Desde un punto de vista comparativo con otros enclaves, el
papel de los partidos de la oposición ceutí parece haber
derivado a una especie de espiral de críticas absolutamente
irreflexivas y carentes de contenido real.
Cierto es que, cualquier grupo que se encuentra en la
posición-oposición, al no haber alcanzado el poder en las
urnas, experimenta un lógico sentimiento de frustración ante
el fracaso de sus expectativas. Pero, que esa frustración
ante el rechazo de un amplio espectro ciudadano a sus tesis
y a sus propuestas, se traduzca en una especie de
sentimiento de venganza contra quienes sí han conseguido el
apoyo de los electores, es la antítesis de la ética
política.
El papel de la oposición queda así desvirtuado y vacío de
contenido. El enfrentamiento sistemático y de algún modo
desaforado contra quienes, por voluntad popular, ostentan el
poder, crea un clima de crispación totalmente artificial.
Porque, quienes se encuentran crispados y ofendidos por el
fracaso de sus expectativas, son los políticos que
representan la oposición, como personas físicas, pero esa
irritación existencial no llega a sus electores ni
afortunadamente cala en ellos. El núcleo de electores que
han votado a unos determinados representantes y ve que estos
no han logrado un apoyo masivo sino que han quedado
relegados a una posición casi testimonial en cuanto
presencia real en ayuntamientos o autonomías, sencillamente
asumen que, las propuestas lanzadas por estos representantes
no han resultado atractivas ni han convencido a la mayoría,
encajan esta realidad, entienden que en un sistema
democrático participativo quienes hablan son las urnas y
respetan los resultados con un espíritu de alguna manera
deportivo : todos han participado y unos han ganado. Nadie
queda traumatizado ni asume el que, a partir de la derrota,
su postura ha de ser de permanente enfrentamiento ni caen en
la insanía de vivir psicológicamente centrados en el
reproche, el revanchismo, la crítica como “modus operandi” y
la irritación cronificada como “modus vivendi”.
En el plano de la vida política, quienes tienen “mal perder”
y actúan sistemáticamente “en oposición a…” y no “como”
simple oposición dentro de un sistema de alternancias,
corren el riesgo de convertirse en nocivos para los
intereses de la ciudadanía y en el caso concreto al que voy
a referirme, he quedado desagradablemente sorprendida al
presenciar las tentativas, concretamente de la Coalición
Caballas, de poco menos que poner palos entre las ruedas del
progreso.
La Coalición referida tiene la costumbre de convocar
semanalmente una rueda de prensa, algo lógico si
consideramos que estamos en periodo pre electoral y con este
tipo de actuaciones y de convocatoria se consigue “estar” de
cara al electorado, se ahorra en propaganda directa y se
utiliza a los informadores de los medios de comunicación
como cadena de transmisión de las propuestas y de las
opiniones de ese grupo político en concreto.
Lo difícil es convocar puntualmente, cada siete días, en
torno a una cuestión puntera que a todos interese. Porque,
lo equivocado de las convocatorias de la Coalición, aparte
del tono que utilizan que es muy poco didáctico, es que se
dedican a exponer problemas de manera abrumadoramente
sistemática, existen “este, este y este problema”. La
respuesta inmediata sería “Muy bien ¿Y qué? ¿Tiene usted
propuestas concretas escritas en negro sobre blanco y letra
redondilla Arial-12 para solucionar ese problema? ¿Ha
estudiado la materia, se ha asesorado con expertos y ha dado
con la clave para solventar el tema?. Porque se trata de
estudiar, con codos, de analizar las cuestiones, de buscar
alternativas novedosas, de resolver con coherencia,
conocimiento y rigor el problema pendiente. Por el bien de
la colectividad, por aportar algo positivo, por hacer
evolucionar y mejorar al espectro social en su totalidad,
con independencia de sus características, ideas o sustratos.
Hacer y aportar algo bueno. Y que a todos beneficie. Hacerlo
con generosidad, sin afán de protagonismo ,huyendo de la
exaltación del “yoísmo”, hacerlo por arrimar el hombro en la
tarea del progreso ciudadano, sin buscar “el voto”, sin
tratar de rentabilizar las ideas brillantes ni las
propuestas novedosas que, a la postre, se rentabilizan.
Porque los ciudadanos se dan cuenta y aprecian el
comportamiento de cualquier político cuando este demuestra
rectitud, coherencia, positivismo, colaboración absoluta sin
afán de protagonismo de cara a la consecución de logros
comunes que en todos repercutan. Y lo digo desde la
experiencia de haber vivido y escrito desde y sobre política
desde las primeras elecciones democráticas, estando esta
escribidora en tercer año de la carrera. En el juego
político el ser un excelente ser humano y tratar de
demostrarlo tiene dos consecuencias : se aprecia por parte
de la ciudadanía y a la larga se amortiza con creces.
Por eso, cuando, en la rueda de prensa de la citada
Coalición, uno de sus representantes solicitó ácidamente que
“durante el periodo electoral no se proceda a la
inauguración de ninguna obra pública porque sería
electoralismo” me pareció estar ante la muestra más
flagrante de estulticia y de mezquindad que pudiere
acontecer en el devenir político.
Estulticia en estado puro e incontaminado por el mínimo
atisbo de racionalidad o de coherencia. ¿Afán de
electoralismo?. Es decir, el Gobierno decide ejecutar una
determinada obra, se realiza la inversión, esa obra
beneficiará de dos formas: como incremento patrimonial
ciudadano colectivo y beneficio para la comunidad y como
generadora de puestos de trabajo, lo que supone empleo y
prosperidad para un buen número de familias, amén de los
beneficios indirectos. El Gobierno lleva a cabo la obra. La
finaliza y la inaugura, porque para eso la ha ejecutado,
para que se utilice. Y no es “electoralismo” ni merece ser
acusada de tal ninguna iniciativa que conlleve progreso y
represente logros concretos y reales.
Paralizar inauguraciones, congelar puestas en funcionamiento
y explicarle a los ciudadanos “Miren ustedes, hemos hecho
esto, pero lo dejamos quieto hasta después de las elecciones
para que Caballas no nos acuse de “intereses electoralistas”
así que se esperan”. Estupor e incredulidad colectivos.
“Pero, estos tíos ¿No han acabado la obra de los cojones? ¿Y
ahora la paran? ¿Y que le va o le viene a Caballas, es que
ellos han hecho algo o han puesto una piedra? ¡Esos están
tontos y ustedes más tontos todavía!”.
¿Qué quieren? ¿Paralizar cualquier iniciativa de progreso de
la ciudad hasta después de las elecciones? ¿Y que va a dar
Caballas a cambio, aparte de lamentos en las ruedas de
prensa? ¿Están al habla tal vez con empresas de energías
alternativas para montar un parque eólico en la parte
trasera del Hacho y generar energía a bajo coste para
beneficiar a Ceuta? ¿Tienen ya los presupuestos para
soterrar los contenedores de basura de toda la ciudad? ¿Han
realizado gestiones al más alto nivel para que Inditex-Zara
instale aquí sus fábricas y no en el país vecino ofertándole
a la empresa todo tipo de incentivos y vacaciones fiscales?
Propuestas concretas cero. Críticas y fulminaciones,
acusaciones terroríficas y lamentos, todos los del Universo.
Tratar de frenar el progreso es una absurda estulticia. Y la
ciudadanía no lo asume porque resulta inasumible. Máxime
cuando a cambio se ofrece “la nada” en estado puro. Porque,
en el fondo y en la forma “La Coalición es “la nada” en la
oposición”.
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