de Ceuta un paraíso terrenal. Mientras él, o
sea Iván, niño aún, tirado en el sofá veía los dibujos
animados. He llorado a lágrimas vivas. Confieso que me pudo
la sensiblería. Gracias, Iván.
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