LUNES. 7
Ayer amaneció un día inclemente. Llovía. Hacía frío. Y lo
que más me apetecía es quedarme en casa. Bien leyendo o
viendo los partidos de fútbol que ofrecían las televisiones.
Pero uno, por razones que tampoco entiende, se vistió de
domingo y encamino sus pasos hacia el Alfonso Murube. Tal
vez porque de tanto hablar con quienes uno comparte palco,
resulta que se ha hecho adicto a la asistencia a un estadio
en el cual ha sido protagonista durante una época
diametralmente opuesta a la actual. Finalizada la primera
parte, cuando el Cádiz ganaba por un tanto a cero, habiendo
jugado igual o peor que el equipo local, me encontré con
Pepe Almagro en el descanso. En esa parte del estadio
donde acudimos casi todos los asistentes a la tribuna para
intercambiar impresiones y estirar las piernas. Pepe, en
cuanto le di la oportunidad de meter baza en la
conversación, sacó a relucir el nulo aprovechamiento que del
viento se estaba haciendo por parte de los jugadores
locales. Daba pena ver que Fock, portero local, se
empecinaba en sacar de puerta de manera equivocada. Lo cual
facilitaba el hacer del equipo gaditano. Tampoco entendí
algo que es abc del fútbol: si con dos ‘pivotes’, tal como
ahora se llama el jugar con dos volantes defensivos, no se
logra dominar el medio campo, parcela vital del terreno de
juego, por qué no jugar un cuatro, cuatro dos, con dos
delanteros centro. De tal modo que alrededor de Manolo
Pérez, jugador con cualidades ofensivas, se produjera un
juego equilibrado y capaz de evitarle a Pérez el
agotamiento.
MARTES. 8
Charlo con Emilio Carreira en pleno paseo Alcalde
Sánchez Prado, cuando se une a nosotros Alfonso Conejo.
Y allá que la conversación transcurre por cauces normales.
Salen a relucir las molestias cervicales que viene
padeciendo Juan Vivas. Todas las personas que se
pasan tantos años y tantas horas en un despacho, acaban por
acusar dolores en esa zona. Menos mal que Vivas decidió hace
ya algún tiempo, más vale tarde que nunca, caminar por las
mañanas para combatir el mucho tiempo que se pasa sentado. A
Emilio le dije que me había gustado su manera de enfocar el
debate que había mantenido con Juan Luis Aróstegui.
Emilio no es muy expresivo. Y anda siempre en situación de
alerta. Pero, a pesar de ello, yo sí le noto cuando se
siente satisfecho por cualquier hecho en el cual haya
participado. En esta ocasión, percibí inmediatamente su
estado optimista. No es la primera vez que escribo sobre lo
bien que se le da a Carreira el discutir y argumentar. Por
tener aptitudes para ejercer la dialéctica. Alfonso Conejo,
según sus palabras, está viviendo más que bien en estos
momentos. Y es que lejos de la actividad política, también
hay vida. Tal vez, mejor vida.
MIÉRCOLES. 9
Ayer martes reclamaron mi presencia en una comida. Y no tuve
el menor inconveniente en participar en ella. Fuimos cinco
las personas que nos sentamos a una mesa en Casa Navarro: en
la misma que hace ya bastantes años comí con Rafael
Alcalde Crespín, más conocido por Crispi, cuando éste
era entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta. Y, ante tal
casualidad, durante la comida me pareció oportuno referir la
conversación que mantuvimos Crispi yo y en la que estuvo
José Manuel Gallardo como oyente. Y, puesto ya, no dudé
en relatar la anécdota completa en la que participaron
personajes importantes, de una época, como eran José
María García, Miguel Vidal, periodista mallorquín, y el
ya reseñado Crispi. También tuve la oportunidad de saludar a
Yolanda Bel, portavoz del Gobierno y consejera de
Medio Ambiente, que estaba en el comedor. Y con la que
charlé lo justo pero no carente de interés.
