Soy de los que opina que pitar un partido de fútbol es
complicado. El árbitro debe decidir en décimas de segundos
jugadas que se prestan a la confusión. Una persona que ha
sido presidente del Comité Técnico de Ceuta, asiduo en las
gradas del Benoliel cuando juegan los equipos ceutíes,
siempre me dice que pitar no es difícil si conoces el
reglamento.
Los conjuntos caballas, unos más y otros menos, se quejan de
los arbitrajes que reciben en la Península. Que si nos han
pitado un penalti que no era, que si el asistente nos ha
machado con fueras de juego inexistentes... La realidad es
que los resultados son muy pobres y los arbitrajes no son
tan parciales, aunque cada uno puede contar la película que
quiera. Cuando juegan en casa es lógico que el ‘Goyu’, el
Ceutí y el Ramón y Cajal deseen que los árbitros no les
quiten nada, incluso puedo entender que en caso de duda, en
una competición mediatizada por los árbitros, favorezcan al
equipo local. Otra cosa es el arbitraje premeditado, preñado
de errores de todo tipo y en el que sabes que el cuadro
ceutí va a ganar sí o sí, haga lo que haga sobre el terreno
de juego. Esto no solo adultera la competición sino que
ayuda muy poco a la formación de estos jugadores, más
pendientes de dejarse caer en el área para que piten penalti
que de jugar al fútbol para ganar el partido por méritos
propios. Estos arbitrajes son una vergüenza para propios y
extraños, intolerables, pero aquí empezando por la
Federación de Fútbol de Ceuta y el comité técnico de
árbitros se mira para otro sitio y se piensa que todo vale
para que estos equipos no desciendan.
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