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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE FEBRERO DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Ceuta, el arte y la cultura en libertad

Por Nuria Van Den Berghe


El concepto “arte en libertad” desde una concepción urbana viene a significar la querencia de los europeos por sacar “el arte y la cultura a las calles” para uso, disfrute y refocile de la ciudadanía.

Porque quienes han de gozar y han de “vivir” las manifestaciones artísticas, no son exclusivamente los que se acercan a los museos, para contemplar o estudiar las obras que allí se exhiben o, si son muy afortunados y van muy recomendados, acceder a las “tripas” que son los fondos museísticos, lugar donde suele agazaparse “la créme de la créme” aún por restaurar o clasificar antes de ver la luz de las salas. El privilegio de “vivir y sentir” el arte es un patrimonio espiritual y estético común a todos los ciudadanos, tal vez por ello, las iniciativas del Gobierno de esta ciudad en el sentido de hacer de Ceuta un enorme museo al aire libre, es algo que la colectividad aprecia y valora.

Las ventajas de este enclave marinero ceutí, están en que, las manifestaciones artísticas y culturales se van multiplicando conforme se conoce y se “pasea” el lugar. Museo al aire libre en los paseos marítimos, ornamentados con esculturas clásicas de hondo significado, bronces poderosos, indiferentes al paso del tiempo porque, al clasicismo el tiempo lo embellece y lo patina mientras que, desafortunadamente, algunos lugares de la Península que han optado por meterse a “descubrir nuevos valores” entendiendo lo actual como “moderno y por lo tanto políticamente correcto” no han comprendido que, al igual que “todas” las antigüedades “no son” obras de arte, por el mero hecho de acumular siglos, “todo lo actual” no tiene por qué ser símbolo de progresía y avance, porque, como en todas las épocas, hay auténticas birrias y han de intervenir los criterios de los grandes marchantes y de los galeristas, para tratar de adivinar con mayor o menor éxito, si “ese” autor actual va a revalorizarse o no.

El uso museístico de los paseos, calles y plazas de Ceuta es un acierto. La opción por el clasicismo es una apuesta segura. Y la potenciación, exaltación y revalorización del patrimonio paisajístico en forma de bellos diseños de parques y jardines donde priman las especies autóctonas, llega a ser un poco excesivo. Donde los Gobernantes ven un rincón montan una plaza recoleta, le ponen una fuente ornamental, plantan vergeles en los parterres que se sacan de la manga, avisan a las palomas y a los gorriones y dejan un escenario de postal, para que, los visitantes se hagan fotos sentados en los elegantes bancos de hierro forjado. Me preguntan “¿Es que se vive en Ceuta en plan cocooning?” No es eso. Los ceutíes no están dentro de un delicado capullo como los de la tendencia cocoon, ajenos al exterior. Cierto es que, en otros enclaves, puede no dársele tanta importancia a la estética urbana, ni ser tan extremadamente puntillosos con la conservación del patrimonio común, ni poner un énfasis tan especial en iluminar fachadas de edificios antiguos para “sacar a la luz y poner en valor” la belleza arquitectónica y las características idiosincrásicas de las construcciones centenarias.

Pero si hay un denominador común en la ciudadanía ceutí, es su respeto sin fisuras por el arte y por el patrimonio en cualquiera de sus manifestaciones, el respeto y el orgullo ante ese bien común y el empeño colectivo en conservarlo y destacar sus cualidades de cara al exterior. Aquí, el ciudadano “sabe” lo que tiene y está muy concienciado y comprometido con la riqueza patrimonial de la ciudad.

Así, las magníficas esculturas de bronce, no sufren actos vandálicos, ni se quema el mobiliario urbano, ni se asolan los cuidados jardines, ni se ensucian los lugares comunes, ni se bañan y hacen sus necesidades en las fuentes. Aquí resalta la educación cívica, en todos los arcos de edad, el amor por la belleza y la estética y el respeto visceral hacia las expresiones artísticas.

Es por lo tanto colectiva la satisfacción ante el nuevo auditorio del Revellín, una obra “de autor” que entra en la categoría de “bien arquitectónico singular” y recibirá su correspondiente BIC (bien de interés cultural) de cara a su conservación. Satisfacción por la grandiosidad de la estructura y satisfacción porque supone un incentivo de cara a revitalizar la vida cultural. Preguntaba una informadora cazurra “¿Qué se va a traer aquí? ¿Ópera…?” Y lo decía en tono peyorativo, sobreentendiendo que somos incapaces de apreciar las manifestaciones artísticas, lo que es una ofensa en una ciudad que, como esta, respira arte por paseos y plazas y que presenta la característica de gozar de impresionantes paisajes naturales.

Por supuesto, el auditorio rebosará arte y cultura, canto, música, ballet, danza, recitales poéticos, música experimental, conciertos, teatro y si Dios quisiera ¡una buena zarzuela!. Emocionante la experiencia en un lugar que siente emoción a la hora de potenciar el arte y la cultura, de sacar la belleza a las calles, de diseñar paisajismo para realzar aunque tan solo sean unos cuantos metros cuadrados en un rincón y sacar de allí una plazoleta decimonónica.

Ceuta, un inmenso museo al aire libre.

Pero existe una característica ceutí infinitamente más excepcional, significativa y trascendental que no puedo menos que reflejar cuando hablo de patrimonio y de belleza : Los naranjos de Ceuta son los primeros en florecer de toda España. Se rompen los brotes en flores de azahar y la ciudad entera se perfuma. Cuando los pájaros anuncian la llegada de la primavera, nuestros naranjos ya están en flor. Nos adelantamos, Ceuta “la adelantada en anunciar la primavera”, parece un diseño de marketing, pero es una rigurosa verdad.
 

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