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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El lujo supremo, la gotera y el gato
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

En un artículo publicado hace unos años en la revista Vogue mi maridísimo Erik el Belga daba su opinión sobre el concepto “lujo” y para ello se remontaba a los años sesenta, cuando uno de sus coleccionistas le solicitaba insistentemente “Vírgenes sonrientes”. Y son raras, pero las hay, góticas, maravillosas y con una sombra de sonrisa en los rostros alabastrinos. Además, las sagradas imágenes, debían transmitir “el mensaje” en clave de místico esoterismo. Para mi anciano y sabio esposo, figurándose al coleccionista en oración ante su Virgen, “el lujo supremo es tener a una Virgen que sonríe y que sonría tan solo para ti”.

Pero esta escribidora no aspira, por humildad, a experiencias tan enormemente sublimes para una creyente y no obstante, el pasado sábado, experimenté un acercamiento al concepto de “lujo supremo”. En Ceuta, en una mañana soleada , tomando un café en la terracita del bar que está en la Plaza de España, a la vera de Correos. Las palomas hacían sus abluciones en la fuente, yo ante un café perfumado por el azahar que está rompiendo en estos días en los naranjos. Y del naranjo bajo el que estaba sentada me caían pétalos de azahares, Federico habría merecido estar allí, me refiero a “nuestro” Federico, el de todos al de “Entre Viznar y Alfacar, mataron a un ruiseñor, porque quería cantar”, porque lo hubiera disfrutado y lo hubiera “vivido” ya saben “sintiéndolo”. Y encima le hubiera invitado al café, porque estaba esperando agoniosamente el giro que me envía mi hijo, el futuro juez, que por preparar cuatro temas se da unos aires que parece que ya ha llegado al Constitucional. Mi hijo me controla mucho pero con todo y con eso, estaba firmemente dispuesta a pagarle un café a García Lorca, de haber estado allí.

También estaba dispuesta a dejarle entrar conmigo a la flamante y pulquérrima oficina de Correos (no se dice pulcrísima sino pulquérrima, por mor de complicar el idioma) y enseñarle entrando, a mano derecha y mirando hacia el techo, una enorme humedad que no sé si es humedad o es un fenómeno paranormal tipo las Caras de Bélmez , puede que el manchurrón tenga algún tipo de significado oculto y no lo reparen por respeto. Y de respeto se debe tratar porque, hace unas semanas, cuando las lluvias, caía una certera gotera del techo y allí, como se puede comer en el suelo y son puntillosos, habían colocado una bayeta amarilla de Vileda, limpia como los chorros del oro y encima una caja de plástico con el emblema de Correos de esas donde se echan las cartas para que el agua cayera allí y no ensuciara. Pura España Cañí-ecológica siglo XXI. Por mucho que, el edificio esté mal ventilado y pida a gritos un purificador de aire y un dispensador de ozono para no ser calificado de “edificio enfermo” por alguno del partido de los Verdes, dispuesto a ahorrarle virus y bacterias al personal que atiende los mostradores y que no merece enfermar porque son todos eficaces y amabilísimos.

Pero lo importante era el momento anterior y los pétalos de azahar bañándose en mi café. Un auténtico lujo supremo. Por mucho que, un poco más tarde al entrar a echar un vistazo en una librería, me encontrara al Gato Carracao trasteando entre las libretas con aires de conspirador. Examinaba las libretas, luego las carpetas, más tarde empezó a enredar con subrayadores y lápices, me acerqué, no como periodista, sino para enterarme de lo que estaba haciendo “Gato ¿Por qué estás comprando material escolar?” Me dirigió una mala mirada “Porque quiero” y siguió a lo suyo que era revolver los cuadernos y mirarlos con detenimiento “Gato ¿Para qué quieres dos libretas, dos subrayadores y lápices? Si quieres me puedes regalar un par de pilots, a mí no me importa” El político fingió ignorarme “No te regalo nada y respeta mi intimidad” Yo a lo mío “Oye ¿Qué…?” me cortó “Empiezo a estudiar dariya y las libretas son para los deberes” ¿Dariya? Me dio envidia “Pues de paso te pasas por Correos y miras al techo, que ha surgido una cara, pero no es de Bélmez, es de Alfonso Guerra, así que ya tenéis los socialistas donde ir en peregrinación a poner velas” ¿Ven? “Eso” ya despertó su interés, arrampló con su material escolar y se fue sin despedirse. A sentarse, fijo, a tomar café en la terracita de la plaza, porque los gatos son muy sensibles a los perfumes y por allí te embriagas con el azahar y te dan ganas de quedarte y disfrutar del lujo supremo.

Que no es un poltergeist con el rostro intuido de Alfonso Guerra en la gotera del techo de Correos, entrando a la derecha, sino una soleada mañana de febrero bajo un naranjo de la Plaza de España, respirando la bendición de Dios y que ese respirar y ese solecito cálido te traigan el recuerdo de Federico. Y el lujo supremo es latir con ese “darse cuenta”.
 

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