Me preguntan si he visto el debate
mantenido por Emilio Carreira y Juan Luis
Aróstegui acerca de la Manzana del Revellín, en Ceuta
Televisión. Y digo que no. Y digo que no, porque yo apenas
veo ninguna televisión: ni nacional ni local. Algo que me he
impuesto para no caer en la tentación de pasar por el aro de
ver a Belén Esteban: señora que por parir una hija de
un torero se ha convertido en interés nacional. Hasta el
punto de ganar un millón de euros al año a costa de los
españoles seducidos por su historia con un matador de toros
largo en el hacer taurino pero un pobre hombre lejos de los
ruedos.
Quien me pregunta, no tiene el menor inconveniente en
invitarme a que vea el vídeo del debate entre Carreira y
Aróstegui. Y acepto la invitación. Porque presiento que
Emilio Carreira tiene habilidad suficiente para poner en su
sitio al secretario general de Comisiones Obreras.
Comienza el debate, y la moderadora da la palabra a Carreira,
quien comienza su exposición y pone la primera piedra de la
conversación en menos que canta un gallo. En tan poco
tiempo, uno se percata de que Carreira sabe de qué habla y
sin apenas levantar la voz deja entrever que su oponente no
va a tener la menor oportunidad de poner el grito en el
cielo, como es costumbre en él.
Su oponente, Juan Luis Aróstegui, nada más y nada menos que
el hombre más inteligente de Ceuta, según él, cuando le toca
su turno, habla y habla, como suele hacer cualquier
filibustero parlamentario, con el único fin de que su
adversario apenas tenga tiempo para responderle.
Menos mal que la moderadora, joven pero despierta, no duda
en advertirle al señor Aróstegui de que el señor Carreira
está allí para hablar y no para que él monopolice el debate.
Y lo hace con palabras tan suaves como firmes. Y a mí me
complace mucho asistir a una advertencia de semejante corte.
Emilio Carreira no es precisamente persona por la que yo
sienta mucha devoción. Cuando nos vemos, de higos a breva,
solemos guardar las formas e incluso aparentamos caernos
bien. Aunque ambos sabemos que hacemos de tripas corazón,
para no decirnos una guasa. Y esa forma de comportarnos nos
va bien. Muy bien. Por razones que tampoco convienen airear.
Dicho ello, es decir, que entre Carreira y servidor no
existe mucha empatía, me permito destacar el buen debate que
Emilio ha mantenido con Aróstegui sobre las muchas
dificultades que han existido para que haya salido adelante
el Teatro Auditorio de la Manzana del Revellín. Un debate en
el cual Emilio ha sabido, aun reconociendo errores del
Gobierno, dejar bien sentado que no ha habido ningún tipo de
venalidad en la Manzana del Revellín. Y su defensa de los
hechos, ante las acusaciones de Aróstegui, ha sido
brillante. Mientras Aróstegui daba muestras de estar
acogotado.
“La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Y
podríamos seguir ahondando en el asunto de la Manzana. Pero
preferimos quedarnos con las explicaciones ingeniosas y
sutiles de Emilio. Antes que seguir oyendo una verdad
relativa y vulgarizada, con fines electorales. La
construcción del Teatro Auditorio es un hecho. Ahora queda
finalizar el proyecto completo de la Manzana. De la manera
más favorable para los intereses de Ceuta.
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