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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 16 DE FEBRERO DE 2011

 
OPINIÓN / EL EMPRESARIO Y LA UIR

Propuesta de “paella solidaria”

Por Nuria Van Den Berghe


Qué puedo decir de los cracks de la UIR ceutí? En la Península se les adora y todos quieren llevárselos a sus ciudades para que les protejan de las bandas del Este. Pero por decirlo me amenazaron unos malosos y tuvo que intervenir la policía, pelillos a la mar. De ellos solo puedo decir lo que todos piensan, por eso, la noticia del contencioso en la que andan enzarzados con un hostelero del Poblado Marinero, me han ocasionado un atisbo de disgusto y de amargura, porque, UIR y ciudadanos tienen que estar del mismo lado. La UIR y la ciudadanía, sumados, no suman dos sino cuatro. Por eso creo que hay que limar malos rollos, mitigar asperezas, desarticular hostilidades y saber y sentir que pertenecemos al mismo bando. Al de la España que madruga y al de “nosotros” y “los nuestros”, compartimos realidad y lo más inteligente es compartirla con las mínimas fricciones.

Y sobre todo sin las “correndijas” a los juzgados. ¿Para que acudir a la justicia? Esa es la solución última, cuando no hay posibilidades de acuerdo ni buena voluntad, sino mala leche e instintos de represalias. Normales. Pero poco lógicos porque, cualquier procedimiento significa horas de espera, citaciones, preocupación, malos ratos, gastos, incordios. Y encima nunca se gana “del todo”.

El hostelero tiene sus razones, los guardias van y el hombre se ofusca y los otros se irritan y comienza el pésimo rollo y el intercambio de denuncias. Y les digo, como abogada vieja con treinta y un años viendo pleitos, que, para temas graves o irresolubles hay que acudir a los juzgados, pero también les digo que cuando comienza el “pique” de denuncias eso es imparable.

Los guardias llegan, el hostelero se sube, los otros más, le detienen supongo que por resistencia ¿Merece la pena por una chorrada así? No. Pero los guardias van cabreados y dicen que el del bar es un chulo y el del bar dicen que, los chulos, son los policías y se denuncian mutuamente. Hasta la próxima. Porque, se resuelva lo que se resuelva, el daño hecho está y la mala leche latente queda. Hasta la siguiente. El que pierda el pleito se siente agraviado, el otro ensoberbecido dentro del resarcimiento, ambas partes creen tener razón. Y ambas partes son buena gente y no merecen, ni tener encontronazos, ni verse con problemas, solo que, los tíos, entre ellos, se pelean y discuten, antaño lo resolvían a palos, ahora denuncia va denuncia vengo y por el camino no me entretengo porque voy en un coche con sirena.

¿Y quien empezó la controversia? Pues el más chulo. Y se encontró enfrente con su siamés, más chulo todavía. Pero llega la gente a la ciudad y ve noticias de detenciones de empresarios y piensa que la policía es abusona y lee la versión policial y dicen que, el empresario es un broncoso. Y la mala imagen queda. Ya ven, con escamas en el Derecho Penal, esta ensalada de denuncias me ha afectado. Porque es entre gente buena que debería ser amiga y andar a la par y no joderse mutuamente.

A mí, en este caso me encantaría una retirada colectiva de denuncias, un compromiso entre hombres de no-agresión y como colofón algo simbólico, una paella solidaria entre hosteleros y policías, yo pondría mi grano de arena prometiendo la asistencia de mi anciano esposo Erik el Belga que es especialista en ensartar discursos a la hora de los postres y dar el toque cultureta disertando sobre la autenticidad del Santo Grial valenciano o sobre las posibilidades de veracidad en cuanto a sanaciones de los lignum crucis. La verdad es que no pega mucho ese cursillo acelerado de espiritualidad, pero a mi marido le encanta la paella y disfruta mucho en los convites porque se salta el régimen. Y encima el hecho de que sea la “paella de la paz” lo convierte todo en mucho más emotivo.

Será fantasear, pero resolver conflictos con arroz, tinto de verano y buena voluntad, cuando es entre buena gente, dispuesta a disculparse y a disculpar, es el remedio ideal.
 

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