La historia del pasado de las
ciudades se palpa en su patrimonio artístico y dentro de ese
apartado se encuentran los cementerios. Nada les voy a
contar que no conozcan acerca del arte funerario, ni de las
maravillosas visitas guiadas por esos camposantos que son
lugar de reposo de quienes fueron en cada lugar, un libro
abierto de la historia.
No son actividades “macabras” sino referencias obligatorias
para el nuevo turismo cultural que no se centra en
“playa-paella-tinto de verano”. En el cementerio de
Barcelona, mientras los guías explican los maravillosos
monumentos funerarios, toca un cuarteto de cuerda. Son
visitas extraordinariamente emotivas porque ese arte en
especial es muy valorado. Y no son solo los personajes
célebres que descansan entre las avenidas de cipreses y las
rosaledas, sino la belleza de los grupos escultóricos, la
exaltación del arte sacro, el paisajismo, la idea de
misticismo y de recogimiento, todo un entorno de belleza
buscado para honrar el recuerdo.
El camposanto del pueblo malagueño de Torre Bermeja, donde
Antonio Gala tiene su sepultura en propiedad, es BIC, bien
de interés cultural. Y esa es la clave: la cultura y la
historia reflejadas y escritas en las tumbas. Lógico que me
esté refiriendo a lugares donde se aprecian el arte y la
cultura, el camposanto granadino, en su parte histórica es
bellísimo, muy similar al antiguo cementerio de San Miguel
de Málaga, este último víctima de la cultura del
“ladrillazo”, asolado y sustituido por un horroroso parque
temático de la muerte llamado Parcemasa por no sé que
chanchullo, colmenas de lápidas, absolutamente impersonal y
exaltación de “los fallecimientos en serie” deprimente. Pero
el ladrillo es el ladrillo y el cemento es el cemento, ya me
entienden.
¿Un ejemplo fascinante de cementerio histórico? El de
Melilla. Lo he recorrido palmo a palmo, hay nichos, como en
todos, pero es más “cultura de enterramiento” que la tierra
vuelva a la tierra. Alucinante. Arte funerario a nivel de
los lugares con más solera y aún más, monumentos
espectaculares, emotiva belleza en las lápidas de tantos
niños víctimas de la epidemia de fiebres de principios del
siglo pasado, héroes de las guerras de África, militares
ilustres, ciudadanos abolengosos, belleza, belleza y
belleza… Cipreses en todos los camposantos que son como Dios
manda porque el ciprés es el árbol de la paz en nuestra
tradición cristiana y al tiempo el árbol que da la
bienvenida al peregrino y peregrinos son los descansados que
encuentran su reposo en ese lugar. Avenidas de cipreses,
rosales, jazmines y buganvillas en los muros, madreselvas.
En el cementerio melillense está escrita en piedra y en
mármol la historia gloriosa de una ciudad gloriosa y se
honra la memoria de los héroes que fueron y que siempre
serán. Y entrando, a la derecha, entre las primeras
sepulturas, una de piedra caliza del siglo XIX donde reposa
una niña llamada María Josefa, nunca la conocí pero cada vez
que voy, de año en año, la visito porque murió muy pequeña y
sus padres le compraron la sepultura. Mis más encendidos
elogios para Juan José Imbroda, mi gratitud como española
por haber sabido conservar, amar y respetar la historia (al
menos hasta el 2008 cuando acudí por última vez, lo mismo a
día de hoy han entrado las máquinas y han hecho una
escabechina “a la ceutí”) y mi deseo de que siga conservando
la belleza y la magia mística de ese lugar tan maravilloso.
Sí, me encuentro muy sensibilizada con el tema porque, el
domingo acudí con mis amigos Juan José Tusset y con Gabriela
la veterinaria, a recibir mi dosis de espiritualidad en el
cementerio de esta ciudad. Y salí espantada. Mucho cemento,
nada de tierra pisada, cemento puro, duro y descarnado.
