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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

La confianza de Juan Vivas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Era viernes, 17 de diciembre de 1982. Ricardo Muñoz era alcalde de Ceuta. Llegó a la tertulia, todo eufórico, porque Juan Vivas, funcionario destacado, había hecho un informe sensacional sobre Ceuta, que le sería presentado al Rey cuando don Juan Carlos recibiese la medalla que le había concedido la ciudad.

Aquel día supe quién era Juan Vivas, gracias a que Muñoz nos dijo, a quienes no estábamos al tanto de la capacidad del funcionario, que era un economista que ejercía en el Ayuntamiento, como jefe del negociado de la intervención. Y el alcalde siguió festejando la lectura que había hecho Vivas, del tan celebrado informe, ante los concejales y, más tarde, ante los representantes de cada partido.

En aquel momento, con un alcalde a quien se le caía la baba cada vez que pronunciaba el nombre de Vivas, fue cuando pidió la palabra Eduardo Hernández Lobillo, para pronosticar: “Juan Vivas será con el paso de los años una figura indiscutible de la política”.

Y los allí presentes, que eran personas destacadas de la vida pública ceutí, no tuvieron nada que objetar al vaticinio hecho por el hombre que, debido a su carácter cauteloso y a lo agudo de su vista, oído y olfato, era conocido por el zorro plateado.

Juan Vivas era ya entonces todo un personaje en el Ayuntamiento, y el mejor asesor de los políticos de la época, donde abundaban los escasos de preparación, por el gran conocimiento adquirido, en muy poco tiempo, de lo que él ha llamado siempre la Casa Grande. De la que solía decir lo siguiente, en ocasiones:

-Quien atente contra la Casa Grande no tiene nada que hacer en Ceuta. -Debo aclarar, por si alguien dice lo contrario, que es expresión oída por mí, más de una vez.

Aparte de ello, lo que sí estarán ustedes de acuerdo conmigo es en el acierto que tuvo EH, profetizando sobre la espectacular carrera política que le esperaba a Vivas. Espectacular y larga. La cual le ha proporcionado tanta seguridad como para atreverse a declarar: “Llevamos diez años, se refiere al poder, pero si los ceutíes quieren que estemos veinte, lo estaremos”.

Frase que, aunque edulcorada con el plural mayestático, expresa la confianza de un hombre que no oculta ya la autoridad que le conceden los votos y, sobre todo, la que le otorga saberse querido por los votantes.

De cualquier manera, es decir, por encima de los conocimientos tenidos por Vivas de la ciudad; de su preparación como funcionario; de su experiencia asesorando a gobernantes y de la adquirida tras diez años, siendo la primera autoridad de la ciudad, hay algo que conviene resaltar. Y que creo haberlo hecho hace ya mucho tiempo, pero que sigue siendo aclaración muy válida para entender el motivo por el cual Vivas podría permitirse el lujo de estar en el poder hasta que él quisiera.

Me explico, parafraseando a Azaña: salió bruscamente al Gobierno sin pasar por ninguna de las etapas preparatorias ni pruebas eliminatorias en que una persona, o se adapta, o sucumbe. No puede llegarse normalmente a la cumbre del poder político, en este caso local, y conservar la integridad y entereza del propio ser, con la vitalidad del primer año, si ha ido uno sufriendo las mutilaciones de una larga carrera en el seno de su partido. Vivas, para su bien, pasó de ser funcionario a presidente. Y lo será hasta que se aburra.
 

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