El hombre me mira con esa mirada
que tienen los hombres que lo han vivido ya casi todo, y me
dice: “Oiga, De la Torre, cómo es posible que le preste
usted tanta atención a las cosas que dicen los jueves los de
la Coalición Caballas. Pero si esas dos criaturas, el
Aróstegui y el Alí, solamente dicen pamplinas de
la Plaza Mina”. Y remata la faena, con el mismo aire
gaditano: “Ya va siendo hora de que no se les haga el menor
caso a esos panarrias”.
Muchas son las gentes que vienen catalogando de pamplinas
cuanto dicen los jueves los susodichos políticos de
“Caballas”. Y no pocas también las que han descubierto hace
tiempo que ambos tienen los tarros repletos de vulgaridades.
Sin embargo, nadie se había dado cuenta aún, quizá haya
excepciones, de cómo la estupidez se ha ido apoderando de
ellos hasta límites insospechados.
Así que no creo que haga falta leer el tratado del italiano
Cipolla -se permite pronunciar Chipola para evitar
rimas de mal gusto-, para saber a qué cuadro de estúpidos
pertenecen las dos personas que vienen manejando el partido
“Caballas”, surgido después de haber acabado con la UDCE,
gracias a los intereses particulares de sus dos dirigentes
principales: Aróstegui y Alí.
El primero, es decir, el sindicalista de CCOO llevaba ya
mucho tiempo llamándonos vendidos, miserables, sanguijuelas,
viles, etc., a todos los que escribimos en este periódico:
El Pueblo de Ceuta. Por lo que nos habíamos acostumbrados a
recibir tales insultos semanales. Por cierto, El Pueblo de
Ceuta, llueva o ventee, lleguen o no los barcos o los
helicópteros, siempre está a su hora en los puntos de venta.
Prueba evidente de que se ha invertido en maquinarias y
apostado por dar trabajo a varias personas, en tiempos donde
las inversiones escasean. Perdonen la digresión.
Del segundo, Mohamed Alí, de quien nunca me cansaré de
repetir lo mucho que le debe a esta Casa, para a su vez
recordarle su mal proceder cada vez que asiste con el
sindicalista a una conferencia de prensa los jueves, por no
decir ni pío cuando se nos insulta, la verdad es que no
esperábamos que fuera tan ingrato. Tan desleal. Tan
desagradecido. Tan poco fiable. Pero hace tiempo que
comprendimos que no se le pueden pedir peras al olmo.
Lo que no entraba en mis cálculos es que los dos dirigentes
principales de “Caballas”, los que hacen y deshacen a su
antojo en el partido, cayeran en el error de indisponerse
con los empleados de Correos y con los profesionales de la
televisión pública. Echándose encima, además, a la UGT y a
la Central Sindical Independiente de Funcionarios.
Error lamentable, para ellos, propiciado por dos lumbreras
que han acordado una alianza que les está sirviendo para
darse a conocer cual dos estúpidos de gran relieve. Porque
hay que serlo para hacer posible que sus denuncias contra
Cristina Díaz, que gerencia la televisión pública y
contra el jefe de los informativos, Andrés Sánchez,
haya propiciado una especie de corporativismo que era casi
imposible que se hubiera dado en condiciones normales.
La estupidez de estos señores, que han dado en la manía de
atentar contra todo lo establecido, por sistema, encaja
perfectamente en el apartado siguiente: tratan de perjudicar
a los demás. Y lo único que están consiguiendo es
perjudicarse a sí mismos. He aquí, pues, a dos chuflas. Que
están con el polvorón.
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