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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE MARZO DE 2011

 
OPINIÓN / ANALISIS POLITICO

‘Caballas’ y el sexismo: un discurso superado

Por Nuria de Madariaga


Examinando el discurso de la Coalición Caballas acerca de constituir una “Agencia de Igualdad” encontramos punto por punto, idénticos motivos que los que llevaron al gobierno socialista a realizar su fracasado “Ministerio de Igualdad”.

Examinando el discurso de las políticas de la Coalición Caballas acerca de sus aspiraciones a constituir una “Agencia de Igualdad” encontramos punto por punto, idénticos motivos que los que llevaron al gobierno socialista a realizar su fracasada, criticada y vituperada iniciativa del “Ministerio de Igualdad”. En política, las improvisaciones y los experimentos encaminados a dar empleo, cargo y colocación a los fieles y a los afines, no suelen acabar bien. Y el Ministerio de Igualdad con Bibiana Aído (hoy pendiente de hacer números con el Tribunal de Cuentas) como flamante “ministra” fue un fiasco que nació y murió vacío de contenido. De hecho ya no existe.

Todo planteamiento en clave “buenista” y con tintes demagógicos, a día de hoy, siglo XXI, tiene que sustentarse sobre una sólida base doctrinal y estar anclado en motivos muy concretos. Sin vaguedades ni genéricos intentos “antisexistas”, un término tan manido, tan pasado, tan años ochenta con la Transición aún latente, que ya no lo emplean ni las feministas. Difícil acusar de “sexista” a una sociedad que, como en la española, las mujeres superan numéricamente a los hombres en muchas universidades y en sectores antaño tan poco femeninos como la judicatura y las ciencias puras. De hecho, las cualificadísimas enfermeras españolas, que están en la elite europea, son contratadas y reclamadas en Inglaterra y en Portugal de forma abrumadora.

Nuestras científicas e ingenieras reciben ofertas de las mejores universidades del mundo. La mujer española, en los últimos cuarenta años, ha roto esquemas, superado expectativas, sobrepasado todos los límites y todo ello en un país donde nuestra memoria genética e histórica comienza con las primitivas sociedades matriarcales, continúa con las feroces amazonas a las que se refería Estrabón el romano, que fue el primer periodista de la Historia de España y sigue con todo tipo de referencia a mujeres poderosas.

La lucha por la igualdad fue, en su momento, encarnizada. Y lo que logramos no nos lo dieron gratis, ni fue un regalo, nos lo ganamos a pulso, poniendo por delante voluntad, esfuerzo y sacrificio. Porque llega mucho más lejos una mujer con voluntad que una mujer que sea tan solo inteligente y hace ya muchos lustros que el rollo de la “sociedad patriarcal” nos lo pasamos por la tirilla del tanga. Y es por la evidencia de la independencia total de la que gozamos, por lo que el discurso de Caballas me resulta tan anticuado, de alguna manera perteneciente a otro momento y a otra realidad histórica.

Pero lo que exponen, en su reclamación de un ente llamado “Agencia de Igualdad” como el otro invento se llamó Ministerio de Igualdad, son extremos tan archiconocidos, tan evidentes y tan primarios que se los saben hasta las niñas de teta. De hecho, me gustaría disponer del espacio necesario como para realizar una reflexión meditada sobre los tres puntos que alegan, a saber, educación, empleo y lucha contra la violencia de género.

Lógico. Educación. Eso ya lo sabemos y lo tenemos luchado desde los años treinta y cuarenta del siglo pasado, cuando maestras recorrían España alfabetizando a las mujeres del medio rural, tratando de mejorar sus condiciones de vida mediante el conocimiento y enseñarles oficios. Siempre hemos sabido y sentido en España, que tan solo la cultura nos haría libres. Era la única salida y la más sublime aspiración femenina. ¿Derecho a la educación? No nos vamos a remontar a las primeras mujeres universitarias antes de la Guerra Civil, vamos más adelante para que me aclaren en qué momento desde la Transición se le ha discutido a la mujer su derecho a la educación y a la formación gratuitas. Las posibilidades han estado ahí en todo momento. La que así lo ha deseado lo ha aprovechado, la que ha tenido la fuerza de voluntad y el empeño ha luchado por ello. Yo, personalmente, he presenciado los denodados esfuerzos de abuelas gitanas por aprender a leer y a escribir y el empeño de las madres gitanas de la extracción más humilde, porque sus niños y niñas, desde la guardería, estudien y se apliquen. Hablo del colectivo que conozco y que me es cercano. Pero las oportunidades están ahí. Lo que no se puede es caer en una especie de imposición paternalista y arrastrar a culturizarse a personas que rechazan esa posibilidad, sencillamente porque no les da la gana y hay que recordar que no estamos en un régimen dictatorial, sino en un sistema de libertades que oferta múltiples opciones para quien desee aprovecharlas y subirse al carro.

Pero la libertad conlleva el respeto a quienes no quieren aceptar las posibilidades. A una niña se la puede forzar, la ley contempla la obligatoriedad de la educación. Una adulta tiene que optar en libertad y si escoge, “currárselo”. El paternalismo y el proteccionismo son conductas que humillan y ya no se llevan los “salvadores” que van redimiendo al personal por cojones. La educación está al alcance de todos los españoles y españolas, el sistema lo garantiza y el discurso de Caballas en lo referente a la educación femenina es de otro siglo y de otro lugar. Personalmente se me antoja extraño, porque, el derecho a nuestra educación ya lo pregonaban nuestras antepasadas en el siglo XIX y tuvimos que pasar guerras y calamidades para conseguirlo. Desde hace mucho la educación dejó de ser un privilegio, desde hace mucho la educación para las mujeres europeas es una obligación y una necesidad irrenunciable. No voy a referirme ni al empleo ni a la violencia de género, eso mañana, porque la respuesta es amplia, pero el discurso de la Coalición parece devolver a la mujer a la minoría de edad de otros tiempos y a referentes ya caducos sobre discriminación y eso en una España que un día sabe que verá como presidenta de gobierno a una mujer llamada Esperanza Aguirre. ¿De qué realidad están hablando?.
 

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