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sociedad - DOMINGO, 27 DE FEBRERO DE 2011


JóVENES JUGANDO EN LA MANZANA. F. RASO.

MANZANA DEL REVELLIN
 

Los ceutíes comienzan a
asomarse a la plaza de Siza,
hecha “para el encuentro”

Desde primeras horas del viernes, cuando
quedó abierta tras la inauguración oficial, jóvenes, niños y mayores han empezado a hacerla suya con diferentes perspectivas
 

CEUTA
Tamara Crespo / Fidel Raso

ceuta
@elpueblodeceuta.com

El corazón de La Manzana del Revellín es una plaza, y la plaza está situada a su vez en el corazón de la ciudad. Este espacio, obra como los edificios que lo rodean de Álvaro Siza, busca ser un lugar de encuentro y de paso y ha comenzado a abrirse a la ciudad y a los ciudadanos, que se asuman a ella expectantes y empiezan a hacerla suya. Las visiones que ofrecen son todas interesantes, desde la del niño que nada más entrar en ella corre como no puede hacerlo en muchos lugares de la ciudad y juguetea con el agua de la fuente, a la de la señora mayor que acorta distancias en dirección a Correos. A la mayoría, le parece bonita.

Al arquitecto Álvaro Siza le gustaría ver cómo la plaza que ha creado en el corazón de la ciudad se hace, día a día, “permeable” al tránsito de los ciudadanos. Siza ha creado esa plaza y las dos más pequeñas que se sitúan en otras tantas esquinas del complejo cultural, para que sean “un espacio de encuentro, un espacio en el que se encuentren las personas desde las calles de su periferia”. Así lo ha dejado dicho en muchas ocasiones, incluido -con las palabras antes citadas-, el día de la inauguración.

El deseo de Siza, el objetivo de su arquitectura en Ceuta, con la que ha diseñado “no un edificio o un grupo de edificios, sino un espacio justo en el centro de la ciudad”, habrá de cumplirse poco a poco, pues muchas son aún las personas que, llevadas por la costumbre de una década, continúan rodeando la plaza como si todavía estuvieran puestas las vallas de obra que en esos años han mantenido La Manzana encerrada en sí misma.

No obstante, y a pesar de la fuerza de la costumbre, desde el minuto cero, en las primeras horas del soleado viernes 25, ceutíes de todas las edades comenzaron a asomarse a este nuevo espacio, que durante una década de obras ha permanecido encerrado en sí mismo, cercado con vallas que lo convertían en algo desconocido y que obligaban a rodearlo por calles aledañas sin poder acortar distancias.

“Es un espacio diferente, contrasta”. “Es como un sitio resguardado. No te molesta ni el levante ni el poniente”. “Un sitio bonito para quedar con los amigos”. Con estas palabras la describían José Luis y Mercedes, una pareja de jubilados que estuvieron entre los primeros paseantes.

Dos mujeres, amigas de mediana edad que entraban por la esquina del Ceuta Center discrepaban en sus opiniones. A Mari Carmen le parece “un búnker”. “Me choca un poco...”, decía, mientras su amiga, a la que le gusta la plaza creada por Siza, apuntaba que “lo nuevo siempre choca” y opinaba que hace falta “una comprensión del espacio, tener tiempo” para pensar en lo que significa esta nueva arquitectura en Ceuta.

Alejandra y Javier eran por su parte también de los primeros niños que entraban en la plaza. “Es la primera vez que lo ven; está hecho para que corran”, decía su padre, Javier, mientras los pequeños hacían eso..., corretear por el amplio espacio sin obstáculos y acercarse a la fuente para tocar el agua.

Respecto a si la plaza está o no demasiado vacía, como les parece a algunos por contraste con un parque clásico, Javier lo tiene claro: “También se dice que San Amaro estaba mejor porque los niños corrían más, ahora le han puesto más cosas y no pueden correr tanto. El caso es quejarse”.

