Llevo varios días sin aparecer por
mis lugares de costumbre, sí, hombre, en los que suelo tomar
el aperitivo y compartir charla con quien lo necesite, y ya
he recibido más llamadas telefónicas de las que suelo
recibir en un mes.
-Oye, Manolo, me imagino que te lo estarás pasando
más que bien en estos momentos.
-Dame un motivo para poder responderte al respecto –le digo
a mi interlocutor telefónico. Uno más de entre los varios
que han requerido mi parecer sobre un enfrentamiento entre
mujeres.
-El motivo es el siguiente: tú tachaste una vez a Carmen
Echarri de chicharra panzona y se te echaron encima
todos los intelectuales (!) de esta ciudad. ¿Acaso no te
acuerdas de cómo te pusieron en un facebook durante meses y
meses? ¿Y de qué manera se ensañaron contigo en un
manifiesto firmado por los periodistas mientras se
desayunaban celebrando el día de su patrón?
-Hay cosas que no se olvidan… Pero tampoco es menos cierto
que yo nunca he sido propenso a intoxicarme por medio del
odio. Ya que aprendí bien pronto que éste desprende más
veneno aún que cualquier persona que no se quiera a sí
misma.
-A ver si va a resultar, Manolo, que a ti te gusta
sobremanera que te ataquen con saña.
-Mira, Fulano, no creo que seas tan lerdo como para concebir
que a mí me gustó que un grupo de escritores reputados (!)
de la ciudad, intelectuales (?) de una relevancia
indiscutible, decidieran ponerme como chupa de dómine a ver
si conseguían amedrentarme y de esa manera lograr que mi
acoquinamiento hiciera posible que me viniera abajo.
-¿Sabes ya quién fue el personaje que se puso al frente de
aquella jauría humana e histérica, que te persiguió
encarnizadamente?
-Claro que sí… Lo supe muy pronto. Y él, quien se atrevió a
planear un linchamiento contra mi persona, manejando los
hilos entre bastidores cobardes, sabe muy bien que, por más
que se tiña el pelo, siempre me será posible reconocerle.
Aunque no le guardo rencor.
-Con el pelo teñido hay en la ciudad un montón de personas…
-Mira, Fulano, deja ya ese asunto y dime, en realidad, el
motivo principal de tu llamada. Y qué tiene que ver la
directora del periódico añejo con ella.
-¿Has leído un escrito titulado El conejo maledicente y el
pitiklín, pitiklín?
-Sí, yo tengo la costumbre de leer todos los periódicos
locales y varios nacionales, diariamente.
-Y qué me puedes decir en relación con el contenido de
cuanto concierne al conejo de la directora del periódico
añejo…
-En principio, no tengo el menor inconveniente en decirte
que, días atrás, charlando con dos asesores, dije lo
siguiente de la señora Echarri: escritora mala. Se ha
preocupado por escribir bien. Y lo está consiguiendo. Aunque
sigue pecando de cobardía. Por ser incapaz de ponerles
nombres a sus víctimas. Y esa forma de actuar es merecedora
de cualquier varapalo. Ahora bien, la señora Echarri tiene
tres opciones: defenderse de las acusaciones vertidas contra
ella; recurrir a la ayuda de sus amigos, los intelectuales
(!) de Ceuta, para que denigren a la autora del escrito
sobre la coneja malosa; o limitarse a tragar quina.
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