Desde hace muchos años, esa casta
futbolística, que parecen los del “pim-pam-pum”, esto es los
árbitros, si se han distinguido por algo, eso ha sido por no
hablar.
Y no es que sean correligionarios de San Bruno y su Cartuja,
ni mucho menos, es que desde las altas esferas arbitrales,
para que no caigan en contradicciones, les han dicho:”ni
pío” y obedecen, por las buenas o porque si hablan pueden
perder el chollo ese que es pitar en primera o en segunda
división.
Naturalmente que esa obediencia a rajatabla a sus
“superiores” la observan, porque si uno, por bueno que sea,
hablara, lo más posible es que al final de temporada iría a
una categoría inferior y en lo que quedara de temporada no
iba a ser ni el que más pitara, ni el que recibiera los
mejores partidos, cosa que nadie quiere perder, por lo que
significa, especialmente en cuanto a economía, para los
árbitros de primera división.
Con todo esto, pues, se nota y se ha notado siempre, su
personalidad degradada, con muy poquitas excepciones a esto.
Ahora bien, si ellos no hablan que no lo hagan, pero lo más
lamentable es que, ya que ellos no tienen o la capacidad o
la valentía de hablar, porque no les dejan, quieren que
otros, que son libres, quieren y saben hablar, tampoco lo
hagan. Aquí tenemos la incompetencia convertida en soberbia,
con lo que ahora, por segunda vez, intentan que el Comité de
Competición “prohíba” hablar a Mourinho, entrenador del
Madrid, al menos que no hable sobre ellos.
Entramos en el colmo de la incompetencia, la desfachatez y
la falta de personalidad. La vez anterior, el Comité no les
hizo ni caso, ahora es de suponer que suceda lo mismo, y lo
peor de todo esto es que su carácter vengativo les puede
llevar a ser ellos mismos, con verdad o sin ella, los que
escriban algo que el propio técnico haya dicho o que uno de
ellos se lo haya inventado, para así zurrarle “la badana”.
Es peligroso que una competición en la que se mueven tantos
millones esté, en gran parte, en manos de estos personajes
que, con errores casuales o queridos, pueden hacer que una
clasificación cambie considerablemente.
Y en lo que va de año, ya lo estamos viendo, al equipo del
entrenador que habló claro, desde el primer día, le están
cosiendo a tarjetas, le están escatimando penaltis y ahora
tratan de amargar al propio técnico, para ver si arroja la
toalla, cosa que no va a hacer.
Y mal haría Mourinho con callarse, ante estos mindundis,
pero peor harían las altas esferas del club si no llevan
este asunto hasta la misma cabeza de los árbitros, aunque
ahí “cabeza” sí hay, pero con pocas ideas, porque su jefe
nunca fue, como árbitro, de los más pensantes y como
mandatario de los trencillas ya tiene bastante con decir que
sí, a todo lo que le manden.
A lo largo de muchos años hemos mostrado una gran simpatía
por los jóvenes árbitros de las categorías inferiores, pero
los de arriba, desde hace años, también, han merecido y
merecen nuestro total desprecio por el egoísmo que muestran,
por la falta de personalidad y por el revanchismo que,
ahora, intentan imponer a alguien que no es ni hipócrita, ni
fariseo, algo peligroso en un mundo como es el que les rodea
a ellos.
Me gustaría que la misma unión que los árbitros han tenido
para ese escrito contra un entrenador, que no les ríe las
gracias, la tuvieran cuando se comete una injusticia, desde
dentro contra uno de ellos mismo, pero eso no lo tocarán,
estoy seguro.
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