El concepto “arte en libertad” desde una concepción urbana
viene a significar la querencia de los europeos por sacar
“el arte y la cultura a las calles” para uso, disfrute y
refocile de la ciudadanía.
Porque quienes han de gozar y han de “vivir” las
manifestaciones artísticas, no son exclusivamente los que se
acercan a los museos, para contemplar o estudiar las obras
que allí se exhiben o, si son muy afortunados y van muy
recomendados, acceder a las “tripas” que son los fondos
museísticos, lugar donde suele agazaparse “la créme de la
créme” aún por restaurar o clasificar antes de ver la luz de
las salas. El privilegio de “vivir y sentir” el arte es un
patrimonio espiritual y estético común a todos los
ciudadanos, tal vez por ello, las iniciativas del Gobierno
de esta ciudad en el sentido de hacer de Ceuta un enorme
museo al aire libre, es algo que la colectividad aprecia y
valora.
Las ventajas de este enclave marinero ceutí, están en que,
las manifestaciones artísticas y culturales se van
multiplicando conforme se conoce y se “pasea” el lugar.
Museo al aire libre en los paseos marítimos, ornamentados
con esculturas clásicas de hondo significado, bronces
poderosos, indiferentes al paso del tiempo porque, al
clasicismo el tiempo lo embellece y lo patina mientras que,
desafortunadamente, algunos lugares de la Península que han
optado por meterse a “descubrir nuevos valores” entendiendo
lo actual como “moderno y por lo tanto políticamente
correcto” no han comprendido que, al igual que “todas” las
antigüedades “no son” obras de arte, por el mero hecho de
acumular siglos, “todo lo actual” no tiene por qué ser
símbolo de progresía y avance, porque, como en todas las
épocas, hay auténticas birrias y han de intervenir los
criterios de los grandes marchantes y de los galeristas,
para tratar de adivinar con mayor o menor éxito, si “ese”
autor actual va a revalorizarse o no.
El uso museístico de los paseos, calles y plazas de Ceuta es
un acierto. La opción por el clasicismo es una apuesta
segura. Y la potenciación, exaltación y revalorización del
patrimonio paisajístico en forma de bellos diseños de
parques y jardines donde priman las especies autóctonas,
llega a ser un poco excesivo. Donde los Gobernantes ven un
rincón montan una plaza recoleta, le ponen una fuente
ornamental, plantan vergeles en los parterres que se sacan
de la manga, avisan a las palomas y a los gorriones y dejan
un escenario de postal, para que, los visitantes se hagan
fotos sentados en los elegantes bancos de hierro forjado. Me
preguntan “¿Es que se vive en Ceuta en plan cocooning?” No
es eso. Los ceutíes no están dentro de un delicado capullo
como los de la tendencia cocoon, ajenos al exterior. Cierto
es que, en otros enclaves, puede no dársele tanta
importancia a la estética urbana, ni ser tan extremadamente
puntillosos con la conservación del patrimonio común, ni
poner un énfasis tan especial en iluminar fachadas de
edificios antiguos para “sacar a la luz y poner en valor” la
belleza arquitectónica y las características idiosincrásicas
de las construcciones centenarias.
Pero si hay un denominador común en la ciudadanía ceutí, es
su respeto sin fisuras por el arte y por el patrimonio en
cualquiera de sus manifestaciones, el respeto y el orgullo
ante ese bien común y el empeño colectivo en conservarlo y
destacar sus cualidades de cara al exterior. Aquí, el
ciudadano “sabe” lo que tiene y está muy concienciado y
comprometido con la riqueza patrimonial de la ciudad.
Así, las magníficas esculturas de bronce, no sufren actos
vandálicos, ni se quema el mobiliario urbano, ni se asolan
los cuidados jardines, ni se ensucian los lugares comunes,
ni se bañan y hacen sus necesidades en las fuentes. Aquí
resalta la educación cívica, en todos los arcos de edad, el
amor por la belleza y la estética y el respeto visceral
hacia las expresiones artísticas.
Es por lo tanto colectiva la satisfacción ante el nuevo
auditorio del Revellín, una obra “de autor” que entra en la
categoría de “bien arquitectónico singular” y recibirá su
correspondiente BIC (bien de interés cultural) de cara a su
conservación. Satisfacción por la grandiosidad de la
estructura y satisfacción porque supone un incentivo de cara
a revitalizar la vida cultural. Preguntaba una informadora
cazurra “¿Qué se va a traer aquí? ¿Ópera…?” Y lo decía en
tono peyorativo, sobreentendiendo que somos incapaces de
apreciar las manifestaciones artísticas, lo que es una
ofensa en una ciudad que, como esta, respira arte por paseos
y plazas y que presenta la característica de gozar de
impresionantes paisajes naturales.
Por supuesto, el auditorio rebosará arte y cultura, canto,
música, ballet, danza, recitales poéticos, música
experimental, conciertos, teatro y si Dios quisiera ¡una
buena zarzuela!. Emocionante la experiencia en un lugar que
siente emoción a la hora de potenciar el arte y la cultura,
de sacar la belleza a las calles, de diseñar paisajismo para
realzar aunque tan solo sean unos cuantos metros cuadrados
en un rincón y sacar de allí una plazoleta decimonónica.
Ceuta, un inmenso museo al aire libre.
Pero existe una característica ceutí infinitamente más
excepcional, significativa y trascendental que no puedo
menos que reflejar cuando hablo de patrimonio y de belleza :
Los naranjos de Ceuta son los primeros en florecer de toda
España. Se rompen los brotes en flores de azahar y la ciudad
entera se perfuma. Cuando los pájaros anuncian la llegada de
la primavera, nuestros naranjos ya están en flor. Nos
adelantamos, Ceuta “la adelantada en anunciar la primavera”,
parece un diseño de marketing, pero es una rigurosa verdad.
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