Opino que a la política Fatima Hamed y a esta escribidora,
nos unen más cosas que nos separan. Pertenecemos a opciones
distintas, eso es evidente, pero antes que nada somos
mujeres y madres, después abogadas y siempre perpetuas
agobiadas por los problemas que agobian al mujerío. A toda
la peña femenina.
Por eso una improvisada tertulia en una cafetería,
acompañadas por otra abogada linda, con los pelos rizados y
una sonrisa de oreja a oreja, nos sirve para intercambiar
pareceres, compartir inquietudes, aunar extremos y antes que
nada, no tocar la política. Aunque Fatima, que es mucha
Fatima pese a la expresión inocente que se gasta, no puede
dejar de preguntarme en plan zumbón “¿Vas a votar a
Caballas?” le respondo con acritud “Ja,ja,ja, cuando seas la
lideresa me avisas”. Porque esta joven no es consciente de
su carisma, en absoluto, incluso se ruboriza cuando le digo
que tiene una gran responsabilidad porque es un auténtico
referente para muchas niñas y luego me confiesa la
felicidad, el contento que la embargó aquella vez que su
hijo, a la vuelta del colegio le dijo “Mamá, hay una niña en
mi clase que dice que de mayor quiere ser como tú”. Y no era
ni vanidad ni presunción, sino un toque de alegría porque,
esa pequeña en concreto, quería ser abogado.
Siempre he dicho que la mayor honra para un pintor es pinar
una virgen y que el pueblo le rece; para un médico sacar
adelante a un niño enfermo y que le aparezca un día en la
consulta llevándole a su hijo para que le salude y para una
madre el que un hijo o una hija se sientan orgullosos de
ella y la tomen como ejemplo. Porque el mejor patrimonio
para los hijos no son los ladrillos ni los dineros, esos se
pueden `perder o te los pueden quitar, el mejor patrimonio
es el ser un ejemplo a imitar, porque ser guiado en el
camino no tiene precio.
La joven política me regañó, porque dice que ataco a Mohamed
Alí y yo le aclaro que nadie ataca sin motivo y que si ellos
no se meten en líos, dejan de atacar a trabajadores y no se
empeñan en seguir crispando, yo no me sentiré provocada ni
experimentaré la molestia moral de tener que responder.
¡Pero a mi Fatima que no me la toquen! Porque nos enzarzamos
a hablar del fracaso escolar y sus motivos, de la necesidad
de que a todos los niños les hagan los test para determinar
el coeficiente intelectual y las pruebas para diagnosticar
si existen hiperactividad o déficit de atención. ¿Quieren
que les hable de un hiperactivo famoso? Pues lo fue en su
niñez el gran psiquiatra Rojas Marcos que pasó por todos los
colegios de Sevilla acumuló en su expediente escolar tantos
suspensos que no cabían más en las calificaciones
¿Diagnóstico? Gamberro y sinverguenza. Más adelante, con los
adelantos, hiperactivo, tratamiento, carrera, becas,
doctorados y Director General de Salud Mental de Nueva York.
Todos, absolutamente todos los niños son recuperables, a no
ser que tengan coeficientes muy bajos y en ese caso incluso
también porque los coeficientes se suben con nutrientes
neuronales y medicina ortomolecular. Fatima lo quiere probar
todo, bosquejamos en plan apresurado las pinceladas de un
programa educativo. Y de ahí pasamos a otro tema y nos
enredamos con la psicología y las patologías de los
maltratadores, la joven sabe latín y parece que lleva un
viejo en la barriga de cómo explica los temas, de cómo se
implica emocionalmente, de cómo le gustaría encontrar
soluciones y luego materializar esas soluciones en medidas
aplicadas que no aplicables.
Parece que nos han dado cuerda porque la mezcla de madres y
abogadas hecha humo, todo nos afecta, todo nos alcanza, le
pregunto “Niña ¿Tu crees que, si el Príncipe, en vez de ser
el Príncipe fuera una urbanización de mansiones llenas de
pijos de Qatar con el jeque dueño del Málaga a la cabeza
habría racismo?” Reconoce que no y ríe hasta las lágrimas
cuando le relato el espectáculo de ese estadio de La
Rosaleda hasta los topes y el jeque de Qatar entrando en el
palco con su secretario, vestidos con trajes de Versace,
guapísimos ¡Poderío! Y la afición desgañitándose “¡Qué viva
nuestro jeque! ¡Que viva el moro!” Y luego, en la puerta,
formando un multitudinario y respetuoso círculo en torno al
Ferrari del jeque y haciéndose lenguas de que es el
presidente con más clase de todos los clubes de España.
Racismo no. Es peor, es más cruel, es que, a los pobres, no
les quieren ni en sus casas. Me gusta esta chica, por como
es. Es mi contraria política, es de otro club, pero
compartimos preocupaciones, nos angustian los mismos temas,
nos gustaría aplicar distintos métodos a problemas de
siempre. Si tuviera que elegir a una hija, creo que la
elegiría a ella.
Pero sin pañuelo. Si se quiere tapar la cabeza que se fije
en las elegantísimas qataríes que llevan unos tocados, unos
turbantes y unos cascos lujosísimos en la cabeza que crean
moda. ¿Ven? Por las discrepancias entre pañuelo o tocado
qatarí sí que podríamos discutir. Y muy en serio.
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