No son niños prodigio, no. De hecho, hace algunos años que
abandonaron la infancia. Hoy son personas adultas con
obligaciones familiares y laborales. Sin embargo, han
encontrado algo que les motiva, que les úne y los diferencia
de las personas convencionales que piensan que la edad es un
impedimento para conseguir nuevos logros. Y, por supuesto
que no lo es. Únicamente, y como en casi todas las facetas
de la vida, hace falta voluntad y una gran dosis de ilusión,
que en la mayoría de las ocasiones suele significar la
receta perfecta.
El año pasado decidieron que ya era hora de dedicar parte
del tiempo a una pasión: la música. Y el Conservatorio
Profesional les dio la oportunidad de aprender a conocer los
entresijos de un mundo apasionante. Ellos son Lucía, Carmen,
Loli, Mabel, Ricardo, Tomás, Pedro, Mari Carmen... En total,
19 alumnos que han decidido iniciarse en la música.
Desde hace varios años el Conservatorio Profesional de
Música lleva ofreciendo la posibilidad de enseñar a los
adultos. A pesar de que siguen teniendo preferencia los
niños, el cupo de plazas no ha hecho más que aumentar, entre
otras cosas, por el incremento de la demanda. En el curso
anterior sólo ocho personas comenzaron el aprendizaje
musical en el centro. Sin embargo, en el actual ya hay 19, y
la idea del Conservatorio es proseguir en el esfuerzo de
ofertar el mayor número de plazas.
Una de las artífices del gran éxito de estas clases es la
profesora de Lenguaje Musical, Laura Riveiro, quien lleva
tres años intercalando la enseñanza a niños y adultos. La
gran diferencia que encuentra es la “motivación” con la que
vienen estos estudiantes. Es “más gratificante” en el
sentido de que “nadie les obliga a venir”. Se puede dar el
caso de que los más pequeños vengan porque así lo desean sus
progenitores. Sin embargo, los adultos vienen “porque
quieren”, y la ilusión, en muchos de los casos, se
multiplica.
Así se constató en la visita que realizó este periódico a
las nuevas instalaciones del Conservatorio. En el tiempo
compartido con algunos de los alumnos se hizo palpable la
motivación con la que estos vienen a clase. Así, Lucía
García, una de las estudiantes, explicaba que el aprendizaje
de la música “no tiene edad”, lo único indispensable es
“encontrar el momento adecuado”.
Otra de las alumnas de primer curso es la consejera de
Educación, Cultura y Mujer, Mabel Deu, quien resaltó que la
experiencia era “muy bonita”. Para Deu una de las razones
fundamentales era la capacidad de la música de “relajar” y
de “hacerte desconectar”. A pesar de que sus obligaciones
laborales le impiden asistir regularmente a clase, Deu no
pierde el ritmo con respecto a sus compañeros puesto que las
nuevas instalaciones posibilitan que los alumnos puedan
acudir a practicar de forma libre. Aún así, la consejera
cuenta con un piano en casa ya que fue su hijo el que
comenzó con las clases, aunque las ha tenido que dejar
porque ha comenzado la Secundaria.
El buen hacer de los profesores y la voluntad de los alumnos
hace que los progresos sean palpables en los primeros meses.
Así lo constata otra de las asistentes a estas clases, quien
consideraba que el Conservatorio le había dado la
oportunidad de “cumplir un sueño”.
Su padre tocaba el clarinete. Su hermano también era músico
y, posteriormente, fue su propio hijo. Ahora es su turno.
Así, manifestaba Loli Álvarez, quien reconocía que otro de
los motivos para empezar en el Conservatorio, era porque le
apetecía inaugurar las nuevas instalaciones. Un nuevo
espacio que satisface a la mayoría, a pesar de que otro de
los alumnos, Tomás Partida, reconoce que “quizás” se han
precipitado en su inauguración, puesto que aún hay “aulas
vacías” para poder practicar. A pesar de este inconveniente,
Partida reconoce que se siente “satisfecho” de formar parte
de este grupo.
La primera parte del aprendizaje musical quizá sea la más
ingrata pero Riveiro trata de hacerla de la forma más
llevadera posible. Lo que antes era la asignatura de Solfeo,
ahora se llama Lenguaje Musical y en ella se aprende a leer
una partitura, paso básico para tocar un instrumento.
Además, parte de estas clases también se dedican a modular
la voz, “tratamos de que entonen lo mejor posible y que
sepan utilizar el instrumento más potente”.
Aunque el piano sigue siendo el instrumento más conocido y
predilecto por muchos, algunos de los alumnos se dedican a
otros. Pedro Castañera pretendía aprender a tocar la
guitarra pero no había plazas disponibles y se terminó
decantando por el clarinete. Nota los avances y valora
especialmente el buen ambiente que reina en las clases, así
como la paciencia que muestran los profesores.
No son niños prodigio, no. Sólo son personas adultas con
inquietudes. Quizás el reconocimiento y los aplausos se los
terminen llevando los alumnos más pequeños. Sin embargo,
tienen algo mucho más importante: el respeto por el esfuerzo
que realizan.
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