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OPINIÓN - MARTES, 15 DE FEBRERO DE 2011

 
OPINIÓN / ANALISIS POLITICO

Vivas lanza el reto de la normalidad

Por Nuria de Madariaga


La comparecencia del Presidente Juan Vivas tras la reunión de la Junta de Portavoces fue un ponderado ejercicio de esgrima dialéctico. Y el esgrima, a la postre, se practica con florines. Por muchos requisitos estéticos y muchas normas de estilo que conlleve este arte deportivo, que no deporte.

Si algo apareció con nitidez en la intervención del Presidente fue su determinación, sin flecos ni resquicios, de que nadie, bajo ningún concepto, quiebre o altere de manera ficticia y cainita, la profunda normalidad que caracteriza la convivencia entre todos los ceutíes. No voy a aludir a virtudes lacrimosas como la tolerancia, porque opino que, en Ceuta, impera antes que nada, el respeto ciudadano, el empeño común en aceptar, asumir y practicar esas normas de convivencia cívica que potencian los valores intrínsecos de la vida y la existencia dentro de una comunidad.

El ciudadano en general, la colectividad en su total mayoría, quieren, sencillamente, ser “la Ceuta que madruga”, gozar de calidad de vida, ver respetados sus derechos inherentes e inalienables al conocimiento, a la educación y a la formación y que, el espectro social esté diseñado de forma que, los esfuerzos tengan como contraprestación, una recompensa. La totalidad abomina, por principios y por talante, de cualquier enfrentamiento, crispación o situación de conflicto social. Porque, esas circunstancias son obstáculos para el progreso y para el desarrollo de los fines colectivos. El Presidente Vivas y los ceutíes no van a permitir “fracturas sociales ficticias” azuzadas por intereses bastardos de mano de determinados elementos que confunden la acción política con la autopromoción más descarada y que aspiran a un fin último : su mísera parcela de poder e influencia. Sin reparar en los medios. Aunque, por el camino del logro del objetivo, vayan ocasionando estragos sociales y perjudicando, precisamente, al electorado que dicen defender. Es sabido que para defender un proyecto, desde la honradez y la autenticidad, hay que hacerlo aportando, mejorando y construyendo, jamás sobre la política de “tierra quemada”. Porque, la tierra yerma y quemada, a nadie beneficia y no hace sino expandir las dificultades para todos y más aún para aquellos ceutíes que, por sus condiciones de precariedad, no deseadas ni buscadas, requieren del apoyo total de la sociedad de la que son parte inherente, para superar las circunstancias de crisis, afrontar los malos tiempos sabiéndose sólidamente respaldados por la colectividad y retomar el ritmo del crecimiento y del progreso, que es el ritmo del futuro común.

Hábil esgrima el del Presidente a la hora de plantar cara a los graves e intolerables insultos de Aróstegui contra veintidós mil ciudadanos, porque, no hay que olvidar que, públicamente y en una rueda de prensa se le dio oportunidad a este “factotum” de Caballas, de rectificar y pedir perdón a la ciudadanía. Pero Aróstegui, que había insultado gravemente en solitario, no tuvo apuros en aprovechar su situación como lider de Caballas, para ratificar e insistir en la difamación. Broma macabra para Mohamed Alí ya que, emitidas y vertidas esas opiniones en su compañía, lo estaba haciendo en nombre de Caballas e implicándole directamente en sus afirmaciones injuriosas.

Mohamed Alí cayó en la trampa y no se supo o no se pudo desmarcar. De ahí que sus furibundas exigencias acerca de que la dimitida Carolina Pérez abandonara, no ya la Consejería, porque lo había hecho, sino el escaño e incluso que fuera expulsada del Partido Popular, quedaran en nada ante la Junta de Portavoces, donde se limitó a pedir una “declaración institucional” por parte del Gobierno, declaración rechazada porque el tema está totalmente zanjado. La suerte fue que no se le exigió allí mismo al lider de UDCE como copartícipe de Caballas, una “declaración institucional” inmediata y sobre la marcha desmarcándose totalmente y de manera rotunda de los insultos de su coaligado Aróstegui contra veintidós mil ceutíes, condenando los improperios y pidiendo perdón por la omisión de su deber de intervenir en el momento y finiquitar la sarta de insultos. El silencio le hizo cómplice, muy a su pesar. A no ser que estuviera compartiendo las tremendistas afirmaciones de su socio y siendo partícipe moral en las mismas.

Lo abrupto de lo sucedido y las amenazas de “fracturas” que quedaron en agua de borrajas (la borraja es una legumbre de Aragón cuyo transporte es dificultoso porque resulta muy delicada) repito, que quedaron en pura palabrería catastrofista, no han conseguido alterar ni un ápice el normal desenvolverse de la sociedad ceutí. La larga y fecunda tradición del desarrollo cotidiano en los cauces de la absoluta armonía, no puede ser conculcada ni alterada por tentativas cainitas de conflictos artificiales y artificiosos. Aquí no valen las intentonas de crear problemas para luego ofrecerse a resolverlos y menos aún de amenazar veladamente con futuros problemas ante el fracaso de aspiraciones y expectativas que son pura fantasía.

La comparecencia del Presidente y la utilización de su esgrima formalmente impecable, que no llegaba a opacar la frialdad y la seriedad absolutas del fondo, fue un elogio a la normalidad. Nada más y nada menos. Fue una reafirmación sin resquicios del deseo social de normalidad. Y un lanzar el reto irrenunciable, de la normalidad.
 

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