Shalom. Hola. Barukh haba. Bienvenido. Rav todot. Muchas
gracias. Si la transliteración del hebreo al castellano es
ya complicada, aún más lo es, para un hispanohablante,
aprender hebreo con su caligrafía original y leyendo, como
hacen los judíos, de derecha a izquierda. Sin embargo, Mena,
Igal o Daniel, a pesar de llevar toda su vida en España, se
desenvuelven en hebreo con agilidad y soltura. Son algunos
de los niños de la comunidad judía residentes en Ceuta que
acuden por las tardes a la sinagoga para recibir clases de
su lengua materna.
El 20 de febrero de 1984, coincidiendo con la víspera del
‘Día Internacional de la lengua materna’, que se celebró
ayer, el escritor húngaro Sándor Márai, exiliado en
California, dejó anotado en su diario: “El problema crítico
de todas las emigraciones es en qué medida asimila el
desplazado el idioma de la comunidad que lo acoge, en
detrimento de su lengua materna. (...) Cuando uno escribe en
una lengua extranjera puede expresar ideas, pero ‘escribir’,
es decir, crear, solo puede hacerlo en su idioma materno.
Todo esto no era un secreto para mí cuando hace treinta y
seis años me marché de Hungría: llegase adonde llegase,
sería escritor húngaro.”
Fomentar el respeto y la convivencia entre las diferentes
culturas es uno de los objetivos de dedicar un día a la
defensa de las lenguas maternas. No perder las raíces, de
las que, según Márai, nace no solo la necesidad de
expresión, sino también la capacidad de creación. Además de
ser la lengua, como explicaba el lingüista Ferdinand de
Saussure, uno de los mayores vínculos de pertenencia al
grupo.
La Ciudad se reafirmaba ayer, durante los actos del ‘Día
Internacional de las lenguas maternas’, en su compromiso de
proteger las diferentes lenguas, una necesidad que se hace
aún más patente en una ciudad como Ceuta, en la que conviven
una gran cantidad de personas que tienen el hebreo, el hindí,
el árabe o el castellano como su lengua materna.
Hebreo desde niños
En la comunidad judía de Ceuta, que integran unas 700
personas, están muy pendientes de que los niños israelitas
aprendan desde pequeños la lengua en la que está escrita la
Torá. Por este motivo, se imparten, cada tarde, clases de
hebreo, a diferentes niveles, a todos los niños y niñas, de
entre tres y catorce años, de su comunidad. Las clases están
separadas según sexo, en un aula se imparten las clases a
las niñas, y en otra, a los niños.
Los profesores son dos, un matrimonio judío llegado desde
latinoamérica para impartir, de forma voluntaria, las clases
de hebreo en la comunidad israelita. “A través de la red
internacional de judíos nos ofrecieron venirnos a Ceuta”,
explica el profesor. “Queremos ayudar a difundir nuestra
lengua”, agrega. Él imparte las clases a los chicos, y ella,
a las chicas.
Mena, Igal y Daniel tienen nueve años y llevan desde muy
pequeñitos acudiendo a clases dos veces por semana. “El
hebreo es como cualquier lengua, que se aprende mejor si se
empieza a estudiar antes; estos niños son muy buenos alumnos
porque empezaron desde muy pequeños”, explica su profesor.
“Es necesario que aprendan hebreo porque es la lengua de sus
rezos y de su libro sagrado”, añade.
En la clase contigua reciben clase Galit y Esther, dos
adolescentes de catorce y doce años respectivamente. A Galit
le gusta leer y acaba de terminarse la novela romántica El
cuaderno de Noah, del escritor norteamericano Nicholas
Sparks, en una traducción al hebreo. Le ha encantado y,
aunque asegura que le resulta más fácil leer en castellano,
no pierde la ocasión de leer todos los libros en hebreo que
caen en su mano. A Esther, sin embargo, le cuesta más.
Las chicas explican que, a veces, los compañeros del
instituto de otras religiones no entienden que ellas tengan
que ir a clase de hebreo, e incluso alguno se mete con
ellas, pero que, a pesar de eso, están encantadas con
aprender hebreo y quisieran “poder hablarlo mucho mejor”.
Rashí fue uno de los más célebres comentaristas de la Biblia
y el Talmud, un erudito y legislador en materia de ley
judía, además de un experto en lengua hebrea. Con libros que
tratan sobre él, los niños se inician en la lengua hebrea.
La Torá con Rashí (La parashá de la semana contada a los
niños) es uno de los libros con los que estos jóvenes
aprenden, ya que, según explica su profesor, “además de la
lengua, les introduce en la religión”.
Otros libros que utilizan en clase son El midrash dice (El
libro de Shemot. Éxodo) o Oneg Shabat. Las clases se inician
con un repaso de lo aprendido otros días, después leen los
libros didácticos y el maestro les va enseñando las
historias que narra la Torá. Además de la lengua hebrea, los
niños y las niñas de la comunidad israelita aprenden las
leyes judías, las reglas en la alimentación, los rezos, los
niveles de ortodoxia o las ofrendas que realiza su
comunidad.
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