Millones de personas de todo el
mundo loan el Novruz, día del equinoccio de primavera, como
principio del año nuevo. Desde luego, celebrar la vida y el
sueño de vivir, siempre es un acto que nos estremece y
enternece, nos da más vida si cabe. Hasta las piedras con
ser piedras reblandecen. Una existencia sin celebraciones
sería monótona y aburrida, como un largo camino sin árboles
y sin posadas. En Asia Central, los Balcanes, el Cáucaso, la
cuenca del Mar Negro, el Oriente Medio y otras regiones del
mundo mundial, vienen rememorando esta fraternal fiesta
desde hace muchos años. Sin duda, el cosmos material se
presenta a la inteligencia humana para gozarlo y
compartirlo, para vivirlo y convivirlo unos con otros, sin
exclusiones. Toda persona debe reconocerse criatura de ese
cosmos para poder respetar la creación. Injertar ese
espíritu de primavera siempre es saludable para tomar
sentido pleno de lo que nos rodea, para adquirir conciencia
de que despreciar la naturaleza es como despreciarse a sí
mismo. Formamos parte de ese hábitat, somos hijos de esa
primavera, almas que buscan y rebuscan con entusiasmo la
belleza, el florecimiento del amor; que es, al fin y al
cabo, el que domina todas las cosas.
Yo también me sumo a la fiesta del Novruz, nada es más
fuerte que el verdadero amor. El Novruz incorpora la
afirmación de la vida en armonía con la naturaleza, la
conciencia inquebrantable entre el trabajo constructivo y
los ciclos naturales de renovación y la actitud atenta y
respetuosa hacia las fuentes naturales de la vida. En la
naturaleza conviven todos los estilos humanos, todo lo que
es contrario a ella es horrible. Por desgracia, no siempre
hemos tenido en cuenta la relación inseparable y de doble
sentido entre la salvaguardia del medio ambiente y el
desarrollo. Nos deberían guiar los principios de
responsabilidad común, puesto que todos estamos obligados a
que decrezca la destrucción ambiental. Son muchos los hechos
que evidencian la irresponsabilidad del ser humano en el
manejo de las fuentes de energía y de los recursos
naturales. Son también muchas las razones que prueban
maneras de vivir, de consumo desmedido, que conllevan
consecuencias tremendas. Por ello es necesario tomar razón
cuanto antes de lo que acontece, poner orden y recuperar la
relación armónica de la creación con el ser humano,
encauzando una renovada primavera cósmica, capaz de recobrar
una sana convivencia con la naturaleza. No se puede perder
más tiempo. Vivimos en una época peligrosa. El ser humano
quiere dominarlo todo, sin haber aprendido a dominarse antes
a sí mismo. Por consiguiente, es hora de promover esa
conversión ecológica globalizada y esas conversaciones
humanas, donde hable más el corazón que la mente.
La ONU reconoce el 21 de marzo como Día Internacional del
Novruz. Acoge con beneplácito la labor que realizan los
Estados miembros que celebran esta festividad universal y
universalizadora, enraizada en una tradición que promueve
valores de buena vecindad y de armonía. La conciliación, el
acercamiento de unos y de otros, genera concordia y, es
axiomático, que donde hay simpatía siempre cohabita la
humanidad. En todo caso, estos rituales del día del Novruz,
que van desde restaurar y repintar las moradas o agasajar a
los amigos con banquetes, están inspirados en un espíritu de
fraternización que a todos nos viene bien cultivarlo. El
corazón habla al corazón, que se dice. Sin duda, hace falta
seguir activando los tres grandes principios de la
democracia: libertad, igualdad y fraternidad. Esta última,
la fraternización del mundo, es una dimensión relativamente
olvidada, cuando ese vínculo solidario-comunitario es vital
para afianzar un planeta libre e igualitario. Va a ser muy
difícil esa cohesión social si la humanidad no logra
conseguir ese sentido de solidaridad y de pertenencia, si
las personas no confían en las instituciones democráticas.
En consecuencia, cualquier motivo que sirva para unirnos
bienvenido sea, como esta fiesta del Novruz, que alberga por
sí misma la amistad entre los pueblos y las distintas
comunidades.
Apostar por la fiesta del Novruz es apostar por una cultura
de vida, de paz en definitiva, enhebrado al nuevo día de la
luz. El mundo necesita de estas luces gozosas para subsistir
en medio de las adversidades. Ama un sólo día, el día del
Novruz, y notaremos el cambio. Por algo se empieza. El día
peor empleado es aquel en que no se ha vivido en compañía.
En ocasiones, parece que hemos olvidado que nuestra única
meta es conjugar el amor, vivir en un amor que todo lo
convida y lo alivia como la irradiación del sol tras el
aguacero. Renacer, pues, con el Novruz, me recuerda
asimismo, a aquellos literatos, poetas y pintores
lorquianos, de la ciudad de la Alhambra, que guiados por el
gran señor de la poesía, Juan de Loxa, salían a la estación
del tren a recibir a primavera para ofrecerle sus más níveas
metáforas y la luz más pura que se puede verter en una
sonrisa. “Ha llegado primavera”, preguntaban a todos los
viandantes, y la verdad, que siempre alcanzaba el andén de
los sueños, pero aún nadie sabe cómo llegaba y por qué
llegaba. Indudablemente, podrán cortar todas las flores,
-como dijo Neruda-, pero no podrán detener la primavera. Y
evidentemente, un corazón en paz renace de todas las cenizas
y ve una fiesta, la del Novruz, la de primavera, o la de la
mismísima vida, por todos los caminos que pasa y hasta por
todos los caminos que sueña. Ensalzado sea el Novruz con
todos sus honores y enaltecida la aurora sonriente de una
primavera palpitante. El brindis queda latente... para que
el lector lo renazca.
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