En una época de tantas, y tan rápidas, transformaciones,
resulta alentador comprobar que hay tradiciones que desafían
al implacable paso del tiempo. Han pasado muchos años desde
aquel frío diciembre de 1855. En la primera noche de aquel
mes se encendió “por vez primera, y seguirá alumbrando en lo
sucesivo, desde la puesta hasta la salida del sol, el nuevo
faro de luz de eclipses, establecido en la cúspide del Cerro
de los Mosqueros”. Nacía, de esta forma, el imponente Faro
de Punta Almina.
Dos siglos, muchas barcos, tormentas y nieblas han
trascurrido. Pero la silueta del faro permanece
inquebrantable y, en la actualidad, son tres apasionados del
mar quienes se encargan del mantenimiento de las
instalaciones. Personas a quienes les ha unido una mezcla de
trabajo y devoción por un oficio que atrapa. Santiago
Tortosa, murciano de nacimiento y ceutí de adopción desde
1988. El caballa Francisco Alarcón, el único de los tres que
no reside en el faro y, por último, el gallego Jorge Lureiro.
Cada uno de ellos se reparte todas las funciones que deben
realizarse diariamente. Tortosa se encarga de la parte
administrativa. Realizó la oposición para formar parte del
cuerpo técnico de Señales Marítimas en 1986. Dos años
después le surgió la oportunidad de cambiar su vida en
Murcia por una nueva en Ceuta. No la desperdició e, incluso,
cuando en el año 1992 se promulgó la Ley de Puertos pudo
optar por abandonar su puesto de farero. La decisión de
continuar no le costó nada, “vocación de funcionario no he
tenido nunca”.
De pequeño admiraba profundamente a su tío, marino de
guerra, y aunque no siguió exactamente sus pasos sí ha
conseguido trabajar en algo tan vinculado con el mar. Desde
que él llegó sólo han tenido dos problemas graves y el
motivo fue igual en ambos casos, “los mayores enemigos de un
faro son los rayos, son auténticas bombas”. Una de estas
tormentas provocó un incendio en la instalación eléctrica y
el servicio tuvo que suspenderse... pero sólo una noche. Al
día siguiente el haz de luz volvió a ejercer su función de
guía.
Para evitar esos contratiempos, a principios de la década de
los 90 quedó instalada un sistema de protección denominado
“jaula de Faraday” que recubre todo el edificio. También en
esa época se vivió un momento determinante como fue comenzar
a depender de la Autoridad Portuaria de Ceuta, en lugar de
la Demarcación de costas de Andalucía, “la inversión y la
atención han aumentado, además del grado de compromiso”.
La función de un faro continúa siendo extremadamente útil a
pesar de la irrupción de las nuevas tecnologías, “no conozco
ningún faro que haya dejado de estar operativo, de hecho, se
siguen encendiendo y construyendo algunos nuevos”. No
obstante, de forma paralela se han desarrollado otros
sistemas de ayuda a la navegación como el “GPS diferencial”.
Aunque en Ceuta no hay instalaciones físicas de esta
tecnología, la red que recorre Tarifa o Málaga si alcanza
las costas ceutíes. El GPS ha sustituido a los radios faro
que sí eran “tecnología obsoleta”. Los sistemas visuales,
por el contrario, “no están cuestionados”.
Tortosa sí lamenta la retirada paulatina de las sirenas de
niebla. Fue una decisión a nivel nacional que, en opinión
del farero, tendría que haber contemplado “casos
particulares”. Las habituales nieblas de agosto en Ceuta
justificaban el mantenimiento de la sirena de Punta Almina,
que dependía del propio faro. La necesidad hizo que tuviera
que instalarse una menor en la bocana del Puerto.
La sensación de estar contemplando un mecanismo fascinante
aumenta cuando Tortosa muestra la joya de la corona del
faro, la óptica de “cristal de roca tallado y bronce”. Un
magnífico artilugio que data de 1917, fecha en la que se
construyó en París. De cerca impresiona y aún más lo hace su
coste, “de valor incalculable ya que ni se fabrican ya”.
Actualmente es una de las más grandes que continúan en
servicio en España, “hay un par de ópticas de dimensiones
similares y en Canarias se encuentra una con un tamaño algo
mayor”. Sin embargo, la gran mayoría suelen ser más pequeñas
y baratas. Su calidad y rendimiento está a prueba de bombas,
“el motor inglés no falla y, además, tenemos uno de
reserva”. La óptica flota sobre una cuba de mercurio que
debe ser limpiada en una operación “tóxica y peligrosa”.
Cada atardecer, como se viene realizando desde hace 156 años
de manera ininterrumpida, se reproducirá el mismo ritual:
Una luz saldrá de la lámpara de forma unidireccional y se
concentrará en un haz que barrirá todo el horizonte. De esta
forma, “el marino tendrá la apariencia de un destello”. Más
de 180 faros en España cumplen con esa misión imperecedera.
Una figura reconocible en muchas de las ciudades costeras,
una tradición marinera sin visos de desaparecer. Las costas
ceutíes volverán a alumbrase hoy con la luz que surge del
Faro de Punta Almina.
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