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OPINIÓN - MARTES, 8 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Marchando una de carnavales!. Cuando los carnavales se politizan o dependen de la decisión de una cadena de televisión, dejan de ser carnavales para convertirse en un acto programado con antelación por la cadena de televisión. Un error que, al final, se paga muy caro porque, sin duda alguna, va en desmerecimiento de los propios carnavales.

Soy un seguidor de todo lo que huela a carnaval. Me encantan los carnavales, y jamás me he perdido ninguno de los de Cádiz o los de mí tierra, disfrutando con las letrillas llenas de críticas, sátira y humor de los carnavaleros. Para mí, personalmente y en persona, los carnavales son una obsesión, por lo que disfruto viéndolos.

Y este año, viendo los carnavales de Cádiz, he sentido la más grande las decepciones, puesto que todo parecido con un auténtico carnaval es, como dicen en las películas “es pura imaginación”. Por eso a las dos de la mañana, entre aburrimiento y bostezos decidí irme a la cama y no aguantar más aquello al que el personal le llama carnaval. Para llorar

Los carnavales se tienen que caracterizar, para eso se hacen, con las críticas correspondientes a las situaciones que viven pueblos ciudades y el propio país. Y para asombro de todos aquellos que amamos los carnavales, este año en Cádiz no había nada que criticar. O sea, en este país nuestro, no pasa nada y la vida es color de rosa y todos somos felices y comeremos perdices. Manda…la cosa.

De seguir por ese camino y no tomar las medidas necesarias por quienes correspondan, ojala me equivoque pero los carnavales gaditanos van a tener que levantar la mano, dirigiéndose al dios Momo y gritar aquello “Salve dios Momo, los que van a desaparecer te saludan”.

Todo ello, como carnavalero, lo lamento en el fondo de mi alma pero, desgraciadamente, es una verdad irrefutable. Los carnavales deben seguir siendo los carnavales, sin tener que intervenir, en los mimos, todos aquellos que sean ajenos a ellos, pues con su intervención lo único que consiguen es que los carnavales, cada día, sean menos carnavales, para convertirlos en un espectáculo de canciones que nada tienen que ver con el carnaval.

La programación, es la programación y a ella hay que ajustarse, que para eso los anunciantes son los que pagan, y el que paga exige y sin publicidad es muy difícil realizar un programa, con más de ocho horas de duración. Y el que paga, paga y cartucho al cañón. Y eso es lo que hay, que son como lentejas, el que quiere las come y el que no las deja.

Así, como el que no quiere la cosa, después de cada actuación, un alto en el camino para poner publicidad con una duración de siete minutos por barba.

En tiempos pasados, cuando sólo se celebraban los carnavales en Cádiz, los letritas, que los hay muy buenos, daban paso a su inagotable imaginación, burlando la censura y realizando críticas de donde no se podía.

Eso eran carnavales auténticos, que siguieron manteniéndose con el paso del tiempo, hasta que llegó la politización de los mismos. El carnaval a muerto ¡Viva el carnaval!.
 

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