Era viernes, 17 de diciembre de
1982. Ricardo Muñoz era alcalde de Ceuta. Llegó a la
tertulia, todo eufórico, porque Juan Vivas,
funcionario destacado, había hecho un informe sensacional
sobre Ceuta, que le sería presentado al Rey cuando don Juan
Carlos recibiese la medalla que le había concedido la
ciudad.
Aquel día supe quién era Juan Vivas, gracias a que Muñoz nos
dijo, a quienes no estábamos al tanto de la capacidad del
funcionario, que era un economista que ejercía en el
Ayuntamiento, como jefe del negociado de la intervención. Y
el alcalde siguió festejando la lectura que había hecho
Vivas, del tan celebrado informe, ante los concejales y, más
tarde, ante los representantes de cada partido.
En aquel momento, con un alcalde a quien se le caía la baba
cada vez que pronunciaba el nombre de Vivas, fue cuando
pidió la palabra Eduardo Hernández Lobillo, para
pronosticar: “Juan Vivas será con el paso de los años una
figura indiscutible de la política”.
Y los allí presentes, que eran personas destacadas de la
vida pública ceutí, no tuvieron nada que objetar al
vaticinio hecho por el hombre que, debido a su carácter
cauteloso y a lo agudo de su vista, oído y olfato, era
conocido por el zorro plateado.
Juan Vivas era ya entonces todo un personaje en el
Ayuntamiento, y el mejor asesor de los políticos de la
época, donde abundaban los escasos de preparación, por el
gran conocimiento adquirido, en muy poco tiempo, de lo que
él ha llamado siempre la Casa Grande. De la que solía decir
lo siguiente, en ocasiones:
-Quien atente contra la Casa Grande no tiene nada que hacer
en Ceuta. -Debo aclarar, por si alguien dice lo contrario,
que es expresión oída por mí, más de una vez.
Aparte de ello, lo que sí estarán ustedes de acuerdo conmigo
es en el acierto que tuvo EH, profetizando sobre la
espectacular carrera política que le esperaba a Vivas.
Espectacular y larga. La cual le ha proporcionado tanta
seguridad como para atreverse a declarar: “Llevamos diez
años, se refiere al poder, pero si los ceutíes quieren que
estemos veinte, lo estaremos”.
Frase que, aunque edulcorada con el plural mayestático,
expresa la confianza de un hombre que no oculta ya la
autoridad que le conceden los votos y, sobre todo, la que le
otorga saberse querido por los votantes.
De cualquier manera, es decir, por encima de los
conocimientos tenidos por Vivas de la ciudad; de su
preparación como funcionario; de su experiencia asesorando a
gobernantes y de la adquirida tras diez años, siendo la
primera autoridad de la ciudad, hay algo que conviene
resaltar. Y que creo haberlo hecho hace ya mucho tiempo,
pero que sigue siendo aclaración muy válida para entender el
motivo por el cual Vivas podría permitirse el lujo de estar
en el poder hasta que él quisiera.
Me explico, parafraseando a Azaña: salió bruscamente
al Gobierno sin pasar por ninguna de las etapas
preparatorias ni pruebas eliminatorias en que una persona, o
se adapta, o sucumbe. No puede llegarse normalmente a la
cumbre del poder político, en este caso local, y conservar
la integridad y entereza del propio ser, con la vitalidad
del primer año, si ha ido uno sufriendo las mutilaciones de
una larga carrera en el seno de su partido. Vivas, para su
bien, pasó de ser funcionario a presidente. Y lo será hasta
que se aburra.
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