Incomprensible escena : sobre las
seis de la tarde del pasado martes, Plaza de la Marina,
rincón mágico y apacible en el corazón de Ceuta, personas
mayores, niños, mascotas, palomas y gorriones… Se diría que
Ceuta ha cumplido mi sueño de convertirse en una ciudad de
la ruta “Slow” que es, a nivel europeo lo “más” de la
calidad de vida y del “ecochic”. Las ciudades “Slow” atraen
al turismo de nivel más que la miel a las moscas. Apacibles,
serenas, sin demasiada contaminación acústica, con escasa
contaminación ambiental, lugares amables con un fuerte
sentimiento ecológico y una clara apuesta por la cultura y
por la belleza en todas sus representaciones…
Pero ¡Que Slow ni que coño, con perdón! Un grupo de
muchachos con bicicletas, de esos a los que aquí llaman
eufemísticamente “menoresss…” con mucha “ese” al final y
que, en otros puntos son muchachos normales y corrientes, en
pandilla, sin cascos protectores y sin que las bicicletas
cumplan con las condiciones para circular, nada de luces de
posición, todo de “aquella manera”. Gritos, carreras,
riesgos de atropello, una pareja de guardias les indican
educadamente que allí no pueden estar correteando. Y flipo.
Porque la autoridad no parece reparar en que ni llevan
cascos, ni llevan luces y están molestando. ¿Qué cual
hubiera sido la actitud policial en cualquier ciudad
andaluza? Identificar a los muchachos y pedirles las
facturas de las bicicletas y visto lo visto de que andaban
alborotando, llamar ¡pitiklin, pitiklin! Al furgón y empezar
a cargar “Pásense con las facturas de compra y se las
devolvemos”.
Parece que aquí prima el Slow a la hora de erradicar
molestias, porque en la Península no te has dado cuenta,
piden papeles, no hay papeles y ¡al furgón! todo lo que
pillan, motos, bicicletas y grúas para los coches ¡y venga
multas!.
Pero aquí todo en plan relax y a la media hora, los mismos
bicicleteros se dedicaban a porculear bajando a toda
velocidad por el Paseo del Revellín, asustando a los
transeúntes, velocidad y gritos en plena zona peatonal. No
diré que me imaginé idéntica escena en la malagueña calle
Larios sencillamente porque es imposible. “Eso” no puede
pasar. Los ciudadanos se les hubieran abalanzado para
quitarles las bicicletas y tiene que llegar la policía para
que la cosa no pase a mayores.
Recuerdo que hace un par de años un hombre, con la cabeza
perdida, irrumpió en coche por Larios precisamente, hubo
heridos por atropello y cuando el conductor llegó al final
de la calle peatonal ya le seguía una muchedumbre para
detenerle, le bajaron del vehículo, le dieron de palos y la
policía tuvo que acudir a rescatarle. Los comportamientos
incívicos suelen comportar una muy mala reacción ciudadana y
la gente se amotina muy pronto, se subleva, reclama sus
derechos, se enrabieta y reacciona. Aquí para mi sorpresa,
se limitaban a apartarse y a bajar los ojos, nadie lanzó
patadas a los bicicleteros para detenerles, todo muy Slow,
aunque no atropellaron a ningún paseante porque se apartaban
de un salto. Los muchachos crecidos y sobrados, gritos y
velocidad. ¡Que ciudad tan extraña! En Marbella no hubieran
dado la primera pedalada cuando hubieran tenido a los
guardias a la vera pidiendo las facturas de los cacharros,
porque las autoridades sienten y presientes cuando un
grupillo va a liarla y entonces utilizan normas, leyes,
ordenanzas y reglamentos para evitar conductas de riesgo.
Evitar y erradicar. Porque si a unos tipos se les
intervienen las bicicletas, se les identifica, se les causan
todo tipo de esas pequeñas molestias que son un tributo a
pagar para el desarrollo de una armónica y maravillosa
convivencia ciudadana, se les hace ir y venir a la comisaría
o al cuartel en busca de sus vehículos y se les hace
entender que, la sociedad tiene mil y un intríngulis para
bloquear comportamientos incívicos, entonces esos
bicicleteros, si recuperan sus máquinas previa demostración
de que les pertenecen y tras pagar las multas
correspondientes, jamás vuelven al lugar de sus
experimentos. Nunca. Porque nadie quiere problemas
gratuitos.
Porculear a los ciudadanos sin coste alguno, puede resultar
muy entretenido, porque muchos jóvenes tienen latente el
germen del gamberrismo, natural en esas edades. Pero cuando
el “porcuelo” tiene consecuencias desagradables, molestas,
incordiantes , que si documentación, que si facturas, que si
nos llevamos las bicis, que si esta bici va sin luces de
posición, que si multa por circular por calle peatonal, los
tipos, “allí” no vuelven.
¿Incordios y pierdetiempo para la Policía? Sí, pero es la
única manera y la sola técnica disuasoria para evitar que,
cualquier lugar de la ciudad pueda convertirse en un
circuito, los ciudadanos se asusten y se irriten y se
irriten por dos más uno si aprecian impunidad en las
conductas. ¿Ceuta ciudad “Slow”? Sí, si se ponen los
“yogurines de acero” del conjunto de la Policía, en sus
manos está el que no nos “porculeen” requisito irrenunciable
para convertirnos en tremendamente trendys y declaradamente
lugar “slow”.
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