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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Problemas con los monosílabos
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

La RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española saben bien que la ORTOGRAFÍA no es una cuestión menor. Es el CÓDIGO donde se manifiesta de forma más visible el carácter unitario de la LENGUA y posee enormes repercusiones sociales, educativa e, incluso, económicas.

Uno de los asuntos que con mayor asiduidad ha sido objeto de mayor discrepancia, sin dudas, es el problema de los monosílabos con diptongos y triptongos ortográficos. Se trata de la obligatoriedad de escribir sin tildes voces como “guion”, “truhan”, “crio”, “guio”, “fiais”…

Conviene tener en cuenta lo que afirma la norma heredada. La Ortografía de la Lengua Española de 1.999 (Ortografía 99) determinaba de forma taxativa los diptongos ortográficos. Se consideraban tales:

a)Toda combinación de vocal cerrada átona (i.u) con una vocal abierta (a,e,o). “En consecuencia son diptongos las siguientes combinaciones: ai, au, ei, eu, oi, ou, ie, ua, ue, uo.

b) Toda combinación de dos vocales cerradas (i,u).

Y añadía: Algunas de estas combinaciones vocálicas pueden articularse como hiato, (es decir, en dos sílabas), dependiendo de distintos factores: su lugar en la secuencia hablada, el mayor o menor esmero en la pronunciación, el origen geográfico o social de los hablantes, etc. Sin embargo, a efectos de la acentuación gráfica, se considera siempre que se trata de diptongos. La misma “Ortografía 99”, en aplicación de estas reglas, consideraba monosílabos palabras como fie, viais, guion, Sion… Es decir, tanto se pronuncia gui-on como guion, en la escritura de estas palabras son monosilábicas. Y son así, no deben llevar tilde.

La reciente Ortografía –según opinión de expertos- es punto por punto, totalmente fiel a la doctrina heredada. ¿Cuál es la diferencia? Que la Ortografía del 99 dejaba libertad para poner o no tilde, según fuese la percepción de su fonética. Es decir, por un lado dictamina que ortográficamente eran diptongos; pero, por el otro, permitía la doble escritura: guion-guión, Sion-Sión, truhan-truhán, fie-fié, fiais, fiáis…

Se le acusa a la nueva obra académica de dilapidar una de las grandes ventajas que poseía, hasta el presente el sistema natural de español: la propiedad de señalar de forma inequívoca sobre qué vocal de una palabra recae el acento de intensidad. Gracias a las reglas de la tilde, cualquier usuario, nacional o extranjero, que conozca las normas, diferenciará en la pronunciación término, termino o terminó. Esta ejemplar propiedad se perdería –se dice- si quitamos la tilde en vocablos como guion, truhan, fie, fio, fieis, fiais… Tal crítica carece de fundamento, pues, la ausencia de tilde no modifica la lectura: la intensidad afecta igualmente a la vocal abierta. Por otra parte, la voz “hui” nunca podrá confundirse con la interjección “¡Huy!”, ya que los diptongos de final de palabra –y- siempre es átona.

Una segunda objeción señala que las nuevas normas ortográficas no nos permiten saber si las secuencias vocálicas de guion, Sion, truhan, lie… se articulan en el habla como hiato o como diptongo. Esta afirmación es cierta, pero no ha de ser tomada como una crítica, sino como una alabanza. Se diría más, como un genial hallazgo de la Ortografía.

Se oyen voces de que, con esta norma, la RAE esta proponiendo que tales palabras se pronuncien como diptongos y no como hiatos. Tampoco es cierto al igual que la escritura sin tilde de superfluo no nos impide articularla como esdrújula (super-fluo) o como llana (superfluo), las representaciones gráficas guion, Sion, truhan, lie, fe, leais, fiais (no marcadas por la tilde) pueden representar tanto la pronunciación monosílabica como bisilábica…

Cualquier cambio ortográfico es percibido como una agresión que afecta al hábito mismo de escribir. Provoca reacciones y debates que, una vez enfriados los ánimos, son siempre positivos, pues nos ayudan a reflexionar sobre la lengua y a comprender la fina malla de nuestra estructura ortográfica. Servirán también para desvelar el enorme esfuerzo de reflexión realizado para construir, desde la unidad y para la unidad, una obra rigurosa, cercana y comprensible.

Pero no es sólo el problema de los monosílabos con diptongo o triptongo ortográfico. También el uso de las mayúsculas, en determinados casos: Rey, Príncipe, Infanta, Papa, Presidente… No es lo mismo el Príncipe de Asturias o el Presidente del Gobierno, en una invitación con tarjeta, donde tendrá que ir con mayúscula, que el Presidente de México, nombre común que tendrá que ir con minúscula. Son esas borrosas fronteras entre el nombre propio y el común; el uso, el protocolo… Pero en eso no es tajante la Ortografía; admite las preferencias en cada caso.

En el caso de Papa, cuando es nombre común: los papas, el papa Benedicto XVI, y mayúsculas cuando es denominación. Su Santidad, el Papa, Su Majestad el Rey.

En cuanto se refiere a la acentuación, el propio Director de la RAE, recientemente elegido, José Manuel Blecua, piensa que no pasa nada cuando ya se tiene hecho, consolidado, el tema de la acentuación… El mismo piensa seguir acentuando lo que le parezca… pero en privado, porque se nos va la mano, y llegará un momento que nos acostumbremos. Recuerda que le costó mucho no acentuar “fue”, dio”, “vio”… Pero para todos es difícil romper con el hiato y el diptongo.

El problema está en la enseñanza en las escuelas. Será necesario editar un manual o prontuario para que la aplicación de las nuevas normas se imponga en los centros educativos, al menos, hasta que dentro de unos años no se produzcan más modificaciones.
 

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