Dijo alguien, a quien seguramente
no le hacía mucha gracia recibir malas críticas, que un
crítico es un hombre que conoce el camino pero no sabe
conducir el coche. En el fútbol, concretamente, son muchos
los opinantes profesionales que podrían sentirse aludido por
la cita e incluso aceptarla con resignación. Porque tampoco
es un pecado reconocer la falta de conocimientos suficientes
de un deporte cuya inmensa popularidad se debe, mayormente,
a que todo el mundo puede opinar pasándose el sentido del
ridículo por la entrepierna.
El domingo, media hora antes de que comenzara el partido
entre la Asociación Deportiva Ceuta y el Sevilla Atlético,
no tuve el menor inconveniente, conversando con los
compañeros de palco, que son siempre los mismos, en exponer
mis pareceres acerca de lo que podría ocurrir durante el
encuentro. Y lo hice, como en otras ocasiones, porque yo
puedo ver cuanto ocurre en la oscuridad del césped, mediante
una linterna, lo que muchos otros no verían jamás ni con
focos de alto voltaje (verán ustedes, que no tengo abuela).
Lo primero que se me ocurrió contarles fue algo relacionado
con Manolo Pérez (jugador de buen manejo de balón, precisión
en el pase, tiro envenenado desde la media distancia, y poco
dado a complicarse la vida con conducciones estériles): si
juega por delante de la defensa, con el fin de que organice
desde esa posición, su buen rendimiento durará hasta que el
jugador adversario, lo localice, lo agobie, lo anule, y
acabe por convertirse éste en el mayor peligro para la
portería de Fock.
Manolo Pérez debe jugar quince o veinte metros por delante
de esa situación, y como escudo de los defensores ha de
hacerlo un futbolista con sentido de la anticipación,
capacidad defensiva, y dispuesto a cumplir con la misión
táctica concreta, adjudicada por el entrenador. Lo cual no
significa que tenga que ser un botarate manejando el balón.
La situación de Pérez, en cuanto éste pierda fuelle, será
aprovechada por los visitantes, debido a que Ormázabal y
Añete juegan andando y ocupan pocos espacios; con lo cual
entre ellos y el ya tanta veces reseñado Pérez hay una
franja de terreno, tan inconmensurable como vacía, que será
aprovechada por los contrarios.
Los primeros minutos del partido entre ceutíes y sevillanos
fueron de dominio hispalense. Y pudieron obtener gol los
hombres dirigidos por Tejada, si Luis Alberto y Rodri no
hubieran rivalizado en egoísmo. Y, desde luego, el dominio
se igualó porque Javi Navarro, en un alarde de voluntad y
sacrificio, decidió ayudar a Pérez luchando lo indecible
para cerrar la brecha que habían abierto los futbolistas de
la banda izquierda roja.
Lo demás, en cuanto Pérez se derrumbó en todos los sentidos,
fue un despropósito: la posición de Sandro y su abulia,
injustificables. Lo de Villatoro, inconcebible. Y absurda,
desde luego, la falta de concentración. Goikoetxea pide
tranquilidad institucional, y está en su derecho; pero los
técnicos, más aún que los críticos, no sólo deben conocer el
camino sino conducir bien el coche.
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