La respuesta más unánime es la de Carlos, Evaristo, Alfredo, Miguel y José, un grupo de muchachos de entre 15 y 16 años, alumnos del ‘San Agustín’. También era la primera vez que entraban en La Manzana: “Es enorme”, “soleada”, “está muy bien”, “es arquitectura moderna”, “tiene un estilo muy bonito”, “hacía falta”. Alguno de ellos iba un poco más lejos y reflexionaba acerca del valor del complejo cultural, señalando la importancia de que haya “seguridad” para evitar, advertían, que se pinten grafitis. En definitiva, los adolescentes aseguraban sentirse muy a gusto y anunciaban que será un lugar del que disfrutará a menudo.

Juana Trinidad, una mujer de 77 años, cruzaba en dirección a la plaza de España con su carrito de la compra. Llevaba un dibujo de su vestido de carnaval, pues se define como “carnavalera de pro”. “Ha quedado divino, ¡fíjate qué bien para ir a Correos!”, exclamaba. Aunque el conjunto de blancos edificios le parece “muy bonito”, Juana opinaba, señalando con el dedo la imponente figura del Auditorio, que haría falta “algo que dijera lo que es cada cosa”.

Lo que falta, de hecho son algunos bancos, que irán colocados en los soportales del edificio que discurre en paralelo a la calle Padilla. También se colocarán papeleras, todos elementos sometidos a la supervisión del arquitecto, que ha pedido que se quite de la plaza un cartel que indica la ubicación del aparcamiento subterráneo. Todo es importante para Siza, su arquitectura, tan sencilla en apariencia, es fruto de mil pequeñas elecciones y detalles ocultos, como trucos de magia que esconden lo superfluo para que lo importante, la escala, los volúmenes, la piedra, el color, brillen. Uno de los cambios que se percibirán en breve será la retirada de unos árboles colocados en la jardinera de la esquina del Revellín con Padilla. Son iguales a los que se colocaron en esta última calle y de ellos Siza dijo, con la ironía que caracteriza algunos de sus comentarios, que tenían la copa “al revés”. A él le gustan los que dan sombra, aunque para esa jardinera ha optado por que se adorne con arbustos, a ser posible, sin flor. En la plazoleta frente a Telefónica habrá otra fuente, también diseñada por él, en forma de herradura.

Poco antes de abandonar la ciudad tras la inauguración del Auditorio y la plaza, el arquitecto Avelino Silva, quien durante los últimos años ha colaborado con Siza en la dirección de la obra y que supervisaba algunos detalles de última hora junto a él, señalaba otra cosa que aún falta en este espacio público: un local comercial de restauración con una terraza que le proporcione más vida.

Por la plaza cruzaban también el primer día, en diferentes momentos, los consejeros Kissy Chandiramani y Guillermo Martínez. Este último, cuya consejería ha estado especialmente implicada en el proyecto a través de Procesa y que tiene su despacho en el Ceuta Center, afirmaba que va a cruzar la plaza “casi todos los días”.

Por la noche, cuando el lugar gana en recogimiento, Antonio paseaba con su mujer Encarna. Según contaba, ha trabajado seis años en las obras y considera que “ha quedado muy bien”. “A medida que se despejaba -para la inauguración-, me iba sorprendiendo gratamente”, manifestaba, para agregar que “es cierto que la gente no está acostumbrada a pasar por aquí, algunas veces lo intentaban y les decíamos que no podían pasar, así que costará un poco que se den cuanta de que está abierta”. “Es un gran espacio libre, sin coches”, concluía Antonio.

Algunas mascotas disfrutaban a su manera de la plaza el sábado. Jesús, dueño de un pequeño perrito blanco, un Bichón Maltés, le daba “cuerda” al ver sus ganas de correr en dirección a otro can de su tamaño.

Unos chavales sentados en el gran banco de piedra que el arquitecto se ha encargado también de proyectar aportaban otra visión del espacio: “Es una plaza sin vecinos”, decían. De ahí una de las sensaciones que embargan al paseante, la de calma en el corazón de la bulliciosa ciudad.
 


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