Mucho nicho, bueno, es una cultura y algunos tienen buenos
trabajos en las lápidas de mármol, pero yo pedía ver “la
tierra y la historia” ¿Dónde están los héroes, los santos,
los guerreros y los ilustres? ¿Por donde se va a los
monumentos de arte funerario? Cemento y… se lo juro a
ustedes por mis descansados ¡plantas tropicales!. ¿Plantas
tropicales en un camposanto y plazoletas de cafetería de
Torremolinos? Eso y cemento. Monumento a los regulares en
burda imitación al “peine de los vientos”, cemento. Llegamos
a la tierra y unas escasas filas de sepulturas todas con
idéntico crucifijo como si se les hubiera enterrado en
serie. Y otra cosa de hormigón con muchos pinchos para
arriba, vamos, como las maravillosas esculturas clásicas de
Madrid o de Barcelona o de Valencia, o de Granada o ¡coño!
De Melilla.
Lógico que me proponga hacer un minucioso reportaje en unión
de los de mi peña, porque si conté allí diez enterramientos
históricos auténticos creo que conté muchos ¿Adonde han ido
a parar los otros? ¿No existían en Ceuta enterramientos de
los siglos XVIII y XIX? ¿Saben el valor que puede alcanzar
en subasta en Nueva York una lápida “auténtica” en piedra o
en mármol de cualquier enterramiento anterior al XIX? Y no
digamos si es de tema histórico o militar. Ni un ciprés.
Frías avenidas de cemento con unos árboles plantados, muy
tipo nueva urbanización de VPO, plantas tropicales, cemento
y más cemento. Un lugar frío, prefabricado, sin ni un álito
de espiritualidad, la muerte en serie en determinados
rincones, más historia en los nichos con algunos buenos
ejemplos de escultura en mármol, pero ¿Dónde están los
enterramientos históricos y las obras de arte funerario?
Valen una fortuna y no tan solo por las cotizaciones que
pueden alcanzar en subasta, sino porque representan la
historia de un pueblo, el reflejo calizo o marmóreo de su
pasado.
Era un camposanto yermo, irrespetuoso con los descansados,
sin alamedas de cipreses ni rosaledas y con unos pasamanos
chillones de centro comercial cutre. Éramos tres
espectadores helados por el impacto, somos por ahora tres
los investigadores que vamos a preguntar:
¿Quién “ha perpetrado” el estropicio?
¿Y donde están los brocantes y los objetos y adornos
funerarios de las sepulturas? Porque ya saben que, alrededor
de las tumbas se colocaban vasos de mármol, de piedra, metal
o de cerámica a modo de maceteros, jarrones de distintos
estilos, macetones antiguos y muchas esculturas menores en
mármol, piedra o cerámica, lo clásico, angelotes,
querubines, arcángeles, vírgenes y crucifijos de todas las
épocas y mucho candelabro. Y ese camposanto está pelado.
Quedan cuatro objetos sin valor, puramente testimoniales y
bastante deteriorados. Cierto es que los siglos deterioran
los múltiples objetos de arte funerario que acompañan por
respeto a las tumbas, pero ahí permanecen, sé que a veces
algo ha acabado en museos, pero lo normal es que nadie toque
ni ánforas, ni vasos, ni jarrones, ni candelabros, ni
sagradas imágenes, ni los bellos crucifijos. En Ceuta no hay
nada. ¿Cómo es posible?. Lógico que, para honrar a los
descansados nos sintamos obligados a realizar una
investigación histórica sobre el cementerio, a recabar
testimonios, rebuscar en los archivos, remover antiguas
fotografías. Queremos saber que ha sido de la historia de
Ceuta. Queremos preguntar si los seres que descansan en ese
lugar inhóspito merecen plantas tropicales y cemento o
rosaledas y cipreses.
A mi amiga Gabriela le dio ansiedad, los tres nos
encontrábamos ofendidos y tristes, por eso debemos saber
quien o quienes “han perpetrado” que no realizado esa
apoteosis del cemento y del mal gusto, para dirigirles un
público y severo reproche. Y que de paso nos cuente donde se
encuentran la historia de Ceuta y los objetos de decoración
funeraria… ¡Que amarga decepción!.
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