En los últimos días los ciudadanos
hemos tenido conocimiento de las primeras reacciones
surgidas en la dirección de la primera formación política en
la oposición parlamentaria, UDCE, tras la formalización hace
algunos meses de un proyecto común con la formación liderada
por la “ambición blanca”, el Partido Socialista del Pueblo
de Ceuta. Musa Rahal, cofundador, secretario general y
secretario de organización del Grupo Parlamentario de la
UDCE en la Asamblea, ha presentado su dimisión irrevocable
de todos sus cargos institucionales al comprobar la
“peligrosa deriva” en la que se ve inmersa esta formación
política como consecuencia directa de la unidad de acción
formalizada con el mayor desestabilizador de la convivencia
en la ciudad.
Decisión que atrae a mi memoria numerosos incidentes
protagonizados por un comunista reconvertido, que comenzó su
trayectoria política en las elecciones de 1983, siendo el
número 2 de la candidatura presentada por el PCE, partido
disuelto como consecuencia de las discrepancias de nuestro
protagonista con la directiva nacional. Posteriormente, la
disolución del PCE y las desavenencias internas de
militantes del PSOE con Francisco Fraiz (Alcalde socialista
1983), posibilitaría su regreso a la política a través de la
creación del PSPC, partido que se presentaría por primera
vez en las elecciones de 1987 con Aróstegui en el número 3
de la lista aunque, finalmente alcanzara el liderato de
dicha formación como consecuencia directa de su ambición
desmedida.
Una vez más, la historia parece repetirse tras el
acercamiento promovido desde una formación residual ansiosa
por reeditar triunfos del pasado al objeto de restituir a la
política activa a su líder espiritual aunque, en esta
ocasión no todos los dirigentes de la formación fagocitada
han sido engañados por las promesas ofrecidas. Sin ninguna
duda, esta unidad perjudica gravemente las esencias de la
segunda formación política de la ciudad como consecuencia
directa de la estrategia desestabilizadora implantada en una
coalición en la que los insultos y los menosprecios a la
ciudadanía se han convertido en la nota predominante.
En definitiva, la historia se repite una vez más, los
insultos, las mentiras, las acusaciones, las injurias, las
calumnias y los engaños han regresado a la actualidad
política ceutí. La moderación que ha predominado durante la
última década en el seno de la Asamblea sufre el mayor
ataque de los últimos años. Un ataque que debe ser rechazado
por la ciudadanía en general, sin exclusión alguna. Los
ceutíes no podemos permitir el retorno de estrategias
desestabilizadoras que protagonizaron la etapa más oscura de
nuestro pasado más reciente.
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