El mundo de las fronteras y de los
frentes anda en ebullición. Las huidas desesperadas, y la
desesperación que ello conlleva, son una estampa cruel y
bárbara que debemos contener. El éxodo masivo de personas
causado por la violencia cesa en el momento que se respetan
los derechos humanos. Por consiguiente, hay que exigir que
se acaten las normas internacionales o las catástrofes se
van a multiplicar, puesto que las víctimas son cada vez más
numerosas. En consecuencia, es tan urgente como necesario,
hablar claro y hondo, poner orden y reponer raciocinio. No
hay otro decálogo que el siguiente: Que hable el mundo con
una sola voz, la de la paz; con una sola acción, la de la
unidad; con un solo mensaje, la aspiración democrática.
Considérese que el poder absoluto corrompe absolutamente,
que la desunión nos debilita como ciudadanía y que todas las
contiendas son inciviles, no en vano deshonran al género
humano.
El primer martirizado de una guerra siempre es la verdad,
todo se manipula y ¡de qué manera!. De ahí, la vital
importancia de las misiones de observadores internacionales
y de las fuerzas de mantenimiento de paz, como respuesta
afectiva y efectiva a la crisis de gobiernos o a la
necesidad humanitaria grave. Por otra parte, aquello que
genera un terrible sufrimiento humano, llámese poder
absoluto o rechazo del pueblo, hay que intervenirlo para
ejercer la autoridad del respeto hacia toda vida humana. Las
guerras, la miseria humana, las violaciones y violencias
hacia la persona aún son moneda corriente y, precisamente
por eso, es menester que la Comunidad Internacional, deje
oír su voz única y también su gesta única.
Asimismo, considero saludable para el mundo, y para la
humanidad de ese mundo, que se pueda investigar a los países
en conflicto sobre posibles crímenes contra la humanidad.
Toda medida esclarecedora va a tener un efecto reflexivo, y
reflexionar sobre las vidas humanas que se pierden
inútilmente en las luchas, contra todos y contra nadie, es
una lección que todos los seres humanos debemos aprender.
Por eso, la actitud reciente del presidente del gobierno
español, José Luis Rodríguez Zapatero, poniéndose al frente
de quienes apoyan la democratización del mundo árabe, a mi
juicio ha sido una actitud elogiable, porque realmente el
único lenguaje por el que vale la pena pelear es por la vida
en libertad, que es para vivirla y cultivarla.
En todo caso, el mejor escenario para cualquier
democratización es que las masas populares derroten a los
que se atrincheran en el poder más despótico y,
posteriormente, estas mismas fuerzas populares, den paso a
un régimen democrático y conciliador.
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