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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

La denuncia de Aureliano Martín
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace treinta años que vivo yo en esta ciudad. Y, durante ese tiempo, no he dejado de ver la llegada de peninsulares que vienen convencidos de que van a cumplir una misión muy principal: la de enseñar a los nacidos en esta tierra. Se presentan hechos a la idea de que en Ceuta prevalecerán sus normas y sus ideas.

Peninsulares que aparecen por esta tierra atraídos por un deseo: el de ejercer como lumbreras. Los tales irrumpen en la ciudad con enormes bríos, encaminados a hacerse notar entre unos pobladores a los que suelen mirar por encima del hombro. Casi siempre suelen terminar haciendo el ridículo. Una situación que les hace incluso salir de esta ciudad con el rabo entre las piernas.

No todos los que vinieron a esta tierra para trabajar, porque gozan de mejores retribuciones y además se aprovechan de los beneficios fiscales, han conseguido hallar el camino que los sitúe en la mejor disposición para que no sigan desprendiendo ese aire de sabelotodo que dejan ver a cada paso.

Quedan, sin duda alguna, destacados personajes que se hacen notar como si estuvieran en posesión de unos conocimientos que les permite enjuiciar a los demás desde una atalaya inalcanzable. De modo que no se cortan lo más mínimo en hablar con una suficiencia rayana en el no va más.

Semejantes personajes, miembros de una minoría que aún queda en esta ciudad, son inconfundibles. Gozan de varios empleos y encima, en sus ratos de ocio, que son más que los que invierten trabajando en su empleo principal, se dedican a tratar de mancillar la vida de quienes pueden presumir de tenerla limpia como los chorros del oro.

Es el caso de José Aureliano Martín. Un tipo raro, de quien se habla lo que se habla y que, sin embargo, uno nunca prestó oídos a lo que se dice de él. Porque jamás me interesó la vida de un cateto que decidió venirse a Ceuta para exhibir sabiduría con la que ilustrar a los ceutíes. Eso sí, a partir de ahora estaré dispuesto a escuchar atentamente cuanto se me diga acerca de un tipo que está siendo observado desde distintos puntos de la ciudad.

-Manolo, ve con cuidado, que el Fulano a quien mencionas es un tío con varios títulos.

Bien. Pues a partir de ahora el tal Aurealiano Martín será para mí un tonto con títulos. Aunque no un tonto cualquiera, no; sino un tonto con balcón a la calle. Que es la aspiración máxima de todo tonto que se precie de serlo. Y, además, le viene muy bien aplicarle el viejo adagio de lo que la naturaleza no da, Salamanca no añade.

Aurealiano Martín, licenciado en Derecho y Economista por la UNED, no deja de ser un paleto refinado a quien habrá que seguirle los pasos, por si acaso incumple sus… obligaciones profesionales. Y, desde luego, desde este momento le invito a que me diga quién se ha metido, como él ha denunciado, en la vida íntima del hombre de sus amores: el secretario general de CCOO. A quien distingue como persona ácida. Tan áspera cual tendente a la mentira, al insulto, y a la bronca por sistema.

A no ser que cuando se habla de mestizaje, al sindicalista le moleste que se propale que las sangres se mezclen para evitar lo que dicen que producen los grupos “puros”, las razas “puras”, las naciones “puras”: aburrimiento… o crímenes. Si es por semejante comentario, bien haría Aureliano Martín en confirmarlo.
 

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