¿Cantamos nenas? “¡Que bonito, que
bonito!” El día de la mujer. La carrera de la mujer. El
maratón contra el cáncer de mama. El día de la mujer
trabajadora. El día de la madre. El año de la mujer contra
la violencia de género. Todo un agradable y políticamente
correcto folklore en tono a nuestra existencia. ¡Qué
bonito!. Y aquí en Ceuta, todas contentas, reivindicando y
consiguiendo metro a metro los objetivos. Porque somos
listas y muy operativas.
Pero, a veces, también tenemos muy mala memoria y una
sensibilidad muy discutible. El pasado domingo había no sé
que carrera “testimonial”, con autoridades incluidas, porque
a todas las iniciativas del mujerío se suman ”las
autoridades”. Y el pasado domingo, seguramente mientras se
celebraba la correndija testimonial, tuve el inmenso
privilegio de contemplar uno de los enclaves más cargados de
dolor de esta ciudad que cada vez se asemeja a un Mónaco sin
dinastía Grimaldi. Conducía mi colega Juan José Tusset, mi
guía espiritual paisajístico en este enclave y al pasar por
una carretera aminoró la marcha y me indicó un caserón
antiguo, de esos que en otros puntos se restauran para uso
museístico y susurró “Mira, la antigua cárcel de mujeres”.
Tal vez yo no lo hubiera percibido de no habérmelo indicado,
o tal vez sí. Porque es un lugar importante, con una carga
de energía y de tristeza, de inmensa soledad y de silencio,
tan trascendental para la historia viva de la mujer ceutí
que creo que todas las que han pasado por allí tienen que
haber escuchado las voces y los llantos de aquellas pelonas
desnutridas que miraban el mar colándose entre las rejas.
¿Cuándo se hizo el último homenaje a esas mujeres? Quiero
decir el acto normal, la visita con flores y velas blancas,
las canciones en su recuerdo, la promesa de recuperar el
enclave para que trepen por los muros que encierran tanto
dolor las buganvillas reventonas, los jazmines y las
madreselvas que envíen perfume a los espíritus silentes, los
naranjos que anuncien la primavera, que no podemos olvidar
que es en Ceuta donde antes florecen los azahares, el primer
lugar con naranjos floridos de toda España. Me digan, me
cuente ¿Cuándo fue el último homenaje a su presencia y a su
ausencia? ¿Se conocen bien sus historias y sus pesares? Es
un enclave místico que mira al mar, una mirada en la que ha
de buscarse las sobras alargadas de las rejas, el olor
húmedo de los muros, la vaga fetidez de las basuras y del
rancho carcelero. Se encuentra tan cargado de energía y de
esoterismo que me resulta extraño que no empiece a flotar o
a emitir ondas transformadoras en la mejor tradición de la
física cuántica. ¿Y en que lugar enterraban a las que morían
por la tisis o por las fiebres? ¿Es lugar de enterramientos
también? Afortunadamente para ellas no han sido descubiertas
por los “fiebres” de lo paranormal tipo publicaciones “Más
Allá” o programas “Cuarto Milenio” porque esos tipos lo
único que hacen es ir a incordiar con sus aparatos y sus
inventos, molestar a los espíritus, incomodarles y luego
publicar las experiencias para vender más sus productos.
De hecho me resultan antipáticos hasta extremos inusitados,
porque, las almas tristes de nuestras hermanas que durmieron
cobijadas en sus camastros mientras el levante empujaba las
olas, cantando nanas marineras, silbando aquellas salomas
melodiosas que cantaran los pescadores, esas no quieren ser
incordiadas ni comercializadas, sino acompañadas y queridas.
No llevo mucho tiempo en este rincón del sur que añora la
silueta de nuestro toro de Osborne, pero lo que sí puedo
afirmar es que nunca, jamás, he oído referencia alguna a la
antigua cárcel de mujeres y lo que es peor, nunca la he
leído, yo creo que las han olvidado y el olvido es la carga
más pesada para las almas tristes. Que no es que quieran ser
recordadas por vanidad ni por reivindicación, sino que
quieren ser comprendidas y acompañadas, que se les plante
una rosaleda y también naranjos, que la buganvilla del color
del fresón les entre por las ventanas y rompa las rejas.
Velas blancas, un cura con sus gori-goris, flores, canciones
y el recuerdo en bronce de una mujer con el pelo rapado,
esta vez en libertad, mirando el mar, pero que sea una mujer
pelona que sonría desde la libertad y a su lado un ángel,
porque siempre hay un ángel de Dios junto a una mujer que
sufre. Y que esté mirando y vea olas, gaviotas, nubes y
flores.
Creo que eso es importante, más que carreras con lazos, más
que recordar en fecha prefijada los grandes logros y avances
femeninos. ¿Logros? ¿Qué hemos logrado las mujeres? ¿Qué nos
estén arrancando del corazón, a fuerza de prisas y de
horarios laborales la capacidad de sentir la inmensa carga
de penas de lugares en los que sufrieron aquellas que nos
precedieron?.
Conozco a pocas personas en esta ciudad, carezco de “las
relaciones-los contactos-la mano-las amistades-las
influencias” que son necesarias para funcionar. Pero tampoco
me hacen puta falta en esta historia, porque es una historia
de mujeres pelonas y sufrientes y a todas nos atañe por
igual y a todas nos golpea lo mismo y estamos todas
obligadas a poner los huevos, dar la talla y plantar las
buganvillas. Una “operación rescate espiritual” un abrazo
fuerte, cálido, inmenso… Un abrazo para las mujeres que
lloraban mirando el mar.
In memoriam .
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