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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Jubilarse a los 67 años
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Hola Ceuta.

Tiempo hace que me he considerado desaparecido, voluntariamente, de los medios de comunicación.

Una serie de achaques me ha hecho recorrer el viacrucis antes de tiempo. Achaques de jubilado se entiende.

Escribiendo de jubilados… ¿Qué os parece la jubilación a los 67?

Supongamos que un hombre sufre un infarto de miocardio, su señora lo descubre en el suelo y tras el susto llama al 112.

Llegada la ambulancia con los dos enfermeros, se da el problema de bajar al enfermo e introducirlo en la misma, acostado sobre la pertinente camilla portátil.

¿Qué cual es el problema?, pues resulta que el del ataque cardíaco vive en el ático de un edificio de 8 pisos, los dos enfermeros sobrepasan los 66 años de edad y tras subir las escaleras porque el ascensor no funciona, acaban despatarrados sobre el rellano realizando esfuerzos sobrehumanos para recuperar el aliento.

Ya recuperados, se ven en el dilema de hacer descender la camilla, portando un hombre de complexión robusta, por las largas escaleras para llevarlo a la ambulancia.

Merced a la colaboración de algunos vecinos jóvenes, que están en el paro, consiguen bajar al enfermo e introducirlo en la ambulancia.

Ya en la ambulancia, el enfermo despierta de su coma transitorio y ve que el conductor de la ambulancia es un anciano de 67 años al que le faltan pocos días para jubilarse.

Naturalmente, el conductor no quiere que le vean como un anciano achacoso y no se pone las gafas por lo que, debido a la pérdida de vista por la edad, no se da cuenta de que un autocar cargado de niños escolares se le cruza en ese instante delante.

El topetazo es de los que entran en los anales de la historia de sucesos.

El conductor del autocar es otro anciano de 67 años, que se jubilaría al día siguiente si no fuera porque falleció en el acto al chocar la ambulancia con su bus.

En los alrededores del accidente existen sendas obras, de construcción de viviendas, cuyos obreros bajan. como pueden, para ayudar a rescatar a los niños accidentados. No consiguen hacerlo porque resulta que son ancianos de 65, 66 y 67 años, con sus achaques y bastones, a los que no le quedan fuerzas para nada más tras acarrear ladrillos y sacos de cemento…

Resuelto el problema de los niños, merced a la llegada de policías, bastante mayores, y jóvenes “nini” que andaban por los alrededores mirando el cielo, se consiguió rescatar a todos los niños con pequeños rasguños sin consideración de lesiones.

Llegada una nueva ambulancia, al único que tuvieron que llevar al hospital era al del infarto. El conductor de la ambulancia accidentada salió ileso de milagro. Las otras ambulancias se retiraron al no tener heridos, menos un coche forense que se llevó al conductor del autobús.

Llegados al hospital y tras registrar el enfermo, la enfermera, que era una señora de 67 años recién cumplidos y que era el último día de su trabajo, confundió las fichas y entregó al cirujano la de otro hombre que tenía úlcera estomacal.

El cirujano, médico de 66 años, comenzó a rajarle el estómago al enfermo de infarto de miocardio con tan mala fortuna que su dentadura postiza cayera en la herida abierta…

Resulta que el hombre del infarto es un parado de larga duración, de 35 años, que acudía cada día al INEM para ver si encontraba trabajo.

En las oficinas del INEM todos los empleados no bajan de los 65 y el presidente del Gobierno es un patriarca de 86 años…

Entretanto, la población juvenil y no tan juvenil suelen levantarse a las 12 del mediodía, mendigar por las calles un trozo de pan y soltar pestes sobre el Estado gerontológico en que les toca vivir.
 

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