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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Manuel Gutiérrez Mellado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo he escrito en más de una ocasión, pero tampoco tengo inconveniente en repetirme: cuando yo llegué a Ceuta, meses después del 23-F, las fuerzas vivas de la ciudad me admitieron en El Rincón donde ellas se reunían casi todos los días y fiestas de guardar. El Rincón, para quienes no lo sepan, era una esquina de la barra de la cafetería del Hotel Parador La Muralla. A ese rincón, sitio estratégico del establecimiento, solían acudir las personas más influyentes o representativas de Ceuta.

La presencia del juez decano era casi diaria; tampoco faltaban a su cita el alcalde; ni el delegado del Gobierno; ni los políticos más encopetados; ni los empresarios de éxito; ni los profesores ni funcionarios más destacados; ni el comandante general; ni militares de alta graduación; ni mandos de la Policía; ni abogados de moda; y, por supuesto, cualquiera que aspirase a ocupar un sitio preferente en la ciudad

En ese sitio, para estar y ser bien visto había que guardar unas normas, y, desde luego, había que pagar a escote las consumiciones que eran muchas y costaban el ojo de una cara. De no ser así, difícilmente se podía pertenecer a esa zona considerada noble en la cafetería del hotel más lujoso y representativo de la ciudad. Y aun así, créanme, a muchas personas les era imposible acceder a ella

Al frente de aquella tertulia estaba Eduardo Hernández Lobillo. Quien tenía una facilidad pasmosa para atraer la atención de las ya nombradas fuerzas vivas, que gustaban de charlar con él de todo lo habido y por haber. En esa tertulia fui yo testigo de conversaciones sobre asuntos que tenían su intríngulis. Los que, por pudor, nunca me he atrevido a contar. Algunos eran de mucha importancia y ni siquiera el paso de los años les ha quitado un ápice de interés. Así que me limitaré a recordar la siguiente anécdota, debido a que estamos viviendo unos días donde no se deja de opinar sobre todo lo relacionado con el 23-F. A pesar de que han transcurrido treinta años.

Cuando se hablaba en el Rincón de la todavía reciente invasión de Tejero al Congreso de los Diputados, se mencionaba inmediatamente a Manuel Gutiérrez Mellado. Y hablaban de él, quienes lo trataron en el año de 1975, de manera elogiosa en todos los sentidos. Tras el intento de golpe de Estado, y debido al valor demostrado por el militar y político, al levantarse de su escaño para pedirle explicaciones a Tejero, por allanar la sede parlamentaria, se contaba lo siguiente del que era comandante general y delegado del Gobierno de Ceuta.

Estaba el general, que lo era de división en ese tiempo, tomando café en la barra de la cafetería, vestido de paisano, cuando parte de la tripulación de un mercante extranjero discutía en voz alta hasta que dos de los marineros llegaron a las manos. Desgraciadamente, tropezaron con el general y éste rodó por los suelos. Pronto apareció la Policía Militar dispuesta a todo. Pero don Manuel, con la tranquilidad de los grandes hombres, puso orden y serenó el ambiente. Cuentan que se dejó decir: “Estos hombres no saben que el que ha besado el suelo es general ni tampoco creo que deban saberlo”. Demostrando que era hombre valiente frente a bravucones poderosos. Y comprensivo con la debilidad de los brutos. El general sabía muy bien que uno se merece lo que tolera.
 

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