PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE FEBRERO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Es bueno para jugar al abejorro con él
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo he escrito en varias ocasiones: Juan Luis Aróstegui lleva muchísimos años viviendo en un estado de insatisfacción permanente debido al desajuste entre la alta concepción de sí que tiene y sus condiciones reales. Padecimiento que un día, de hace ya la tira de tiempo, descubrí que los psicólogos nominaban como bovarismo (De Madame Bobary). Tal vez por ello, está afectado por una neurosis, y al ser dolorosamente consciente de sus angustias, sus obsesiones y sus fobias, ha decidido hacer uso de la violencia verbal contra todos los que no le reconozcan su capacidad política para convertirse en el líder tan esperado por cuantos padecen hambre y sed de justicia.

Cuando yo conocí a Aróstegui, disfrazado de Che Guevara, pensé en que estaba ante un muchacho rebelde, sin más, y preocupado por su salud… Pero pasaban los días, los meses, los años y, sin embargo, el muchacho se iba convirtiendo en una especie de ogro que trataba de atemorizar a todos los que no le siguieran la corriente. Lo mismo era capaz de reventar un acto público, que se dirigía a los comerciantes conminándoles a cerrar sus establecimientos ante cualquier reivindicación sindicalista; mientras que por otro lado defendía los intereses particulares de una gran empresa local, importándole un comino que la ciudad se resintiera de la competitividad que hubieran podido disfrutar los ciudadanos con la llegada de otros grandes almacenes.

Llegó un momento en el cual Aróstegui se creyó que era el no va más. El tío más inteligente de esta tierra. Convencido, además, de que estaba llamado a ser famoso y rico, por supuesto que sí. Y gozó, cómo no, de esos diez minutos de gloria que aprovechó para meter la pata y… lo que no es la pata.

Pero él, Aróstegui, el muchacho rebelde y preocupado por su salud, se percató un día de que la gente no le quería. Que la gente no le votaba. Que la gente votó al GIL. Un GIL que se hizo con las riendas del periódico añejo (me conozco la historia al dedillo), mientras ‘El Pueblo de Ceuta’ se ponía en contra de lo que su editor pensaba que era una amenaza para su pueblo. Y acertó. Acertó a combatir un error monumental, cometido por quienes no supieron calibrar el daño que hacían con semejante decisión. Por más que en una España democrática los ciudadanos tienen todo el derecho del mundo a errar y, desde luego, a rectificar.

Me consta que Aróstegui, tras sus rotundos fracasos electorales, ha tenido que soportar los sarcasmos de sus amigos (!): duro castigo para quien no ha dejado de vivir afectado por un bovarismo crónico. Y, claro, le ha salido la vena de tontiloco, compartida por Mohamed Alí, cada vez más ávido de notoriedad peligrosa.

Y, como tontiloco, Juan Luis ha conseguido que sus adversarios ya no se enfaden con el, sino que comiencen a no tomarle en serio. Y empieza a darse cuenta de que está en el camino para que a chufla lo tome la gente. Y ha tenido la infeliz idea de combatir el problema haciendo todo lo posible para que la ciudad se convierta en un enfrentamiento entre identidades. Una actitud tan irresponsable cual peligrosa, la que vienen mostrando quien ya se ha convertido en el verdadero jefe de la alianza “Caballas”. Y encima, vaya por Dios, en el periódico añejo lo miran ya con recelo. Pues alguien así, en Ceuta, no es bueno para nadie. Bueno, lo es para jugar al abejorro con él. Triste sino el suyo.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto