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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE MARZO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los irresponsables
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Leer el Quijote, a pesar de que uno se lo pasa en grande, gozando de los hechos que en él se cuentan, es un ejercicio de voluntad; no en vano se trata de la lectura de un clásico, quizá el mejor; pero, por serlo, exige el sacrificio de no cansarse ante la cantidad de páginas escritas por Cervantes. Uno, por más que dé motivo a ser tachado de lo que viniere al caso, no tiene el menor reparo en decir que se ha leído ya, en tres ocasiones, la obra de don Miguel. Y también no pocos ensayos referidos a la figura del hidalgo manchego.

De entre los ensayos leídos al respecto, entresaco lo siguiente: “Don Quijote se considera a sí mismo un caballero andante pero evidentemente debería escuchar de vez en cuando la opinión de quienes le rodean y medir el impacto social que tienen sus discutibles “hazañas”. Si no lo hace es porque está loco, es decir, porque se ha convertido en irresponsable. Por supuesto, asumir los propios actos y ser capaz de justificarlos ante los demás no implica renunciar siempre a la opinión propia para doblegarse ante la mayoritaria. La persona responsable tiene que estar también dispuesta a aceptar, tras haber expuesto sus razones y no haber logrado persuadir al resto de los socios, el coste en censuras o marginación que suponga su discrepancia. Las palabras de Sócrates en el diálogo platónico Critón, cuando se niega a huir de la cárcel y prefiere arrostrar la condena a muerte sin abdicar de sus ideas, constituyen el clásico de esta actitud de suprema madurez cívica”.

En esta ciudad, estamos leyendo, desde hace años, aunque con mayor virulencia en los últimos tiempos, opiniones de mucha irresponsabilidad por parte de varias personas pertenecientes a unas siglas que parecen haber pactado hacer todo lo posible para que se resienta la convivencia.

Los irresponsables pueden ser de muchos tipos. He aquí, pues, dos clases de ellos, que, aunque no mencione sus nombres, seguramente ustedes sabrán quienes son al primer golpe de vista. Cuando a estas personas se les recuerda su trayectoria política, sobre todo al sindicalista, innombrable, jamás reconocen sus fracasos, y, por tanto, no se consideran responsables de sus malas acciones. Es más, siempre acaban buscando excusas para eludir sus responsabilidades.

Otra forma de irresponsabilidad es el fanatismo. El fanático se niega a dar ningún tipo de explicaciones: predica su verdad y no condesciende a más razonamientos. Está convencido, sin duda, de que él encarna el camino recto, y los que le discuten solamente pueden hacerlo movidos por bajas pasiones y sucios intereses, o cegados por algún demonio que no les deja ver la luz.

Los fanáticos tampoco se tienen por responsables ante sus conciudadanos, a quienes miran por encima del hombro y, en cuanto pueden, y pueden casi siempre, tratan de zaherirlos porque no aceptan que estos, cuando llega la hora de acudir a las urnas, sean capaces de hacerle una higa en toda regla.

El fanático principal de Caballas, que es un sindicalista, innombrable, se cree un ser superior. Un ser con una misión trascendental que cumplir… Y, pensando así, no duda en hacer lo que le place para hacerse notar: miente, insulta, tergiversa los hechos, y llama ignorantes a quienes no le votan: casi todo un pueblo. Un pueblo que está hasta los… dídimos de él.
 

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