JUEVES. 10
“Uno de los recuerdos más vivos de mi niñez es el de haber
escuchado en la radio el segundo combate de boxeo entre el
norteamericano negro Joe Luis y el peso pesado alemán
Max Schmeling. Schmeling había dejado fuera de combate a
Louis en el primer asalto y la prensa nazi habló con
elocuencia de la superioridad innata de la raza blanca. En
el combate de vuelta, Louis dejó fuera de combate a
Schmeling en el primer asalto, si no me falla la memoria. El
árbitro puso el micrófono ante el vencedor y le preguntó
emocionado: -Bueno, Joe, ¿te sientes orgulloso de tu raza
esta noche?- Y Louis contestó con su deje sureño: -Sí, estoy
orgulloso de mi raza, la raza humana, claro (Gabriel
Jakson). Por tanto, sigo sin explicarme a qué viene que
señores que forman parte de la Coalición Caballas se sientan
ofendidos cada vez que a mí me da por resaltar la
importancia que ha tenido siempre el mestizaje. Me veré
obligado a preguntarle a Mohamed Alí si él no se ha
dado cuenta de semejante desprecio por parte de algunos de
sus socios. Qué cosas…
VIERNES. 11
El sonido del teléfono me despierta de una siesta que estaba
transcurriendo plácidamente. Apenas llevaba veinte minutos
durmiendo cuando hube de atender la llamada. Me quedaban
otros veintes. Que para eso hago uso del despertador. Mi
comunicante, que me había echado de menos en la calle,
debido a que es de los que aún no se han enterado de que yo
transito el centro de la ciudad nada más que dos o tres días
a la semana, me dice que se sorprendió bastante cuando me
leyó el artículo dedicado al debate entre Carreira y
Aróstegui, celebrado en Ceuta Televisión. Pensaba, me
dice, que tú no podías ver a Emilio ni en pintura. Y le
contesto con pocas ganas, la verdad sea dicha, que en mí no
influye en absoluto lo personal cuando trato de destacar la
actuación profesional de alguien. Un futbolista, por
ejemplo, puede ser el más agradable y culto para compartir
con él comida y sobremesa. Y luego, si sus actuaciones en el
campo dejan que desear, no dudo en exponer públicamente sus
fallos. Es lo mismo que me ha ocurrido con Cristina Díaz
-que gerencia la televisión pública-, el que yo lleve
muchos años, pero muchos, sin hablarme con ella, no es
obstáculo para que haya escrito contra quienes la han puesto
a parir cuando no tuvieron huevos de hacerlo siendo
Manolo González Bolorino gerente del medio.
SÁBADO. 12
Me hablan de un personaje que no cesa de alardear de
conocimientos, y que lleva tiempo sometiendo a un duro
castigo a las instituciones y a quienes están al frente de
ellas. La tarjeta de visita del personaje está atiborrada de
títulos y de cargos. Más que una tarjeta parece una carta de
restaurante con varias estrellas. El personaje, en cuestión,
reconoce que ha evolucionado con el paso del tiempo. Y que
está en su derecho de hacerlo. Desde luego que sí. Faltaría
más. Pero su evolución ha sido tan radical como para opinar
una cosa y al día siguiente la contraria, como quien dice.
Pero esa forma de ser no me interesa. En absoluto. Pero sí
el que lleve un tiempo metiéndose en camisa de once varas.
Que es oficio arriesgado y en el que con frecuencia, el
oficiante suele encontrarse con la no buscada horma de su
zapato. Sin embargo, la suerte del personaje es que hasta
ahora no le había prestado la menor atención. La que merece
por su insistencia en, como ya he dicho, meterse en camisa
de once varas. El ir por lana no tiene más que un riesgo:
que le trasquilen a uno. Antes de ir por lana -aunque el
personaje crea que imponen respeto sus títulos y el careto
de mosquetero con que los luce-, es aconsejable tentarse la
ropa, medir las distancias y santiguarse, por si acaso las
cañas se vuelven lanzas.
|