La RAE y la Asociación de
Academias de la Lengua Española saben bien que la ORTOGRAFÍA
no es una cuestión menor. Es el CÓDIGO donde se manifiesta
de forma más visible el carácter unitario de la LENGUA y
posee enormes repercusiones sociales, educativa e, incluso,
económicas.
Uno de los asuntos que con mayor asiduidad ha sido objeto de
mayor discrepancia, sin dudas, es el problema de los
monosílabos con diptongos y triptongos ortográficos. Se
trata de la obligatoriedad de escribir sin tildes voces como
“guion”, “truhan”, “crio”, “guio”, “fiais”…
Conviene tener en cuenta lo que afirma la norma heredada. La
Ortografía de la Lengua Española de 1.999 (Ortografía 99)
determinaba de forma taxativa los diptongos ortográficos. Se
consideraban tales:
a)Toda combinación de vocal cerrada átona (i.u) con una
vocal abierta (a,e,o). “En consecuencia son diptongos las
siguientes combinaciones: ai, au, ei, eu, oi, ou, ie, ua, ue,
uo.
b) Toda combinación de dos vocales cerradas (i,u).
Y añadía: Algunas de estas combinaciones vocálicas pueden
articularse como hiato, (es decir, en dos sílabas),
dependiendo de distintos factores: su lugar en la secuencia
hablada, el mayor o menor esmero en la pronunciación, el
origen geográfico o social de los hablantes, etc. Sin
embargo, a efectos de la acentuación gráfica, se considera
siempre que se trata de diptongos. La misma “Ortografía 99”,
en aplicación de estas reglas, consideraba monosílabos
palabras como fie, viais, guion, Sion… Es decir, tanto se
pronuncia gui-on como guion, en la escritura de estas
palabras son monosilábicas. Y son así, no deben llevar
tilde.
La reciente Ortografía –según opinión de expertos- es punto
por punto, totalmente fiel a la doctrina heredada. ¿Cuál es
la diferencia? Que la Ortografía del 99 dejaba libertad para
poner o no tilde, según fuese la percepción de su fonética.
Es decir, por un lado dictamina que ortográficamente eran
diptongos; pero, por el otro, permitía la doble escritura:
guion-guión, Sion-Sión, truhan-truhán, fie-fié, fiais,
fiáis…
Se le acusa a la nueva obra académica de dilapidar una de
las grandes ventajas que poseía, hasta el presente el
sistema natural de español: la propiedad de señalar de forma
inequívoca sobre qué vocal de una palabra recae el acento de
intensidad. Gracias a las reglas de la tilde, cualquier
usuario, nacional o extranjero, que conozca las normas,
diferenciará en la pronunciación término, termino o terminó.
Esta ejemplar propiedad se perdería –se dice- si quitamos la
tilde en vocablos como guion, truhan, fie, fio, fieis, fiais…
Tal crítica carece de fundamento, pues, la ausencia de tilde
no modifica la lectura: la intensidad afecta igualmente a la
vocal abierta. Por otra parte, la voz “hui” nunca podrá
confundirse con la interjección “¡Huy!”, ya que los
diptongos de final de palabra –y- siempre es átona.
Una segunda objeción señala que las nuevas normas
ortográficas no nos permiten saber si las secuencias
vocálicas de guion, Sion, truhan, lie… se articulan en el
habla como hiato o como diptongo. Esta afirmación es cierta,
pero no ha de ser tomada como una crítica, sino como una
alabanza. Se diría más, como un genial hallazgo de la
Ortografía.
Se oyen voces de que, con esta norma, la RAE esta
proponiendo que tales palabras se pronuncien como diptongos
y no como hiatos. Tampoco es cierto al igual que la
escritura sin tilde de superfluo no nos impide articularla
como esdrújula (super-fluo) o como llana (superfluo), las
representaciones gráficas guion, Sion, truhan, lie, fe,
leais, fiais (no marcadas por la tilde) pueden representar
tanto la pronunciación monosílabica como bisilábica…
Cualquier cambio ortográfico es percibido como una agresión
que afecta al hábito mismo de escribir. Provoca reacciones y
debates que, una vez enfriados los ánimos, son siempre
positivos, pues nos ayudan a reflexionar sobre la lengua y a
comprender la fina malla de nuestra estructura ortográfica.
Servirán también para desvelar el enorme esfuerzo de
reflexión realizado para construir, desde la unidad y para
la unidad, una obra rigurosa, cercana y comprensible.
Pero no es sólo el problema de los monosílabos con diptongo
o triptongo ortográfico. También el uso de las mayúsculas,
en determinados casos: Rey, Príncipe, Infanta, Papa,
Presidente… No es lo mismo el Príncipe de Asturias o el
Presidente del Gobierno, en una invitación con tarjeta,
donde tendrá que ir con mayúscula, que el Presidente de
México, nombre común que tendrá que ir con minúscula. Son
esas borrosas fronteras entre el nombre propio y el común;
el uso, el protocolo… Pero en eso no es tajante la
Ortografía; admite las preferencias en cada caso.
En el caso de Papa, cuando es nombre común: los papas, el
papa Benedicto XVI, y mayúsculas cuando es denominación. Su
Santidad, el Papa, Su Majestad el Rey.
En cuanto se refiere a la acentuación, el propio Director de
la RAE, recientemente elegido, José Manuel Blecua, piensa
que no pasa nada cuando ya se tiene hecho, consolidado, el
tema de la acentuación… El mismo piensa seguir acentuando lo
que le parezca… pero en privado, porque se nos va la mano, y
llegará un momento que nos acostumbremos. Recuerda que le
costó mucho no acentuar “fue”, dio”, “vio”… Pero para todos
es difícil romper con el hiato y el diptongo.
El problema está en la enseñanza en las escuelas. Será
necesario editar un manual o prontuario para que la
aplicación de las nuevas normas se imponga en los centros
educativos, al menos, hasta que dentro de unos años no se
produzcan más modificaciones.
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