Examinando el discurso de la Coalición Caballas acerca de
constituir una “Agencia de Igualdad” encontramos punto por
punto, idénticos motivos que los que llevaron al gobierno
socialista a realizar su fracasado “Ministerio de Igualdad”.
Examinando el discurso de las políticas de la Coalición
Caballas acerca de sus aspiraciones a constituir una
“Agencia de Igualdad” encontramos punto por punto, idénticos
motivos que los que llevaron al gobierno socialista a
realizar su fracasada, criticada y vituperada iniciativa del
“Ministerio de Igualdad”. En política, las improvisaciones y
los experimentos encaminados a dar empleo, cargo y
colocación a los fieles y a los afines, no suelen acabar
bien. Y el Ministerio de Igualdad con Bibiana Aído (hoy
pendiente de hacer números con el Tribunal de Cuentas) como
flamante “ministra” fue un fiasco que nació y murió vacío de
contenido. De hecho ya no existe.
Todo planteamiento en clave “buenista” y con tintes
demagógicos, a día de hoy, siglo XXI, tiene que sustentarse
sobre una sólida base doctrinal y estar anclado en motivos
muy concretos. Sin vaguedades ni genéricos intentos “antisexistas”,
un término tan manido, tan pasado, tan años ochenta con la
Transición aún latente, que ya no lo emplean ni las
feministas. Difícil acusar de “sexista” a una sociedad que,
como en la española, las mujeres superan numéricamente a los
hombres en muchas universidades y en sectores antaño tan
poco femeninos como la judicatura y las ciencias puras. De
hecho, las cualificadísimas enfermeras españolas, que están
en la elite europea, son contratadas y reclamadas en
Inglaterra y en Portugal de forma abrumadora.
Nuestras científicas e ingenieras reciben ofertas de las
mejores universidades del mundo. La mujer española, en los
últimos cuarenta años, ha roto esquemas, superado
expectativas, sobrepasado todos los límites y todo ello en
un país donde nuestra memoria genética e histórica comienza
con las primitivas sociedades matriarcales, continúa con las
feroces amazonas a las que se refería Estrabón el romano,
que fue el primer periodista de la Historia de España y
sigue con todo tipo de referencia a mujeres poderosas.
La lucha por la igualdad fue, en su momento, encarnizada. Y
lo que logramos no nos lo dieron gratis, ni fue un regalo,
nos lo ganamos a pulso, poniendo por delante voluntad,
esfuerzo y sacrificio. Porque llega mucho más lejos una
mujer con voluntad que una mujer que sea tan solo
inteligente y hace ya muchos lustros que el rollo de la
“sociedad patriarcal” nos lo pasamos por la tirilla del
tanga. Y es por la evidencia de la independencia total de la
que gozamos, por lo que el discurso de Caballas me resulta
tan anticuado, de alguna manera perteneciente a otro momento
y a otra realidad histórica.
Pero lo que exponen, en su reclamación de un ente llamado
“Agencia de Igualdad” como el otro invento se llamó
Ministerio de Igualdad, son extremos tan archiconocidos, tan
evidentes y tan primarios que se los saben hasta las niñas
de teta. De hecho, me gustaría disponer del espacio
necesario como para realizar una reflexión meditada sobre
los tres puntos que alegan, a saber, educación, empleo y
lucha contra la violencia de género.
Lógico. Educación. Eso ya lo sabemos y lo tenemos luchado
desde los años treinta y cuarenta del siglo pasado, cuando
maestras recorrían España alfabetizando a las mujeres del
medio rural, tratando de mejorar sus condiciones de vida
mediante el conocimiento y enseñarles oficios. Siempre hemos
sabido y sentido en España, que tan solo la cultura nos
haría libres. Era la única salida y la más sublime
aspiración femenina. ¿Derecho a la educación? No nos vamos a
remontar a las primeras mujeres universitarias antes de la
Guerra Civil, vamos más adelante para que me aclaren en qué
momento desde la Transición se le ha discutido a la mujer su
derecho a la educación y a la formación gratuitas. Las
posibilidades han estado ahí en todo momento. La que así lo
ha deseado lo ha aprovechado, la que ha tenido la fuerza de
voluntad y el empeño ha luchado por ello. Yo, personalmente,
he presenciado los denodados esfuerzos de abuelas gitanas
por aprender a leer y a escribir y el empeño de las madres
gitanas de la extracción más humilde, porque sus niños y
niñas, desde la guardería, estudien y se apliquen. Hablo del
colectivo que conozco y que me es cercano. Pero las
oportunidades están ahí. Lo que no se puede es caer en una
especie de imposición paternalista y arrastrar a
culturizarse a personas que rechazan esa posibilidad,
sencillamente porque no les da la gana y hay que recordar
que no estamos en un régimen dictatorial, sino en un sistema
de libertades que oferta múltiples opciones para quien desee
aprovecharlas y subirse al carro.
Pero la libertad conlleva el respeto a quienes no quieren
aceptar las posibilidades. A una niña se la puede forzar, la
ley contempla la obligatoriedad de la educación. Una adulta
tiene que optar en libertad y si escoge, “currárselo”. El
paternalismo y el proteccionismo son conductas que humillan
y ya no se llevan los “salvadores” que van redimiendo al
personal por cojones. La educación está al alcance de todos
los españoles y españolas, el sistema lo garantiza y el
discurso de Caballas en lo referente a la educación femenina
es de otro siglo y de otro lugar. Personalmente se me antoja
extraño, porque, el derecho a nuestra educación ya lo
pregonaban nuestras antepasadas en el siglo XIX y tuvimos
que pasar guerras y calamidades para conseguirlo. Desde hace
mucho la educación dejó de ser un privilegio, desde hace
mucho la educación para las mujeres europeas es una
obligación y una necesidad irrenunciable. No voy a referirme
ni al empleo ni a la violencia de género, eso mañana, porque
la respuesta es amplia, pero el discurso de la Coalición
parece devolver a la mujer a la minoría de edad de otros
tiempos y a referentes ya caducos sobre discriminación y eso
en una España que un día sabe que verá como presidenta de
gobierno a una mujer llamada Esperanza Aguirre. ¿De qué
realidad están hablando?.
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